Una bofetada de realidad
La cineasta Ic¨ªar Bolla¨ªn, que viaj¨® con la vicepresidenta a N¨ªger, ilustra la discriminaci¨®n que sufre la mujer en ?frica. Una desigualdad tan abrumadora que sobrepasa, afirma
El viernes 9 de mayo embarcamos en la base a¨¦rea de Torrej¨®n las participantes espa?olas, el equipo del gabinete de la vicepresidenta del Gobierno y todos los que han puesto en marcha este gran esfuerzo de llevar a N¨ªger el III Encuentro de Mujeres Africanas y Espa?olas. Escoltas, periodistas, traductores, protocolo; la tropa que desembarca en un Niamey nocturno y caluroso es enorme. Mientras la vicepresidenta cumple su agenda oficial de encuentros bilaterales, las 25 participantes espa?olas disponemos de dos d¨ªas para conocer el lugar. Pero antes, una bofetada de realidad; la visita a primera hora de la ma?ana a un centro de acogida para mujeres aquejadas de f¨ªstula, ese desgarro interno de la vagina que sufren las mujeres, m¨¢s bien ni?as, casadas antes de los 10 a?os, que se encuentran dando a luz cuando sus cuerpos apenas est¨¢n desarrollados. Lo que en Espa?a no supondr¨ªa mayor problema, en ?frica acarrea a?os de infecci¨®n y espera para ser operadas. Y el repudio. Porque este problema obst¨¦trico resume como pocos la falta de derechos b¨¢sicos de las mujeres africanas. La prensa que nos acompa?a recogi¨® la visita, pero la foto que llam¨® la atenci¨®n fue la del coche de la vicepresidenta atascado en la arena y empujado por los escoltas. Hay cosas que venden y cosas que no. Y los temas de mujer no suelen vender mucho, aunque lo que se maneja en este encuentro afecta a millones de africanos. Porque son las mujeres las que sustentan las econom¨ªas familiares. Las consecuencias de la crisis alimentaria, que estuvo presente en casi todas las ponencias del encuentro, tuvieron un resumen demoledor en boca de la presidenta del Parlamento Panamericano: "La mujer africana come poco y come la ¨²ltima, despu¨¦s del marido y los hijos. Si hay escasez, dejar¨¢ de comer. Si la mujer africana se muere, ?frica se muere".
La mujer africana come poco y come la ¨²ltima, tras el marido y los hijos. Si hay escasez, dejar¨¢ de comer
En los mercados se ve la precariedad de la vida en Niamey. Y tambi¨¦n la enorme riqueza cultural en sus tallas, sus esculturas, sus instrumentos y en los preciosos trabajos en plata de los tuaregs. Las idas y venidas en autob¨²s nos dejan entrever una ciudad de casitas bajas, de calles de arena, con ¨¢rboles aqu¨ª y all¨¢. Pocas mujeres por la calle y poca actividad. Una ciudad a medio gas, capital de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del continente. Un paseo en peque?os cayucos por el N¨ªger nos muestra algo de la vida en sus orillas: c¨®mo pescan, c¨®mo se ba?an y lavan en el r¨ªo, c¨®mo cultivan sus huertos. En otro viaje por carretera atisbamos algo de la vida en el campo. De nuevo, contemplando las chozas de paja, los graneros levantados sobre palitos retorcidos, constatamos lo extremadamente b¨¢sico de la vida aqu¨ª. La tierra est¨¢ removida, a mano, y sembrada con mijo para su propio consumo. Pura subsistencia.
Algunas de las participantes espa?olas tienen reuniones previas con las participantes africanas. Nuestras parlamentarias asesoran a un grupo de colegas sobre c¨®mo valorar la aplicaci¨®n de las leyes que protegen los derechos de las mujeres. Porque no se trata s¨®lo de hacerlas, sino de que se cumplan. Algunas constituciones contemplan ya la prohibici¨®n de la ablaci¨®n y la mutilaci¨®n genital, pero en la pr¨¢ctica se ignoran. La desigualdad aqu¨ª resulta tan abrumadora que sobrepasa. Pero es tambi¨¦n lo que tiene de distinto y de reto este encuentro y la inversi¨®n en cooperaci¨®n que se est¨¢ planteando: atacar la desigualdad desde todos los ¨¢mbitos, la educaci¨®n, la salud, la econom¨ªa, las leyes. Empezando por las de N¨ªger, donde, cuando el marido muere, el hermano hereda la casa, las tierras y a la mujer, que no tiene acceso a la propiedad. Ni al estatus de ciudadano, ni a la dignidad. Es, casi, como el debate que sostuvo Bartolom¨¦ de las Casas sobre los indios all¨¢ por el siglo XVI. Las mujeres aqu¨ª s¨ª tienen alma. Pero poco m¨¢s. Por eso hay otro objetivo en el encuentro; el empoderamiento, la toma de conciencia del poder individual y colectivo de las mujeres. Que est¨¦n presentes donde se toman las decisiones. Que las mujeres y sus problemas no sean invisibles. Pero no es f¨¢cil, porque, a pesar de la envergadura de los temas que se tratan, de nuevo es una an¨¦cdota, la foto de la vicepresidenta con el se?or pol¨ªgamo y sus mujeres, lo que m¨¢s trasciende.
En las mesas redondas se van desgranando los temas. En una de ellas, la consejera econ¨®mica experta de UNIFEM es contundente: "Los problemas de ?frica no se deciden en ?frica". En una dura cr¨ªtica a las pol¨ªticas econ¨®micas marcadas por los organismos internacionales, asegura que la crisis alimentaria es una consecuencia de 30 a?os de ajustes. Producimos para la exportaci¨®n, privatizamos las tierras y las mujeres cada vez est¨¢n m¨¢s lejos de la producci¨®n, aseguraba, llamando a las mujeres a hablar tambi¨¦n all¨ª donde se deciden esas pol¨ªticas, en el BM y el FMI. Pero en este ¨²ltimo foro, como analizaba en The Guardian el periodista George Monbiot hace unos meses, esas pol¨ªticas ni siquiera las deciden todos los pa¨ªses, sino unos pocos, los ricos del G-7, que acaparan el 45% del voto. As¨ª, mientras se consegu¨ªa en el a?o 2000 un plan para que en 2015 todos los ni?os del mundo tuvieran acceso a la educaci¨®n primaria, se aprobaba por otro lado reducir el gasto p¨²blico en los pa¨ªses pobres. En el encuentro se ha mencionado en muchas ocasiones la educaci¨®n como palanca para salir de la pobreza. Una de las ponentes llamaba a las mujeres africanas a mandar a sus hijas a la escuela. ?Pero a qu¨¦ escuelas, si los pa¨ªses m¨¢s ricos est¨¢n prohibiendo contratar maestros? Seg¨²n ese mismo periodista, la ratio de maestro / alumno es de 57 a 1 en Malawi, de 72 a 1 en Mozambique y de 74 a 1 en Sierra Leona. Profesores mal pagados, mal formados y sin material escolar. De modo que la tarea de las mujeres que quieren cambiar las cosas en este continente es herc¨²lea, porque no se trata s¨®lo de trabajar en sus propios pa¨ªses, sino tambi¨¦n donde se deciden las pol¨ªticas econ¨®micas. Mujeres para cambiar el mundo por arriba y por abajo. Y por dentro; la tradici¨®n, las costumbres, la religi¨®n, losas para las mujeres tan pesadas como la pobreza. La ex presidenta del Tribunal Supremo de N¨ªger lo dijo muy claro: el derecho islamizado no permite la igualdad.
En las pausas se discute, se bromea, se toma caf¨¦, agua y los abanicos aletean con furia. No hay quien combata el calor sofocante. Algunos periodistas lamentan que el contenido de las mesas va a ser lo m¨¢s dif¨ªcil de vender. Un mont¨®n de se?oras sentadas en un palacio de congresos, hablando. ?A qui¨¦n le interesa?... A toda la humanidad, respondo mentalmente. -
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