El monstruo ha vuelto
Rajoy sufre la estrategia de agitaci¨®n y hostigamiento que ¨¦l mismo ampar¨®
La direcci¨®n del Partido Popular ha tenido que bregar esta semana con el mismo monstruo que lanz¨® contra las instituciones del Estado durante la pasada legislatura. Los sectores m¨¢s radicales han vuelto sus bater¨ªas contra Rajoy y, al igual que trataron de hacer con el Gobierno de Zapatero, prefieren agitar la calle antes que imponerse a trav¨¦s de los procedimientos estatutarios. De ah¨ª la paradoja a la que se asisti¨® el viernes ante la sede de la calle de G¨¦nova: el n¨²mero de manifestantes fue mayor que el de las enmiendas presentadas a las ponencias del pr¨®ximo congreso del partido. Los estatutos del PP no son, precisamente, un ejemplo de democracia interna. Pero la alternativa no puede ser el hostigamiento callejero de quienes, aparte de responsabilidades en un partido, ostentan cargos institucionales que deben ser respetados.
Bajo esta batalla pol¨ªtica ante el congreso, los dirigentes populares siguen dirimiendo el an¨¢lisis de la derrota electoral, un debate insensatamente pospuesto desde 2004. Frente a quienes defienden que la derrota se ha debido a la estrategia extremista seguida durante la anterior legislatura, se han alzado quienes sostienen la exclusiva responsabilidad de Rajoy, al que acusan de pusilanimidad. La apelaci¨®n de estos sectores a la defensa de unos principios que nunca especifican no es una novedad: tambi¨¦n era ¨¦sta su consigna frente a Zapatero. La pervivencia de esta estrategia convierte la crisis del PP en un asunto que concierne a todos, puesto que, si se vuelve a imponer, marcar¨¢ la legislatura reci¨¦n comenzada e intentar¨¢ reproducir entre los ciudadanos la misma divisi¨®n que est¨¢ provocando entre los militantes populares.
Ahora que pretende rectificar es cuando mejor se advierte hasta qu¨¦ punto Mariano Rajoy se comport¨® durante los cuatro ¨²ltimos a?os como un aprendiz de brujo. La entronizaci¨®n de "referentes morales" en la lucha contra ETA, como Mar¨ªa San Gil y Ortega Lara, ten¨ªa como prop¨®sito deslegitimar cualquier pol¨ªtica antiterrorista que no fuera la del PP. Esos "referentes morales" se han vuelto no s¨®lo contra Rajoy, sino tambi¨¦n contra el propio PP del Pa¨ªs Vasco, que ha desautorizado las inexplicables maniobras de Mar¨ªa San Gil. Su condici¨®n de amenazada merece el respeto y la solidaridad, lo mismo que el sufrimiento de Ortega Lara. Pero no los hace distintos de los ciudadanos que sufren en carne propia el azote terrorista. Estar o haber estado en el objetivo de ETA no es la ¨²nica raz¨®n para combatirla, ni tampoco la mejor garant¨ªa para hacerlo con eficacia. Porque en esta lucha participan la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos y porque la condici¨®n de v¨ªctima no otorga mayor clarividencia pol¨ªtica.
El resultado de la crisis que se dirime en el seno del PP afectar¨¢, entre otros aspectos, al papel de los medios de comunicaci¨®n en una sociedad democr¨¢tica. La prensa sensacionalista, con el diario El Mundo y la emisora episcopal a la cabeza, han confundido la labor cr¨ªtica que debe ejercer el periodismo con la intervenci¨®n c¨ªnica y descarada en los asuntos de un partido pol¨ªtico, cuya funci¨®n est¨¢ reconocida por la Constituci¨®n. No s¨®lo han sustituido los argumentos por las descalificaciones, sino que han llegado al extremo de convocar manifestaciones ante la sede del PP, igual que antes las convocaron contra el Gobierno. Rechazar esta injerencia no es defender a Mariano Rajoy, como tampoco fue en su d¨ªa defender al Gobierno; es defender el sistema democr¨¢tico frente a los grupos de presi¨®n de cualquier naturaleza que utilizan el chantaje y el matonismo.
Para que el debate pol¨ªtico se pueda desarrollar en libertad, es preciso que los ciudadanos est¨¦n informados y no enardecidos, y que nadie les coloque en la descarnada disyuntiva de elegir entre lo que hay y lo intolerable.
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