Atado a un cami¨®n que va hacia el abismo
Los transportistas justifican la huelga por su desesperada situaci¨®n econ¨®mica
El momento decisivo de la huelga lleg¨® el mi¨¦rcoles por la ma?ana cuando el centenar de camioneros que bloqueaban la Nacional I desde hac¨ªa dos d¨ªas y que hab¨ªan convertido Madrid en una ratonera desabastecida escucharon los gritos de los compa?eros de la primera fila:
-?A los camiones! ?Subid a los camiones! Cerrad las ventanas. Poned los seguros. ?Vienen los antidisturbios a echarnos! ?Atentos a la emisora!
?ngel y Jos¨¦, camioneros de Madrid, obedecen al momento. Se encierran cada uno en su cabina. Se disponen, algo nerviosos, a esperar instrucciones de Jos¨¦ Belmonte, El Gitano, el carism¨¢tico camionero de Morata de Taju?a que se ha erigido como l¨ªder del grupo. ?ngel acaricia a su perra Suri, que duerme al fondo de la cabina. Jos¨¦, con bigote, calvo, mira por el retrovisor: un grupo de polic¨ªas antidisturbios con cascos y porras se despliega junto a los camiones, decidido a despejar la carretera y a liberar Madrid de la tenaza. ?ngel, cada vez tenso, escucha la emisora, donde los camioneros de la cabeza de la fila informan al resto:
"Est¨¢n deteniendo a Belmonte", gritaba la emisora de los camioneros
"Si encontrara a alguien, le vend¨ªa mi cami¨®n", dice un transportista
-?Est¨¢n deteniendo a gente! ?Se llevan a Belmonte!
-?Se llevan a Belmonte!
-?No lo vamos a consentir! ?Si hace falta saltamos el control y nos vamos todos a la M-30 y paramos Madrid! ?Con nuestra herramienta de trabajo, con nuestros cojones!
Pero nadie se mueve. ?ngel indica a Jos¨¦ que baje un momento la ventana. Y le grita:
-Esto se pone chungo.
?ngel ?lvarez, de 40 a?os, y Jos¨¦ Gonz¨¢lez, de 47, son amigos, crecieron en el mismo barrio de San Blas, en la periferia de Madrid, y hace un par de a?os decidieron aprovechar juntos el arre¨®n econ¨®mico para hacerse aut¨®nomos y socios a la vez: se hipotecaron y compraron un cami¨®n cada uno. Se dedican a transportar tierras y materiales para obras. Hasta ese momento, se ganaron la vida como camioneros de carretera, llevando portacoches cargados de turismos por toda Europa. Ganaban cerca de 2.500 euros al mes. Jos¨¦ comenta que con la avalancha de obras p¨²blicas y con el sector de la construcci¨®n en ebullici¨®n en Madrid, pens¨® que hab¨ªa llegado el momento de dejar de viajar. Cada cami¨®n les cost¨® 60.000 euros. Jos¨¦, que ten¨ªa pagada su casa, la puso como aval para el pr¨¦stamo; ?ngel, que vive de alquiler, present¨® la de sus padres. Se asignaron un sueldo, esperando reinvertir los beneficios. Al principio les fue bien...
Un polic¨ªa antidisturbios abre y cierra el pu?o y ?ngel le observa detenidamente.
-?Compa?eros! -sigue diciendo alguien por la emisora- Los polic¨ªas han detenido ya a casi treinta, entre ellos Belmonte. ?Qu¨¦ hacemos?
-Pues que nos detengan, no vamos a abandonar a los compa?eros. ?Fuenteovejuna, joder!
-?Si sueltan a Belmonte y a los dem¨¢s nos vamos, nos vamos pac¨ªficamente, pero todos!
La asociaci¨®n a la que pertenece este grupo de camioneros se denomina Plataforma por la Defensa del Transporte de Carretera. El Gobierno no les reconoce ninguna representaci¨®n, nadie sabe qu¨¦ porcentaje del sector aglutina (ni siquiera ellos, que aventuran un exagerado 33%). Se form¨® espont¨¢neamente en Galicia y se ha ramificado por toda Espa?a a base de tel¨¦fonos m¨®viles.
Constituyen la agrupaci¨®n m¨¢s desorganizada, atomizada y rebelde de todas las asociaciones de transportistas de Espa?a. No han aceptado el acuerdo que el Ministerio de Fomento firm¨® con otras asociaciones. Piden que el Gobierno regule el sector de forma que se garantice que no trabajar¨¢n bajo coste. Algo que el ministerio considera imposible y descabellado en una econom¨ªa de libre mercado. Todav¨ªa hoy siguen en huelga. Aunque el mi¨¦rcoles renunciaron a bloquear carreteras. En su seno incluyen grup¨²sculos violentos, dispuestos a salir de noche con navajas para pinchar ruedas de camiones que no secunden el paro.
?ngel y Jos¨¦ no son violentos. Acudieron a la Nacional I, a la llamada de sus compa?eros porque, seg¨²n dicen, no pueden m¨¢s. Las obras p¨²blicas han desaparecido, la construcci¨®n se ha desplomado. Se han rebajado el sueldo que se pusieron a?os atr¨¢s. Ganan unos 800 euros al mes. Pero necesitan facturar tres y cuatro veces m¨¢s para cubrir los gastos de la letra del cami¨®n y del combustible, que ha subido un 33% en seis meses.
Jos¨¦, que tiene tres hijos, de 18, 11 y 6 a?os, asegura que si alguien le comprara ahora mismo la sociedad, se la vend¨ªa por el importe de las deudas. "Y me quedaba limpio y me buscaba la vida por ah¨ª", a?ade. Ahora piensa en trabajar los fines de semana; ?ngel tambi¨¦n.
No son los ¨²nicos en esta caravana vigilada por los antidisturbios que lo est¨¢n pasando mal. Pedro Pablo Calder¨®n tiene 47 a?os, una hija de 16 y el tel¨¦fono cortado por falta de pago. Este mes ha ganado 660 euros. Al lado se encuentra Francisco Javier Cicu¨¦ndez, de 33 a?os. Paga 1.700 euros de letra de un cami¨®n que no utiliza casi por la falta de trabajo. Ning¨²n banco le avala ya. En diciembre nacer¨¢ su segundo hijo. Su hermano, Jos¨¦ Antonio, a¨²n se encuentra peor. Est¨¢ separado, tiene dos hijos, y entre la letra del piso, la del cami¨®n, y la pensi¨®n, debe pagar al mes cerca de 6.000 euros.
"Ya he ido al banco varias veces con el cami¨®n para decirle que ah¨ª lo tiene, que no lo quiero", cuenta. Cada vez que le llega un ingreso se apresura a llenar el tanque de gas¨®leo a fin de que el banco o la Visa no se lo succione. Es un experto en diferir pagos, en caminar por la cuerda floja financiera.
El mi¨¦rcoles, todos estaban encerrados en su cami¨®n, desmoralizados por un futuro econ¨®mico m¨¢s que sombr¨ªo, observados por los antidisturbios, atentos a los comentarios de la emisora:
-?Que suelten a Belmonte y a los otros y nos vamos!
-?Eso, que los suelten! ?Fuenteovejuna!
-Dice la polic¨ªa que si no nos vamos ahora nos detienen a todos. Y la detenci¨®n significa multa y tres meses sin carn¨¦.
Sobrevino un silencio brutal. Lleg¨® el momento decisivo. Irse y dejar la carretera libre o quedarse y jug¨¢rsela y compartir el destino de los compa?eros detenidos.
-Yo no puedo aguantar tres meses sin trabajar.
-Ya hemos demostrado lo que somos.
-Lucharemos mejor por Belmonte y los otros si estamos libres y los camiones aparcados.
Salieron uno a uno, por separado, siguiendo d¨®cilmente las ¨®rdenes de un antidisturbios que ejerc¨ªa de guardia urbano.
Desde entonces, los miembros de esta asociaci¨®n que nadie sabe a cu¨¢ntos camioneros re¨²ne, integrada por los m¨¢s desesperados, capaces de bloquear Espa?a, siguen en huelga. Por ahora, con los camiones aparcados.
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