El regreso de la pasi¨®n pol¨ªtica
Las elecciones no son ¨²nicamente un sistema de selecci¨®n de dirigentes, sino un espejo en el que un pa¨ªs se observa a s¨ª mismo. Act¨²an como una especie de laboratorio donde se disecciona la realidad y se trazan planes de futuro. Su celebraci¨®n no es un mero procedimiento, sino un ritual en el que se moldea la sociedad que las celebra. Raramente estas caracter¨ªsticas se hacen visibles en las democracias m¨¢s antiguas y asentadas, que las organiza de forma tranquila y sin una efusi¨®n pasional m¨¢s all¨¢ de lo normal. Pero de vez en cuando, en circunstancias excepcionales, tenemos el privilegio de observar la profundidad de un m¨¦todo, el democr¨¢tico, que cambia y dinamiza la sociedad que lo aplica.
Estas largas elecciones en Estados Unidos hacen mejor y dan nueva vida a su democracia
Esto es lo que ha ocurrido en estas primarias, las m¨¢s largas e intensas de la historia americana, y lo que tiene toda la pinta de seguir ocurriendo hasta noviembre cuando se decida la pugna entre Obama y McCain. Hace 16 meses se produjo el lanzamiento de la campa?a del senador afroamericano, cuando la senadora Clinton parec¨ªa tener la nominaci¨®n en el bolsillo antes de subirse al autob¨²s electoral. Han pasado otros cinco largos meses en los que los candidatos han recorrido millares de kil¨®metros, organizado centenares de m¨ªtines, y debatido en m¨¢s de una veintena de debates televisivos. Se han celebrado 56 comicios que han movilizado a cerca de 40 millones de votantes, mediante los m¨¢s variados m¨¦todos para elegir a los delegados: desde asambleas con voto a mano alzada hasta la cl¨¢sica elecci¨®n en urna, pasando por una combinaci¨®n de los dos sistemas.
El resultado ha sido tan indiscutible como apretado. Obama tiene la mayor¨ªa de delegados que necesita para salir nominado oficialmente de la convenci¨®n dem¨®crata. Ha construido una poderosa coalici¨®n de ciudadanos negros, j¨®venes y profesionales, con gran peso de los votantes nuevos e independientes, que corresponde a la Am¨¦rica emergente. No ha calado tanto, en cambio, entre los hispanos, trabajadores blancos y cat¨®licos, que se han mostrado fieles a Clinton y configuran la hip¨®tesis de un grupo de dem¨®cratas que puede decantarse por McCain si no recibe las se?ales adecuadas a partir de ahora.
Obama tiene ahora ante s¨ª la tarea de unir a los dem¨®cratas si quiere hacer cre¨ªble su propuesta de unir Am¨¦rica en una nueva coalici¨®n presidencial, en la que debe alcanzar la geograf¨ªa social y pol¨ªtica que ha quedado fuera de su alcance. Pero debe hacerlo sin perder nada de su frescura y originalidad, y eso es algo que temen muchos de sus partidarios cuando se trata de asociar el nombre de Clinton a esta fase decisiva. La campa?a de Obama ha funcionado en las primarias como una flecha, sin cambios de rumbo ni vacilaciones, disparada por la tensi¨®n del cambio que necesita Estados Unidos despu¨¦s de una presidencia tan desastrosa como la de Bush. Su direcci¨®n ha sido casi perfecta, de forma que el c¨¢lculo y la estrategia han actuado con precisi¨®n para ganar delegados, ir siempre en cabeza, y dirigir la agenda pol¨ªtica.
Lo contrario de Clinton, que ha tenido que echar a dos de sus m¨¢s estrechos asesores durante la campa?a, no ha seguido una clara orientaci¨®n estrat¨¦gica y ha calculado err¨®neamente su distribuci¨®n de esfuerzos en los Estados m¨¢s peque?os, que es donde Obama le tom¨® m¨¢s ventaja. Hay una cierta contradicci¨®n entre dos im¨¢genes sucesivamente vendidas durante la campa?a: la de la primera mujer que llega a la Casa Blanca por s¨ª misma y la de un personaje pol¨ªtico con experiencia y temple para resistir una crisis mundial. Al final, lo que ha quedado ha sido el argumento din¨¢stico: para situar a los Clinton ocho a?os m¨¢s en la Casa Blanca mejor apostar por la idea de cambio que ofrece Obama. Hillary no ha sabido tampoco emancipar su imagen de la de su esposo, en flagrante contradicci¨®n con su propuesta feminista. Y la capacidad persuasiva de Bill, que deb¨ªa jugar como una baza, ha terminado actuando en sentido contrario, gracias tambi¨¦n a la coalici¨®n de odio, sobre todo medi¨¢tico, que ha levantado este apellido. Lo mismo ha sucedido, aunque no conocemos todav¨ªa la intrahistoria de la campa?a, con la nariz pol¨ªtica del ex presidente, cuya excelencia indiscutible ha permitido en cambio tantos errores de direcci¨®n.
Las primarias han servido para balizar a plena luz y ante un inter¨¦s creciente del p¨²blico los diferentes grupos sociales, m¨²ltiples identidades y adhesiones religiosas, ideol¨®gicas e incluso culturales que determinan las posiciones pol¨ªticas de los norteamericanos. Hoy saben mucho m¨¢s sobre s¨ª mismos, sobre c¨®mo es su sociedad, y saben tambi¨¦n mucho mejor c¨®mo salir del barrizal en el que les ha metido el presidente Bush. Estas primarias han hecho mejor a la democracia americana, al igual que Clinton ha hecho mucho mejor a Obama. Mientras la pasi¨®n pol¨ªtica parece desertar de un continente europeo derechizado y envejecido, las largas elecciones presidenciales norteamericanas est¨¢n dando nueva vida a su democracia y levantan de nuevo la pasi¨®n pol¨ªtica entre sus ciudadanos.
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