Oportunidades en el nuevo escenario afgano
Aunque parezca dif¨ªcil de creer por lo que se lee en la prensa, tambi¨¦n hay motivos para el optimismo en Afganist¨¢n. La creciente asiduidad y violencia de los ataques de la insurgencia armada -compuesta por los talibanes y la red transnacional yihadista que les nutre- responde en gran parte a las importantes bajas que ha sufrido en choques militares con las tropas internacionales en 2006 y 2007. La insurgencia ha reaccionado con un cambio de t¨¢cticas que la aleja del campo de batalla convencional y obliga a la comunidad internacional a modificar su estrategia.
Los ataques suicidas y los artefactos explosivos improvisados importados desde Irak por la misma red transnacional yihadista que ah¨ª act¨²a han tenido un resultado devastador: en 2007 murieron m¨¢s civiles que en cualquier otro a?o desde 2001. Tras varios a?os de rechazo, la comunidad internacional ha aceptado finalmente que est¨¢ metida de lleno en una contra-insurgencia en la que la prioridad es ganar el apoyo de los afganos, no matar talibanes. Es decir, crear seguridad y apoyar al gobierno de Kabul para que lleguen servicios b¨¢sicos a sus ciudadanos. Para la insurgencia, el objetivo es imponer la percepci¨®n de que Afganist¨¢n est¨¢ sumida en el caos.
La prioridad es ganar el apoyo de los afganos, no matar talibanes
A primera vista parece que la insurgencia tiene la batalla ganada, pero la realidad es m¨¢s compleja. Aparte del com¨²nmente obviado hecho de que hoy muchos m¨¢s afganos tienen acceso a la educaci¨®n y a servicios sanitarios, la comunidad internacional va trazando unos objetivos m¨¢s realistas para su papel en el pa¨ªs. En el ¨¢rea prioritaria de la seguridad, la grave crisis de opini¨®n p¨²blica que existe en pa¨ªses como Canad¨¢ o Alemania por las bajas de sus soldados en Afganist¨¢n ha resultado en un cambio de estrategia que a la postre resultar¨¢ beneficioso para todos.
Hoy la comunidad internacional ha empezado a dar prioridad al crecimiento y la consolidaci¨®n de las fuerzas armadas afganas como "estrategia de salida". Ya se ha fijado el objetivo de que el ej¨¦rcito afgano alcance los 80.000 efectivos para 2010, y en Bruselas y Kabul se empieza a hablar en voz baja de replegar gran parte de las tropas internacionales antes de 2014. El fruto de tal pol¨ªtica deber¨ªa ser una presencia militar internacional de bajo perfil que maximice los escasos recursos para consolidar las fuerzas armadas afganas y cumplir con los fines b¨¦licos prioritarios.
Asimismo, una presencia militar de estas caracter¨ªsticas estar¨ªa m¨¢s acorde con las sensibilidades de la opini¨®n p¨²blica espa?ola. El ¨²ltimo bar¨®metro del Real Instituto Elcano -en el que el 32% de los espa?oles cree que los soldados espa?oles van a Afganist¨¢n en "misi¨®n de guerra"- demuestra el creciente peligro de la percepci¨®n equ¨ªvoca de que estamos ante otro Irak. La predisposici¨®n actual hacia una estrategia militar alejada de las operaciones de combate presenta una oportunidad para que Espa?a proponga un compromiso renovado desde un modelo alternativo. El despliegue de un n¨²mero sustancial de equipos para la formaci¨®n de militares y polic¨ªas afganos enviar¨ªa un mensaje positivo tanto a nuestros aliados de la OTAN como a la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
Sin embargo, un traspaso de poder apresurado a las fuerzas de seguridad aut¨®ctonas conlleva sus propios peligros. Lo m¨¢s preocupante es la sostenibilidad de tal proyecto (el presupuesto entero afgano depende en un 40% de fondos externos) y la reacci¨®n de sus tradicionalmente recelosos vecinos a la amenaza de un Afganist¨¢n fuertemente armado. La fragmentaci¨®n que ha sufrido el pa¨ªs, tras a?os de guerras entre etnias, ha resultado un Afganist¨¢n vulnerable a la influencia de los intereses nacionales de sus vecinos, particularmente Pakist¨¢n. En este sentido, la oportunidad que presenta el recientemente elegido gobierno civil paquistan¨ª y su disponibilidad para afrontar constructivamente la "talibanizaci¨®n" de las ¨¢reas fronterizas debe ser aprovechada.
Otro pilar para la estabilidad de Afganist¨¢n y la "estrategia de salida" internacional debe ser la reconciliaci¨®n pol¨ªtica. Fuentes oficiales internacionales y afganas ven la oportunidad real de cultivar las divisiones entre los talibanes afganos, que no cierran la puerta a un proceso de reconciliaci¨®n, y sus socios externos cobijados en Pakist¨¢n, que no quieren o¨ªr tal cosa. La jerarqu¨ªa talib¨¢n afgana ha sufrido bajas significativas en los ¨²ltimos a?os y unos 6.000 talibanes de menor rango ya han cambiado de bando a trav¨¦s de un programa oficial del gobierno. Ahora faltan por desarticular redes enteras de talibanes dirigidas por comandantes de peso, esfuerzo que requiere una mayor inversi¨®n en garant¨ªas e incentivos para los desmovilizados y una cooperaci¨®n m¨¢s estrecha con Pakist¨¢n.
En Afganist¨¢n no se trata de fortalecer un Estado fr¨¢gil, se trata de construir un Estado pr¨¢cticamente desde cero. A pesar de algunas noticias contradictorias, la realidad es que la mayor¨ªa de los afganos sigue apoyando una presencia militar internacional y que el Gobierno de Kabul controla 146 de las 154 capitales de distrito del pa¨ªs. Desde 2001 la comunidad internacional y los propios afganos han cometido muchos errores, pero parece que se empieza a aprender de ellos. En tan significativa encrucijada, Espa?a y la comunidad internacional deben seguir apostando por el camino hacia una estrategia realista con fines pol¨ªticos claros.
Juan Garrigues es investigador de Paz y Seguridad de FRIDE.
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