El cr¨ªptico universo de Lucrecia Martel
La directora argentina resbala en el concurso con 'La mujer sin cabeza'
Durante a?os, la pista m¨¢s fiable del cine argentino era Adolfo Aristarain, director siempre interesante y a veces excepcional. Pero afortunadamente y desde hace bastante tiempo conviene estar al loro con gran parte del cine argentino que vemos en los festivales o que se estrena comercialmente en Espa?a. Pel¨ªculas con estilo, cada una de su padre y de su madre, comedias o dramas, con int¨¦rpretes muy notables, un cine heterodoxo y dotado de vitalidad.
No comprendo sus filmes, pero tampoco los siento, s¨®lo los padezco
Sin embargo, soy inmune e incluso al¨¦rgico a la presumible fascinaci¨®n que desprenden las pel¨ªculas de la directora argentina Lucrecia Martel. Nunca s¨¦ de qu¨¦ van ni qu¨¦ pretenden, aunque sospecho que la tem¨¢tica es psicol¨®gica y tal vez psicoanalizable. No las comprendo pero tampoco las siento, s¨®lo las padezco. El problema debe de ser m¨ªo y no de ellas, teniendo en cuenta que las dos ¨²ltimas est¨¢n producidas por el mecenazgo art¨ªstico del intuitivo, generoso y consagrado Pedro Almod¨®var y que los festivales m¨¢s sesudos y preocupados por las cosas del esp¨ªritu se disputan la presencia de autora tan hipn¨®tica y profunda para que concurse en ellos. Tambi¨¦n conozco a numerosos cr¨ªticos apasionados por esas pel¨ªculas que a m¨ª me resultan herm¨¦ticas, aunque jam¨¢s consigo entender lo que dicen cuando explican las razones de su amor. Problema m¨ªo, repito. Sin embargo, estoy dispuesto a matricularme en alg¨²n curso intensivo para que se me vaya la ceguera y pueda acceder por fin al universo y las claves de autora tan prestigiada.
Se me difuminan en el recuerdo o siento amnesia total ante los argumentos de sus anteriores pel¨ªculas La ci¨¦naga y La ni?a santa. Pero como acabo de sufrir La mujer sin cabeza se supone que la tengo fresca. Pues tampoco s¨¦ lo que quiere contar. A partir del atropello de un perro con su coche, una se?ora m¨¦dica que al principio es rubia y al final morena (lo del te?ido tambi¨¦n debe de poseer su simbolog¨ªa) pierde su identidad, se mueve entre su familia y su vida cotidiana como una zombi, se le transforma la realidad. Despu¨¦s intentar¨¢ reconstruir ese accidente y las vivencias que le han ocurrido en ese espacio en blanco. Bueno, en blanco del todo no, ya que creo que se lo monta con su primo. Mientras tanto, la insoportable trivialidad de la vida real, incluidos los di¨¢logos fofos de los que la rodean, siguen su mediocre curso. Nada de lo que veo ni de lo que escucho merece fijar la vista ni aplicar el o¨ªdo. Exagero. Me despierto y me sobresalto una vez cuando una sobrina que al parecer est¨¢ colgada de la amn¨¦sica le asegura con el despecho de la rechazada que las cartas de amor o se contestan o se devuelven.
Por lo dem¨¢s, no encuentro nada que se pueda narrar. ?El desarreglo mental de la protagonista ser¨¢ debido a la menopausia? Vaya usted a saber, con los artistas nunca se sabe. Intuyo que hay muchas pretensiones pero no s¨¦ de qu¨¦. Qu¨¦ exposici¨®n tan pesadita, qu¨¦ rituales tan repetitivos, qu¨¦ mensaje tan cr¨ªptico el de La mujer sin cabeza. S¨¦ que volver¨¦ a encontrarme con el cine de Lucrecia Martel en futuros festivales, su espacio natural. S¨®lo anhelo que su creatividad no se vuelva estajanovista y que no le d¨¦ por rodar dos pel¨ªculas al a?o.
Babelia
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