Concordia
La ¨²nica arma que nos queda a los vascos y vascas para defendernos de Ibarretxe es el humor
No esperen nada trascendente de estas l¨ªneas, ning¨²n tratado sobre la exaltaci¨®n de la convivencia. Concordia, en un gui¨®n cinematogr¨¢fico de finales de los cincuenta; es una imaginaria rep¨²blica centroeuropea presidida por el inigualable Peter Ustinov que es descubierta durante una asamblea de la ONU como un pa¨ªs neutral en medio de la m¨¢s dura de las guerras fr¨ªas. La peli se llamaba Romanof y Julieta, que eran los hijos de los embajadores de la URSS y de EE UU, respectivamente, que, para que nada faltara, estaban enamorados juvenil y apasionadamente.
La pel¨ªcula, bajo su p¨¢tina de humor, dejaba huella y estaba muy bien hecha, no en vano gui¨®n y direcci¨®n eran del mismo Ustinov. Tanto que la ejecutiva de ETA tuvo que prohibir que el saludo oficial del Estado de Concordia fuera adoptado como saludo secreto, y jocoso, de esa organizaci¨®n de mis desgracias juveniles. El saludo consist¨ªa en colocar junto a la sien la mano derecha en forma de cabeza de cisne hacia delante, a la vez que se levantaba graciosamente la pierna del mismo lado hacia detr¨¢s y se realizaba un giro de noventa grados de todo el cuerpo con el pie izquierdo. Nos re¨ªamos tanto con el saludo que tuvo que prohibirse, no fuera que por su uso quedara identificada por la Brigada Pol¨ªtico Social toda la ETA de aquella ¨¦poca, que ¨¦ramos cuatro y un tambor. De eso hace ahora cuarenta a?os, justo antes de que se sumiera y se engolfara en la espiral de muerte y brutalidad que todav¨ªa padecemos.
No se trataba de un filme de culto, pero para m¨ª como si lo fuera. Atosigada por las presiones de las dos grandes potencias -el env¨ªo aparentemente solidario de tropas sovi¨¦ticas para defender la soberan¨ªa del peque?o Estado, o de cr¨¦ditos al desarrollo y frigor¨ªficos y lavadoras lanzadas en paraca¨ªdas por Estados Unidos-, Concordia decide defenderse. Declara el estado de guerra, arma a sus campesinos con viejos fusiles de la Primera Guerra Mundial, detiene a todos los miembros de ambas embajadas y cuando va a fusilar a todos los extranjeros en plena plaza del pueblo, incluidos los j¨®venes enamorados dispuestos a morir en un abrazo final, ¨¦stos descubren que los fusiles no disparan porque Concordia es tan pobre que no tiene ni para balas. Una carcajada final de todos acaba con la tensi¨®n, a la vez que aprenden la lecci¨®n de que la ¨²nica arma que le quedaba a los concordianos y concordianas para defenderse de rusos y americanos era el humor.
Pienso que la ¨²nica arma que nos queda a los vascos y vascas para defendernos de Ibarretxe es el humor. Hay que tomarse a chufla las retorcidas y oscuras preguntas que ha decidido endi?arnos para que decidamos el futuro. Probablemente el suyo, porque el nuestro lo hacemos cada d¨ªa. ?Y por qu¨¦ s¨®lo esas preguntas? Todos debi¨¦ramos hacernos las que deseemos, ?qu¨¦ mal hay en ello? Si queremos ser m¨¢s bajitos, bajitas, altas o altos, si se desea reubicar en la isla de Palma a todo a este pueblo en marcha, o ganar mil euros m¨¢s al mes, lo que se nos ocurra, a ver si descubre el buen se?or que hay preguntas irrealizables en los viejos estados europeos, salvo que se desee el caos.
Se nos dir¨¢, como a los vecinos de Amorebieta ante la t¨¦rmica de Boroa, que no tenemos derecho nosotros a preguntar nada, pero la cuesti¨®n es que el tan indomable lehendakari pregunt¨®n tampoco tiene derecho para hacerlas. As¨ª que observemos con guasa el tema, que hay de verdad muchos otros problemas m¨¢s serios que merecen nuestras preocupaciones, empezando por c¨®mo llegar a final de mes, que es la gran pregunta que nos tenemos que hacer todos los d¨ªas.
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