M¨¢scaras fuera
El trepidante espect¨¢culo que, de manera gratuita y sin entreactos, est¨¢ ofreciendo el Partido Popular a sus adversarios pol¨ªticos y al p¨²blico en general ha alcanzado en la ¨²ltima semana cumbres impensables. Mira que habremos visto cosas maravillosas en todo este tiempo de luchas entre partidos y dentro de los partidos: campa?as de acoso y derribo, fulgor de navajas, disidencias y escisiones. Nadie pod¨ªa imaginar, sin embargo, que nos quedara por ver lo nunca visto: que el secretario de comunicaci¨®n de un partido, responsable de su ¨²ltima campa?a electoral, pidiera el relevo de su jefe desde las p¨¢ginas del mismo peri¨®dico, El Mundo, cuyo director hab¨ªa convocado a la plebe a la rebeli¨®n contra el presidente de ese partido, para quien pidi¨® el voto en las pasadas elecciones.
Claro es que, desde su mismo origen, en la relaci¨®n de la prensa diaria con la pol¨ªtica ha habido de todo: informar y opinar es participar en el debate p¨²blico y, por tanto, intervenir en la pol¨ªtica. Pero, desde la transici¨®n a la fecha, periodistas y pol¨ªticos anudaron en Espa?a, y de manera muy especial en Madrid, una perversa relaci¨®n de amor y odio de la que todav¨ªa no se ha exprimido todo el potencial destructor que lleva dentro. Madrid tiene eso, que el director de un peri¨®dico se trace como meta de su profesi¨®n aupar y derribar gobiernos o, en su defecto, aupar o derribar dirigentes de un partido. Es digna de psicoan¨¢lisis la fascinaci¨®n que tal periodista ha ejercido y ejerce sobre todo tipo de pol¨ªticos, comenzando por los ¨²ltimos presidentes de Gobierno, con los que se ha retratado en el balc¨®n o divagando durante horas por los jardines de la Moncloa, como su confidente privilegiado, manejando luego la informaci¨®n y las confidencias a su gusto y capricho.
Para acabar de enredar las cosas, resulta que Madrid es sede de la Conferencia Episcopal Espa?ola, propietaria de una cadena de radio que se ha trazado tambi¨¦n como objetivo de su misi¨®n divina lo mismo que el director de El Mundo de su combate terrenal: aupar y derribar gobiernos. En ning¨²n lugar del mundo puede un radioyente escuchar a un periodista crecientemente sulfurado insultar a una serie de pol¨ªticos: ?ratas, ratas, ratas, que sois unos ratas!, ?miserables, mentirosos!, ?qu¨¦ sois todos unos ratas miserables y mentirosos! y, a rengl¨®n seguido, sin soluci¨®n de continuidad, las dulces y melifluas notas de una musiquilla celestial convocando a los feligreses a celebrar un triduo a la Virgen Sant¨ªsima de la Almudena. A eso se llama estrategia de confrontaci¨®n ba?ada en la pila del agua bendita, quintaesencia de la impostura clerical.
Unidos en el mismo empe?o, la emisora y el peri¨®dico se han propuesto, por decirlo r¨¢pidamente, cargarse a Rajoy. La embestida es tan brutal y, a la vez, tan medida, que quedar¨¢ en los anales de la historia del periodismo como un caso ¨²nico de relaci¨®n entre medios de comunicaci¨®n y poder pol¨ªtico. ?nico, porque, con todo lo que ya ha ca¨ªdo, un destacado dirigente del PP se pone al servicio de esta estrategia de polarizaci¨®n, que exige lanzar un torpedo cada lunes por debajo de la l¨ªnea de flotaci¨®n de su actual l¨ªder, y publica una pieza con el exclusivo prop¨®sito de reforzar la maniobra period¨ªstico-episcopal. La incomprensible audacia de Gabriel Elorriaga a?ade una p¨¢gina m¨¢s a esta historia de la perversa relaci¨®n que mantienen con los medios de comunicaci¨®n los pol¨ªticos que ejercen su oficio en Madrid.
Dejando de lado sus aspectos morales, relacionados con viejos valores sin curso legal entre pol¨ªticos de nueva generaci¨®n como la lealtad hacia los compa?eros, lo m¨¢s llamativo de semejante desprop¨®sito consiste en que agrava la fragmentaci¨®n informe y desquiciada en que va cayendo cada d¨ªa el PP bloqueando a la vez las posibles v¨ªas de soluci¨®n. Porque ahora, tras el ataque de los medios de comunicaci¨®n que le apoyaron en las elecciones y la incontenible sangr¨ªa que alegremente desparraman cada lunes sus propios correligionarios, todo lo conseguido es que Rajoy pasa por valor pol¨ªtico amortizado sin que aparezca en el horizonte ninguna f¨®rmula capaz de sustituirle.
O s¨ª, quiz¨¢ haya una: que Ram¨ªrez y Losantos, Rouco y Ca?izares se despojen de sus m¨¢scaras de periodistas y cardenales y salten de una buena vez como actores pol¨ªticos de primer rango al centro de este teatro de la pol¨ªtica madrile?a, sostenidos en la probada habilidad t¨¢ctica de Aguirre y Elorriaga. ?se s¨ª que ser¨¢ un equipo indestructible en el que encontrar¨¢ el Partido Popular el b¨¢lsamo para todos sus quebrantos y dolores. -
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