Un 'western' oper¨ªstico y picaresco
Ma?ana, por 9,95 euros, 'El bueno, el feo y el malo', de Sergio Leone
Cuando se habla de spaghetti western a¨²n hay quien desenfunda el rev¨®lver de sus prejuicios, cargado con una escueta munici¨®n de ideas recibidas, sin caer en la cuenta de que no son aplicables los mismos par¨¢metros para valorar el western cl¨¢sico americano y sus revisiones mediterr¨¢neas. El holand¨¦s Evert Jan van Leeuwen aportaba en la p¨¢gina web del Bright Lights Film Journal una interesante clave para aislar el toque de distinci¨®n del spaghetti western: una perspectiva grotesca, regida por el esp¨ªritu del g¨®tico americano, que subvert¨ªa la visi¨®n ut¨®pica y nost¨¢lgica inmortalizada por los cl¨¢sicos del g¨¦nero.
A prop¨®sito de El bueno, el feo y el malo (1966), oper¨ªstico cierre de la trilog¨ªa del d¨®lar de Sergio Leone abierta en Por un pu?ado de d¨®lares (1964) y continuada con La muerte ten¨ªa un precio (1965), Van Leeuwen se?ala que el Oeste dibujado por el cineasta "parodia la ideolog¨ªa del western de Hollywood sostenida en un destino manifiesto y en la masculinidad heroica, subrayando la desintegraci¨®n total de la comunidad, la familia y los valores morales bajo las leyes de la violencia masculina y el deseo ego¨ªsta de poder".
En El bueno, el feo y el malo, Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee van Cleef dibujan un mapa de la supervivencia picaresca sobre el tel¨®n de fondo de una guerra civil americana que parece sumergida en su fase terminal. Sergio Leone inflama su material, aparentemente esquem¨¢tico, para construir una aut¨¦ntica fiesta del estilo, una celebraci¨®n del lenguaje cinematogr¨¢fico como instrumento para la amplificaci¨®n y la dilataci¨®n en el tiempo del puro placer del espectador: escenas como la del duelo final en el cementerio circular o la del interrogatorio que sufre Tuco (Wallach) en manos de Angel Eyes (Van Cleef) -con su montaje paralelo entre la tronada orquesta de la c¨¢rcel y las explosiones de brutal violencia- se encuentran entre sus m¨¢s incontestables triunfos. Pero hay m¨¢s: no existen las escenas olvidables, ni los tiempos muertos en esta pel¨ªcula, cuya versi¨®n ¨ªntegra alcanza las tres horas de duraci¨®n, desde ese duelo en una ciudad fantasma constantemente bombardeada hasta la espectral aparici¨®n de ese carruaje cargado de muerte que disparar¨¢ la acci¨®n en nuevas direcciones.
El di¨¢logo entre Tuco y su hermano fraile o el largo episodio que culmina con la destrucci¨®n del puente -ese acto de aparente rebeld¨ªa que permite morir en paz al militar alcoh¨®lico, convencido del absurdo de la guerra-, confirman que en Sergio Leone la forma no vence al fondo, sino que lo sublima y enriquece. El bueno, el feo y el malo result¨® excesiva y arriesgada para su ¨¦poca: el tiempo le ha sentado muy bien.
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