Otro parque tem¨¢tico de ETA
ANV ensucia Pasaia con amenazas y apolog¨ªa del terrorismo
La manera m¨¢s r¨¢pida de pasar de San Pedro a San Juan, dos de los cuatro distritos de Pasaia, es a bordo de una motora que atraviesa la bah¨ªa en un santiam¨¦n por 60 c¨¦ntimos el trayecto. Ayer, a eso de las cuatro de la tarde, una ruidosa excursi¨®n de catalanes, bien pertrechada de c¨¢maras de foto y v¨ªdeo, disfrut¨® de la traves¨ªa al tiempo que la trainera de Trintxerpe -otro de los barrios de Pasaia- se cruzaba a la entrada del puerto con un carguero en busca de mar abierto. Ya en el embarcadero de San Juan -y despu¨¦s de celebrar en voz alta lo id¨ªlico del paisaje- una parte del grupo dirigi¨® sus pasos hacia la izquierda y el resto se fue hacia la derecha. Unos y otros pasaron por restaurantes donde se come de maravilla. Pero los primeros, antes de llegar a la plaza, engalanada con pancartas a favor de los presos de ETA, tuvieron que desfilar por debajo de una maleta marr¨®n colgada del tendido el¨¦ctrico. Dibujadas en verde, las siluetas de dos guardias civiles. Y con letras amarillas, una leyenda en euskera: "Fuera de aqu¨ª". Los que dirigieron sus pasos hacia la derecha tuvieron la oportunidad, que no dejaron escapar, de fotografiar varios murales en honor de ETA.
El agresor de un edil socialista hab¨ªa asesinado a dos personas en 1987
A dos paradas de autob¨²s del restaurante Arzak -tres estrellas Michelin- y de las villas se?oriales del alto de Miracruz -todav¨ªa en la ciudad de San Sebasti¨¢n-, el pueblo de Pasaia es otra historia. Al igual que en el resto de lugares donde gobierna ANV -Mondrag¨®n, Hernani...-, las calles se han convertido en un parque tem¨¢tico de ETA y su amenaza constante. Ayer mismo, las ancianas que salieron a tomar el fresco a la puerta de la residencia de San Pedro lo tuvieron que hacer, como todos los d¨ªas, bajo los soportales llenos de pintadas a favor de la libertad del etarra De Juana Chaos, y los ni?os que jugaban al escondite en la plaza de San Juan lo hac¨ªan tras una carpa azul -de propiedad municipal- en la que, con grandes letras de molde, se pide la libertad para Jon Urkizu, uno de los terroristas del pueblo. El lunes pasado, los cinco concejales socialistas y el ¨²nico concejal del PP tambi¨¦n tuvieron que recorrer esas calles junto a sus escoltas para asistir al pleno municipal. "Siempre tienes la sensaci¨®n de que vas al matadero", dice uno de ellos, "pero lo del otro d¨ªa estaba preparado a conciencia". Los simpatizantes de Batasuna se colocaron justo detr¨¢s de los concejales a los que insultaban sin que la alcaldesa hiciera nada por impedirlo. "Al del PP le dec¨ªan: eh, t¨², abuelo, ?te has tomado hoy el jarabe?, y a nosotros nos llamaban de todo. Hubo un momento en que me qued¨¦ mirando a uno de ellos y me lo recrimin¨®:
-T¨² qu¨¦ miras. Deja ya de provocar.
-?De provocar yo? Si vosotros no hab¨¦is dejado de insultarnos durante todo el pleno...
-Pero eso es nuestra libertad de expresi¨®n...".
Despu¨¦s de escuchar esto, el concejal socialista dej¨® de discutir. "Era in¨²til. Qu¨¦ se le puede decir a un t¨ªo que te dice eso. Es como la guerra de Gila. Yo te puedo poner a ti los ojos morados a pu?etazos, o pegarte dos tiros si me apetece, pero t¨² a m¨ª no me digas nada, que me coartas la libertad de expresi¨®n". La historia no hubiera trascendido -se trata del calvario que viven a diario los concejales socialistas y populares- si uno de los alborotadores no hubiera agarrado por el cuello y propinado un pu?etazo en la ceja al concejal socialista Bixen Itxaso. Los reporteros gr¨¢ficos recogieron el momento. Los insultos. El forcejeo. El derechazo del mat¨®n a la ceja izquierda del concejal. Los dos polic¨ªas locales que hab¨ªa en el sal¨®n de plenos se limitaron a observar. Y, al ganar la calle, uno de los asistentes le dijo a un agente de la Ertzaintza apostado frente a la puerta del consistorio.
-Ah¨ª dentro se est¨¢n pegando.
El jefe del operativo terci¨® con cara de circunstancias.
-Ah, ?s¨ª?, nadie nos ha dicho nada.
Dos d¨ªas y medio despu¨¦s -el jueves por la ma?ana-, la polic¨ªa vasca detuvo al agresor en su domicilio de Pasaia. La difusi¨®n de su nombre, Jon Ander Uribarrena Ochoa, trajo la confirmaci¨®n de un presentimiento. Hay matones detr¨¢s de las pancartas de Batasuna que ya han matado en nombre de ETA. Un pasillo macabro. Uribarrena fue uno de los que asesinaron a la militante socialista Maite Torrano. S¨®lo cumpli¨® 10 a?os de los 20 a los que fue condenado y, cuando regres¨® a la libertad, lo hizo sin verg¨¹enza, sin arrepentimiento, con el mismo odio.
Pilar El¨ªas, la concejal del PP en Azkoitia, se encontr¨® al asesino de su marido regentado la cristaler¨ªa de debajo de su casa. El jueves por la ma?ana la familia de Maite Torrano debi¨® sentir la misma sensaci¨®n amarga cuando se enter¨® de que Uribarrena segu¨ªa libre y con el odio intacto. Hace dos a?os justos, una tarde de junio, el reportero fue a la Casa del Pueblo de Portugalete para hablar con Jes¨²s Ramos de aquella noche del 25 de abril de 1987. Unas botellas de fuego entraron por la ventana y mataron a su mujer y a otro compa?ero del partido. Hablaron de su recuerdo. "Yo te puedo decir que a mi mujer la veo todos los d¨ªas, a todas horas, es como una luz que me gu¨ªa". Aquella tarde de junio de hace dos a?os, en el mismo lugar donde 20 a?os antes hab¨ªa visto a su mujer arder y morir por culpa de ETA y su locura, Jes¨²s Ramos despidi¨® al periodista con un apret¨®n de manos y un deseo, con un nudo en la garganta: "Yo ya no espero que me pidan perd¨®n, nunca lo han hecho, pero ojal¨¢ Zapatero tenga suerte y acabe con tanto sufrimiento".
No hubo suerte. Y lo peor es que el caso de Uribarrena -o del cristalero de Azkoitia- no son los ¨²nicos. En Pasaia mismo hay m¨¢s asesinos de ETA que, despu¨¦s de pasar una temporada en la c¨¢rcel, no muestran se?ales de arrepentimiento. Uno de ellos, trabajador en uno de los barcos atracados en el muelle, deja sus quehaceres cuando ve aparecer a un concejal socialista y a sus escoltas. Se pone de pie. Los mira desafiante. Y no les quita la vista de encima hasta que desaparecen. Los guardaespaldas ya saben qui¨¦n es, porque apenas hay secretos en un pa¨ªs tan peque?o, y evitan responder a la provocaci¨®n. Pero cuando se van, el concejal se queda en su casa que a la vez es su prisi¨®n. Desde su balc¨®n puede ver al viejo terrorista disfrutar de una libertad que ¨¦l no tiene.
Bixen Itxaso, el concejal socialista agredido, veterano luchador por las libertades, no quiere hablar de lo que pas¨® el lunes. Prefiere que los turistas catalanes se lleven de Pasaia el recuerdo de la traves¨ªa en motora. Y de una trainera surcando la bah¨ªa en una tarde de paz aparente.
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