?Qu¨¦ le pasa al Partido Popular?
Tan macizo como era, tan s¨®lido y disciplinado, tan unido en torno a sus l¨ªderes, tan obediente a las voces de mando, tan presto a salir a la calle en defensa de los grandes valores de la patria, la religi¨®n y la objeci¨®n de conciencia, tan aguerrido en su lucha contra el terrorismo, tan soberbio en su soledad, s¨ª, ?qu¨¦ le pasa al Partido Popular para que proliferen en su seno voces discrepantes, llamadas a la rebeli¨®n y a la resistencia, agravios entre l¨ªderes, fracturas entre las bases, mientras la direcci¨®n nacional balbucea excusas y manda callar a los adictos?
No ser¨¢ por un texto, por una ponencia, claro que no; ni tampoco por unas ideas, que andan las pobres de capa ca¨ªda, en el Partido Popular y dondequiera; ni en fin por el abandono y la traici¨®n a principios inamovibles ni a esencias eternas: todo eso es ret¨®rica, que no carece de importancia, pero que como suele ocurrir con todas las ret¨®ricas oculta m¨¢s que desvela el verdadero problema. Y el verdadero problema es... ?ah! esa es la cuesti¨®n, que nadie es capaz de definir el verdadero problema y que, hasta que no se defina por quien debe hacerlo, seguir¨¢n las voces y los agravios, las rebeld¨ªas y los desplantes.
Una hip¨®tesis podr¨ªa ser la siguiente. El Partido Popular es la primera formaci¨®n de la derecha espa?ola que logr¨®, desde que existen elecciones democr¨¢ticas, alcanzar el gobierno tras una larga traves¨ªa por un desierto en el que depur¨® su pecado original con las aguas bautismales del centro. Como la historia fue despu¨¦s lo que fue, ya casi todo el mundo ha olvidado que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se present¨® a las elecciones de 1993 con esta rotunda afirmaci¨®n por bandera: "Yo nunca me he sentido identificado con la derecha cl¨¢sica espa?ola". Y por si no hubiera quedado claro, remach¨®: "No me identifico con la derecha espa?ola de 1930". Ni con la derecha cl¨¢sica, pues, ni con la moderna.
Esta especie de iluminaci¨®n -o de travestismo pol¨ªtico- dio resultado: Aznar no gan¨® esas elecciones, pero s¨ª las siguientes y, sobre todo, las que vinieron despu¨¦s. Su triunfo estuvo sostenido en una estrategia dirigida a ocupar grandes parcelas del centro, desertado por sus primeros ocupantes, sin perder ni un voto por la derecha, incluyendo a la cl¨¢sica espa?ola de la que hab¨ªa ret¨®ricamente abominado. Ocurri¨® luego que la derecha cl¨¢sica espa?ola, m¨¢s los herederos de la derecha confesional y clerical de 1930, fue erosionando poquito a poco al centro sobrevenido hasta imponer su estrategia en la segunda mitad de la segunda legislatura, convencida de que el socialismo imberbe de la Nueva V¨ªa no era enemigo.
Rajoy fue parte de ese giro estrat¨¦gico protagonizado por el rearme de la derecha cl¨¢sica y llevado al paroxismo tras la p¨¦rdida de las elecciones de 2004, las del 14-M. Sin apartarse ni un mil¨ªmetro de esa l¨ªnea pretendi¨® ganar las elecciones, convencido de que los votantes de ese sector que, con expresi¨®n afortunada, C¨¦sar Molinas ha llamado izquierda vol¨¢til se iba a quedar en casa, desalentado por las pol¨ªticas socialistas en cuestiones como el Estatuto de Catalu?a o la negociaci¨®n con ETA. Era una apuesta arriesgada, como ya se pod¨ªa imaginar: es imposible ganar unas elecciones basando toda la estrategia en la conservaci¨®n de lo que se tiene -sobre todo si lo que se tiene huele a cerrado y sacrist¨ªa- y en el desistimiento de los dem¨¢s.
La operaci¨®n no sali¨®, qu¨¦ le vamos a hacer. Y Rajoy sac¨® la inmediata consecuencia de que, como Aznar en el a?o 1993, hab¨ªa que soltar lastre de derecha espa?ola cl¨¢sica para que el nav¨ªo recuperara su equilibro. E inici¨® la tarea como con desgana, como sin saber qu¨¦ iba a poner en su lugar. Primero Zaplana, luego Acebes, m¨¢s adelante... ?Mayor y los suyos? Amigo, con la Iglesia -dicho sea metaf¨®ricamente- hemos topado. Por ah¨ª, no. Si Aznar y Rato no est¨¢n ni se les espera; si Zaplana y Acebes y Mayor son defenestrados, ?c¨®mo es que Rajoy, que era parte de esa direcci¨®n, pretende quedarse, llevado en andas por una nueva generaci¨®n?
Y en esas estamos. Rajoy ha cre¨ªdo que puede decir, como Aznar: yo no me identifico con la derecha espa?ola cl¨¢sica o, lo que es igual: quiero tener un equipo propio. Y se ha empleado a fabricarlo, sin nadie que le controle el partido, en el momento de mayor debilidad, el que media entre una derrota electoral y un congreso. Un momento propicio para que quienes se sienten en la cuerda floja, m¨¢s quienes acechan su oportunidad, levanten la voz y le digan: no, majo, si nosotros caemos, t¨² te vienes con nosotros. Y as¨ª anda el patio, todo revuelto. -
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