Sue?os manufacturados
Particip¨® en la revoluci¨®n rusa de 1905, siendo apenas un adolescente, en compa?¨ªa de su amigo Nicol¨¢i Bujarin; vivi¨® en Par¨ªs, donde trab¨® amistad con Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire; viaj¨® a la Espa?a de la II Rep¨²blica, escribi¨® ensayos sobre la situaci¨®n de sus trabajadores y fue corresponsal de prensa durante la Guerra Civil, donde conoci¨® a Buenaventura Durruti; critic¨® la novela Doctor Zhivago, de su amigo Bor¨ªs Pasternak, por considerarla "falsa"; se opuso a las tesis de M¨¢ximo Gorki sobre la necesidad de trasladar los ideales del comunismo al terreno del arte; se dice que la rabia de sus art¨ªculos de prensa acerca de la crueldad de la Alemania nazi contra los civiles sovi¨¦ticos provoc¨® la inclemencia del Ej¨¦rcito ruso durante la contraofensiva; trabaj¨® en el Comit¨¦ Antifascista Jud¨ªo junto a Vasili Grossman, el autor de Vida y destino, y firm¨® junto a ¨¦ste Libro Negro, en el que se documenta el exterminio jud¨ªo en la Europa oriental; fue diputado del S¨®viet Supremo, y con su novela El deshielo dio nombre a una etapa de la historia de su pa¨ªs. Desde luego, Ili¨¢ Ehrenburg (Kiev, 1891-Mosc¨², 1967) tuvo una vida de pel¨ªcula. De pel¨ªcula de corte pol¨ªtico, de pel¨ªcula de corte social, de pel¨ªcula de corte intelectual.
La historia del siglo XX se puede contar analizando su existencia y sus escritos; sus idas y venidas; sus jugosos comentarios sobre el papel de los dirigentes, de los trabajadores, de los intelectuales y de los empresarios de medio mundo. El siglo XX es el de las guerras mundiales, el de los genocidios y el del triunfo del capitalismo. Todo ello fue analizado por Ehrenburg. Pero el siglo XX, en materia art¨ªstica, puede considerase como el siglo del cine. Como no pod¨ªa ser de otra forma, el periodista sovi¨¦tico tambi¨¦n escribi¨® sobre ello: el apasionante ensayo La f¨¢brica de sue?os, editado por vez primera en 1931, y que ahora publica en Espa?a la editorial Melusina.
"?Cree que s¨®lo se puede ganar dinero comerciando con az¨²car o lana? Por supuesto que la gente quiere comer bien y vestirse mejor. Pero los hombres no son bestias salvajes. Se lo digo como artista y fil¨®sofo que soy. La gente tambi¨¦n quiere so?ar. Necesitan urgentemente que alguien les permita ver sue?os hermosos. Y eso es lo que haremos: fabricarles sue?os hermosos, sue?os en serie, divertidos sue?os a precio de ganga". Ehrenburg pone en boca de Adolph Zukor, magnate de la industria y fundador de la Paramount, un ir¨®nico cat¨¢logo de intenciones que engloba las primigenias caracter¨ªsticas del cine en EE UU: emoci¨®n y dinero. Los sue?os para los demandantes. La pasta para los ofertantes. Nada dice el escritor sovi¨¦tico (ni, por supuesto, el tibur¨®n de la producci¨®n) sobre su esencia art¨ªstica. El cine es simple fuente de ilusiones, elemento de manipulaci¨®n pol¨ªtico-social. El cine, y no la religi¨®n, es el verdadero opio del pueblo, viene a decir Ehrenburg: "El obrero no piensa mientras est¨¢ en el cine. Entretenido con su goma de mascar, mira la pantalla sobre la que se suceden labios, rev¨®lveres, edificios, pecheras: vidas ajenas".
Ehrenburg traza un demoledor retrato de Zukor, pero no s¨®lo de ¨¦l. Tambi¨¦n de George Eastman, due?o de la Kodak, al que acusa, entre otras cosas, de propagar la apolog¨ªa de la delaci¨®n entre sus obreros: "A su muerte dejar¨¢ tras de s¨ª f¨¢bricas, talleres, tiendas: todo un emporio. Mas no le basta con eso. En realidad, sabe lo que no dejar¨¢ tras su muerte: ni hijos ni afecto". O de Will Hays, inspirador del restrictivo c¨®digo de autocensura que lleva su apellido, que se define a s¨ª mismo con esta parrafada del escritor: "Tenemos que saber transmitirles nuestra poes¨ªa, la poes¨ªa del ideal y del d¨®lar, la poes¨ªa de la lucha por el ¨¦xito, esa que ense?a que los poderosos mandan y los d¨¦biles trabajan (...). Pero eso no basta: necesitamos programarles tambi¨¦n los sue?os". Los intereses econ¨®micos se al¨ªan con la estrategia pol¨ªtica, siempre en beneficio de unos pocos. Cada uno tiene su lugar en el mundo. El cine re¨²ne todos los principios vivos de la cultura; la ciencia y la industria; el arte y la religi¨®n... La ciencia es la lucha por las patentes. El arte, la lucha por las estrellas. La industria, los dividendos que obtiene Zukor. Y la religi¨®n, el c¨®digo divino de Hays. Ehrenburg carga con sa?a y reivindica a los m¨¢s d¨¦biles, a los ¨²nicos de los que nadie se acuerda cuando sue?an con una pel¨ªcula: los trabajadores de la americana Kodak, la alemana AGFA y la francesa Path¨¦, que se ahogaban por las emanaciones de gas, que tiritaban de fr¨ªo, que se quedaban sordos. "Son topos, son murci¨¦lagos". Ellos manufacturaban los sue?os. Con sus manos y sus vidas.
La f¨¢brica de sue?os. Ili¨¢ Ehrenburg. Traducci¨®n de Jorge Ferrer. Melusina. Barcelona, 2008. 240 p¨¢ginas. 10 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.