A bordo del conflicto
Ruge la bocina y resopla el motor; 41.000 kilos de hierro a cinco por hora en la M-40. Hoy se va lento. Y no es que a ?ngel, de 50 a?os y padre de dos hijos, le guste fastidiar al personal. Pero "hay que dejarse ver" porque es un d¨ªa de lucha. A tres metros sobre el nivel del asfalto, formando un atasco monumental, unos 200 camiones le acompa?an desde Mercamadrid hasta la A-1 en un recorrido de unos 20 kil¨®metros que dura cinco horas. El ruido es atronador. Porque ?ngel, como muchos otros compa?eros, no cobra desde hace tres meses por la subida de precio del petr¨®leo. Y porque hasta que no han montado este descomunal l¨ªo nadie les ha hecho ni caso.
La emisora no se calla ni un segundo. Las ¨®rdenes son confusas, nadie asume el mando. "Cortamos la M-30", "nos cruzamos en la A-1"..., "?A por ellos!". En eso s¨ª est¨¢n de acuerdo. Pero las 200 cabezas tractoras paran a la altura de la avenida de la Albufera y se improvisa un piquete en medio de la calzada. Al transportista que no pare, al esquirol que siga sin mirar a los lados, pedrada.Y una de esas piedras se la acaba llevando un Guardia Civil. "?A ellos no, joder! Se est¨¢n portando bien", se desga?ita un camionero ataviado con un peto amarillo. As¨ª que en la siguiente, el del brazo de oro apunta bien y se la lleva de pleno una furgoneta de Correos. La conductora pisa el acelerador aterrorizada y sale zumbando. Los camioneros no se andan con tonter¨ªas. "Llegaremos hasta donde haga falta ?Es nuestra comida!", grita uno.
Son las once de la ma?ana y es el primer incidente violento. Cinco horas antes, a las puertas de Mercamadrid, no hab¨ªa ni un alma. S¨®lo dos furgonetas de antidisturbios y el tr¨¢fico habitual de un lunes. Eso s¨ª, casi ning¨²n cami¨®n sal¨ªa cargado del recinto. Por si las moscas. "Yo ya le he dicho a mi jefe que al m¨ªnimo problema me bajaba. A m¨ª, como si queman el tr¨¢iler", dice un conductor que entra sigilosamente.
El mercado de fruta, cerrado. El de pescado, con m¨¢s actividad que otro lunes. "Hemos recibido un 30% m¨¢s de g¨¦nero. Para abastecernos. Esto durar¨¢ hasta el mi¨¦rcoles. Si entonces todav¨ªa hay paros, comenzar¨¢n los problemas. Puede ser una huelga muy dura", vaticinaba Juan junto a un at¨²n abierto en canal. Lo mismo sucede en el de carne. Juan Calbacho, con su bata blanca y ejerciendo de portavoz, no era optimista. "Hay g¨¦nero para tres d¨ªas m¨¢s. Y esto ser¨¢ un problema para los peque?os. Puede ser una tragedia".
Pero la revoluci¨®n iba a ser fuera. Televisada. En los camiones que al cierre de Mercamadrid hab¨ªan comenzado el desfile por la M-40. En la cabina de ?ngel. En la del resto de conductores que pueden tirarse 15 horas al d¨ªa conduciendo para que luego les cueste m¨¢s el gas¨®leo que el dinero que reciben por la carga. A bordo de unas m¨¢quinas que se beben 700 euros de carburante como si nada.
Tras una larga parada y largas discusiones por radio, vuelve a arrancar la caravana. El plan, que se concibi¨® el s¨¢bado por la tarde en el campo de f¨²tbol de Morata de Taju?a, era colapsar Madrid. Montar una ratonera que incluyera la M-30. Pero de momento hay que llegar a la A-1 y cortarla en el kil¨®metro 16, a la altura de Alcobendas.
Las bestias rugen y avanzan lentas. Ocupan dos de los tres carriles, pero cada poco alguno pasa al tercero y el colapso es total. ?ngel sonr¨ªe. "Ahora me toca a m¨ª". Volantazo y a la izquierda.
"La empresa es de mi hermano. Trabaj¨¢bamos yo y mi hijo. Cuando empezaron las subidas, al chico tuvimos que despedirlo porque no pod¨ªamos pagarle", cuenta ?ngel al volante de su Mercedes. En la emisora, algunos compa?eros cuentan que "en Velilla se han liado a tortazos". Cada tantos mensajes hay consignas contra los pol¨ªticos. Al presidente del Gobierno nunca le han insultado tanto en una emisora. En ninguna.
Primera parada y fin de trayecto para el acompa?ante. En Alcobendas, con las cuatro torres de la antigua ciudad deportiva banderilleando la silueta de Madrid, los camioneros preparan el asalto de hoy.
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