El pueblo de los m¨¢s duros
En Tallaght, una localidad irlandesa de clase obrera, el 'no' arras¨® por el par¨®n econ¨®mico y la desconfianza hacia la UE
Tallaght, un suburbio de clase trabajadora irlandesa ubicado unos 15 kil¨®metros al suroeste de Dubl¨ªn, no parec¨ªa ayer nada consciente de haber sido el epicentro del terremoto pol¨ªtico que ha hecho tambalear el Viejo Continente. Esta circunscripci¨®n fue, de las 43 zonas en las que se subdivide Irlanda, la que con m¨¢s contundencia grit¨® no contra el Tratado de Lisboa en el refer¨¦ndum del jueves pasado. Un 65% de los votantes de Tallaght vot¨® en contra del texto europeo, frente a una media nacional del 53%.
La contundencia del voto en la zona podr¨ªa hacer pensar en un alto grado de concienciaci¨®n de sus vecinos. Algunos podr¨ªan creer que en Tallaght se realiz¨® una campa?a intensiva, puerta a puerta, entre los 70.000 habitantes con derecho a voto para explicarles las ventajas del no; que la gran derrota del s¨ª se debi¨® a un despliegue aguerrido en defensa de alg¨²n inter¨¦s com¨²n del colectivo social del ¨¢rea que se ve¨ªa amenazado por el contenido del Tratado de Lisboa.
Pero al entrar en Tallaght, superados la circunvalaci¨®n viaria M-50 y varios conjuntos de viviendas protegidas, se descubre una realidad diferente, hecha de la desconfianza hacia un tratado casi ininteligible y del que nadie supo extraer una ventaja concreta -una sola- para el pueblo.
Desconfianza que, en Tallaght, se multiplic¨® por el malestar social ante el frenazo econ¨®mico irland¨¦s, m¨¢s acusado en una zona relativamente pobre como ¨¦sta. Aqu¨ª, paro y criminalidad tienen tasas m¨¢s elevadas que en el resto del pa¨ªs. Los responsables de ello son, para la gente, los mismos pol¨ªticos que ped¨ªan el s¨ª. Todos en coro, pero con escasa claridad.
Paddy Walker, vecino de Tallaght, de unos 50 a?os, traga un sorbo de caf¨¦ americano antes de ofrecer su punto de vista. Est¨¢ sorprendido, al igual que los dem¨¢s vecinos entrevistados para este reportaje, de encontrarse en la circunscripci¨®n donde ha sido m¨¢s fuerte el no. No tienen ni idea, el suyo no fue un movimiento colectivo, consciente, organizado. Tallaght no es un feudo del Sinn Fein, que ped¨ªa el no, ni de ninguna organizaci¨®n de ese bando.
Otro sorbo despu¨¦s, Walker suelta: "Creo que aqu¨ª la gente no ha entendido qu¨¦ cosas buenas aportar¨ªa el tratado. Lo poco que entendieron de ello fue que Bruselas tendr¨ªa m¨¢s poder e Irlanda, menos. Para eso, mejor quedarse como estamos, debi¨® de pensar la gente", explica este habitante de Tallaght.
"?sta es una zona con mucho paro y escaso nivel educativo", comenta Audrey, empleada en el centro comercial, el ¨²nico lugar de encuentro de Tallaght, una localidad formada por calles dormitorio, repletas de casitas de dos o tres pisos con pinta de los a?os sesenta y valor comercial m¨¢s bien escaso. "No s¨¦ si lo que dec¨ªa la campa?a del no es todo verdad, pero desde luego era m¨¢s claro y convincente. Aqu¨ª la gente no tiene tantas herramientas como para formarse un juicio aut¨®nomo, y muchos se quedaron con lo que les pareci¨® m¨¢s claro". Audrey no vot¨®. La tasa de participaci¨®n de Tallaght fue del 53%, el mismo porcentaje que la media nacional.
La que s¨ª vot¨® es su compa?era Mary. Un no grande como una casa, que hubiese querido valer por dos. "Europa nos trae problemas. Desde que han entrado los pa¨ªses del Este tenemos aqu¨ª un mont¨®n de inmigrantes. Y ahora que vuelve el paro, ?qu¨¦ hacemos? Tambi¨¦n nos machacan la agricultura". Mary no tiene en cuenta que Irlanda ha sido uno de los mayores receptores de fondos comunitarios, con un saldo positivo de 55.000 millones de euros en los 35 a?os de pertenencia al club europeo.
Si la vena antieuropea, y hasta un poco xen¨®foba, es totalmente minoritaria en un pa¨ªs agradecido a Europa, comparte abiertamente con las otras motivaciones clave del no el rechazo a instituciones lejanas, poco transparentes y muy tecn¨®cratas como las europeas.
"El de Tallaght es un no contra el establishment, no contra Europa", repiten en los mismos t¨¦rminos una joven trabajadora de la biblioteca municipal y un taxista.
Dubl¨ªn, que est¨¢ a s¨®lo 15 kil¨®metros, queda a casi una hora de tren. Bruselas, sin duda, debi¨® de parecer a esta gente demasiado lejana -y quiz¨¢ un poco arrogante- como para entregarle m¨¢s poder renunciando al veto en muchas materias.
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