Atrapados en un descampado de Montmel¨®

El remolque del cami¨®n hace las veces de comedor a un grupo de transportistas checos y eslovacos. Sentados alrededor de una mesa con una gran cazuela de arroz y un barril de cerveza, se entretienen con el segundo gol que marca Espa?a en su debut en la Eurocopa. "Yo voy con Rusia", confiesa uno. As¨ª pasan el rato. Llevan desde el lunes por la tarde atrapados en un aparcamiento anexo al circuito de Montmel¨®.

Algunos de los que permanecen a la espera del fin del paro de transportistas llegaron acompa?ados por los Mossos d'Esquadra, que les advirtieron de que la frontera estaba bloqueada por los camiones. A otros, como Mireil Sikora, los llevaron los piquetes. "Nos dijeron que tendr¨ªamos comida, agua, duchas y lavabo. Y s¨®lo hay lavabo", se queja.

Sikora lleva el m¨®vil en la mano, esperando que le llame su familia. Una vez finalizada la competici¨®n del Circuito de Albacete del Campeonato de Europa de Camiones, deb¨ªa regresar a Praga (Rep¨²blica Checa) para estar con los suyos. "Me parece bien la huelga, pero no es un problema s¨®lo de Espa?a. Es m¨¢s, aqu¨ª la gasolina es mucho m¨¢s barata que en mi pa¨ªs. Deber¨ªan ponerse de acuerdo todas las patronales europeas. Lo que no tiene sentido es que a m¨ª, que trabajo en un equipo deportivo, me hagan parar aqu¨ª", razona.

M¨¢s de un centenar de veh¨ªculos, la mayor¨ªa de Europa del Este, aguardan en este descampado el fin de la huelga. S¨®lo tienen ba?os. La polic¨ªa catalana les llev¨® bocadillos y agua durante la noche del lunes, pero ayer no. Cuando un transportista pide agua para asearse, un mosso se disculpa de que la zona no tenga duchas, como los aparcamientos de La Jonquera. Forman corrillos y cocinan juntos, o bien se van a comprar al supermercado, a m¨¢s de dos kil¨®metros de la zona. Imposible escapar. "Ayer uno lo intent¨® y volvi¨® con las luces de delante rotas", agrega Sikora. "Estamos atrapados", ironiza.

Cualquier cosa sirve para matar el tiempo. Pero la principal es estar pegado ante un transistor o un peque?o televisor para buscar, no siempre con ¨¦xito, informaciones sobre el paro. O mejor, sobre el fin del paro. "?Ha intervenido ya en esto Zapatero?", pregunta Jacob Canek, un checo al que la huelga lo pill¨® tras dejar una mercanc¨ªa de polipropileno en Sant Cugat.

En otro extremo del aparcamiento, el esloveno Saso Kaisersberger asa un bistec en una cocina de camping gas junto a un camionero serbio y otro de Bosnia y Herzegovina. Sus dos colegas est¨¢n mosqueados. "?Por qu¨¦ se quejan si en Espa?a el combustible es m¨¢s barato?", grita el serbio. A?ade que es la primera vez que visita Espa?a, y no le quedan ganas de volver. "S¨®lo quiero regresar", remacha.

A Juan Rodr¨ªguez le da todav¨ªa m¨¢s rabia quedarse en el descampado porque desde ah¨ª ve perfectamente su casa. "Est¨¢ all¨ª, en Sant Lloren? Savall", se?ala con el dedo. "Pero macho, no voy a dejar el cami¨®n tirado con la que est¨¢ cayendo", dice. Volv¨ªa de descargar mercanc¨ªas en la Henkel de Malgrat de Mar cuando un piquete lo hizo parar y lo condujo hasta el descampado. Asiente un compa?ero, que no da el nombre: "son agresivos. Me dijeron de todo. Y ellos son aut¨®nomos, pero yo asalariado", dice. Ahora su preocupaci¨®n es arreglar la radio rota de su veh¨ªculo. Tal vez por la noche escuche buenas noticias que le ayuden a conciliar el sue?o.