Tras las huellas de la 'fiebre del oro' en el Yuk¨®n
Los asentamientos mineros canadienses del XIX son hoy una atracci¨®n para aventureros que llegan en canoa. No olvide el pulverizador de pimienta para ahuyentar a los osos
Hay muchas razones para viajar. Se puede salir de casa por algo tan sencillo como la curiosidad o, incluso, tan s¨®lo para ir de compras o para ligar; o como asegura mi amigo Manu Leguineche, por pasear un sue?o. Un personaje de Stringer dec¨ªa en una obra: "No tengo casa, tengo una maleta"; Bernard Shaw cre¨ªa que "el hotel es el mejor refugio contra el hogar familiar"; y Chatwin afirmaba: "Viajamos literariamente". A otros nos gusta viajar siguiendo mitos, esto es: pisando el paisaje de un gran libro o de alguna epopeya. Y el m¨¢s pr¨®ximo de los que recientemente me han convocado a un largo viaje ha sido el del oro del Yuk¨®n, la ¨²ltima gran marea de la historia humana desatada en el planeta en busca del precioso metal.
En 1897, dos vapores llegaban a los puertos de Seattle y San Francisco llevando a bordo unas pocas docenas de mineros y un cargamento, entre ambos barcos, de tres toneladas de oro extra¨ªdas del lejano r¨ªo Klondike, un tributario del Yuk¨®n que discurre en las entra?as del noroeste canadiense. La noticia dio origen a lo que los peri¨®dicos de entonces calificaron como "estampida"; y cerca de 100.000 personas se pusieron en marcha en apenas unas semanas en busca de fortuna. Aquella locura colectiva, la llamada Gold Rush (carrera del oro), fue retratada burlescamente por Charles Chaplin en su famosa pel¨ªcula La quimera del oro. Y muchos de los mejores cuentos de Jack London, que se incorpor¨® como un minero m¨¢s a la estampida, tienen como escenario el Klondike y el Yuk¨®n.
El viaje puede hacerse hoy en forma muy parecida a como entonces se hac¨ªa, pues una vez que el oro se agot¨®, tres a?os despu¨¦s, casi todo cuanto la civilizaci¨®n llev¨® a aquellas latitudes fue desapareciendo al paso del tiempo. De modo que la naturaleza brav¨ªa del Gran Norte ha vuelto a adue?arse de la geograf¨ªa del Yuk¨®n. Por otra parte, es tan sencillo ir all¨ª como recorrer una ruta por Grecia y Turqu¨ªa.
Empezamos en el extremo sur de Alaska, en la peque?a ciudad de Skagway, adonde puede llegarse por ferry o por avi¨®n. En la localidad, que lleg¨® a tener m¨¢s de 20.000 habitantes en 1897, y en la vecina Dyea, enclavada entonces en una bah¨ªa vecina y hoy desaparecida, se organizaban las expediciones para el paso de las monta?as que llevaban a los lagos en donde nace el Yuk¨®n. Desde Skagway part¨ªa una senda que conduc¨ªa a las alturas del White Pass, en donde estaba la frontera canadiense, y desde Skagway la que conduc¨ªa al Chilkoot Pass, otro paso fronterizo.
Hoy, ambas rutas siguen abiertas. La primera, que lleva al White Pass, puede realizarse con comodidad en tren, en el ferrocarril que se construy¨® en 1899 para los mineros y que hoy utilizan casi tan s¨®lo los turistas. Es un viaje espectacular, a bordo de vagones de ¨¦poca que se deslizan por las faldas de las monta?as y sobre imponentes abismos, con el mar a las espaldas y cumbres p¨¦treas al frente, cubiertas por nieves eternas. La otra alternativa, la que se dirige al Chilkoot, es un trekking de tres o cuatro d¨ªas, que concluye con la ascensi¨®n de las famosas Golden Stairs (escaleras doradas) cerca de la cima. Es un recorrido duro pero soportable, en el que es preciso tomar algunas precauciones a causa de los abundantes osos que habitan la regi¨®n.
Lagos a remo
Ya en las alturas, los buscadores se instalaban en los lagos Lindemann y Bennet, en donde se encuentran las fuentes del Yuk¨®n, y fabricaban sus barcas para comenzar el descenso del r¨ªo. A finales del verano de 1897, cientos de embarcaciones a vela o a remo se echaron r¨ªo abajo, atravesando los lagos Tagish y Marsh, hasta alcanzar la ciudad de Whitehorse, justo detr¨¢s de las peligrosas gargantas del Miles Canyon y los r¨¢pidos de White Horse. Hoy d¨ªa hay autobuses desde White Pass y el lago Bennet para llegar a Whitehorse, capital de la provincia canadiense conocida como Yukon Territory. La ciudad, que cuenta con algo m¨¢s de 15.000 habitantes, tiene muy poco inter¨¦s, salvo un peque?o museo que recuerda los d¨ªas del Gold Rush.
Setecientos cincuenta kil¨®metros de r¨ªo separan Whitehorse de Dawson City, la ciudad alzada en los d¨ªas del oro en la confluencia de los r¨ªos Klondike y Yuk¨®n. Hay una carretera de alrededor de 600 kil¨®metros entre ambas localidades, la Klondike Highway, pero con frecuencia se aleja del cauce del r¨ªo. De modo que, si uno quiere disfrutar de la naturaleza salvaje y solitaria del Yuk¨®n, la mejor manera de hacerlo es descender sus aguas en barco. El problema reside en que, si bien en la ¨¦poca de la "estampida" hab¨ªa decenas de vapores que realizaban el recorrido, ya no queda ninguno. As¨ª que la ¨²nica alternativa es descenderlo en canoa, a golpe de remo. Hay varias compa?¨ªas en Whitehorse especializadas en el alquiler de estas barcas, y agencias de viajes que organizan expediciones para seis u ocho pasajeros, en tres o cuatro canoas, con un recorrido entre las dos ciudades que dura doce d¨ªas. Sin duda es un viaje que requiere un notable esfuerzo f¨ªsico. Pero cualquiera en mediana forma puede llevarlo a cabo. Y resulta inolvidable.
Mi viaje por el r¨ªo lo contrat¨¦ con una agencia espa?ola, Tierras Polares, e ¨ªbamos seis viajeros en tres canoas. Comenz¨® un d¨ªa de comienzos de julio y, desde las primeras remadas, nos encontramos solos en la espl¨¦ndida y ruda naturaleza canadiense. Dorm¨ªamos en tiendas de campa?a en las riberas y las islas del r¨ªo y transport¨¢bamos nuestros alimentos en cubas cerradas herm¨¦ticamente. Rem¨¢bamos entre siete y diez horas diarias, dependiendo del tiempo y la velocidad de la corriente. Soportamos numerosas tormentas y d¨ªas de viento en los que resultaba casi imposible encender el fuego para preparar la cena.
Cada tarde, antes de acampar, deb¨ªamos inspeccionar el lugar escogido para asegurarnos de que no hab¨ªa huellas recientes de osos en las proximidades. Y despu¨¦s de la cena, antes de ir a dormir, hab¨ªa que encerrar las provisiones y los restos de comida en las cubas estancas, para que su olor no atrajese a los grandes plant¨ªgrados, que poseen un agudo sentido del olfato. Puesto que en Canad¨¢, al contrario que en Estados Unidos, no est¨¢n permitidas las armas de fuego, es necesario llevar pulverizadores que despiden un l¨ªquido aderezado con pimienta, al parecer muy eficaz para ahuyentar a los plant¨ªgrados cuando atacan. Por fortuna, en nuestro viaje no hubo ocasi¨®n de comprobar su efectividad.
El recorrido del Yuk¨®n presenta sus principales dificultades en el lago Laberge, no muy lejos de Whitehorse. Es un lago de 48 kil¨®metros de largo al que azotan s¨²bitas tormentas y vientos enloquecidos que pueden hacer zozobrar f¨¢cilmente cualquier canoa. Todas las gu¨ªas del r¨ªo advierten sobre la necesidad de extrema prudencia al navegar el Laberge, aconsejando que se haga arrimando las canoas a su orilla derecha. Sus aguas son muy fr¨ªas y cada a?o mueren de hipotermia varios cano¨ªstas cuando sus embarcaciones vuelcan a causa de los temporales.
R¨¢pidos de Five Fingers
El Yuk¨®n sale del Laberge como un estrecho curso de agua y se llama Thirty Miles durante una treintena de kil¨®metros, hasta llegar a Hootalinqua, un antiguo campamento de mineros abandonado hace d¨¦cadas. Luego va ensanch¨¢ndose en planicies solitarias, formando numerosas islas, regado por caudalosos tributarios como el Teslin, el Big Salmon River y el Little Salmon. A mitad del recorrido entre Whitehorse y Dawson se encuentra la ¨²nica localidad habitada de este tramo canadiense del Yuk¨®n: Carmacks, un poblado con unos cientos de habitantes en verano y apenas unas decenas en invierno. Carmacks debe su nombre al minero que descubri¨® el primer gran fil¨®n del Klondike, George Washington Carmack, y hoy ofrece a los navegantes del r¨ªo un c¨¢mping con ducha, un bar en donde hay cerveza fr¨ªa y un supermercado con frutas frescas.
Tres grandes rocas
La siguiente dificultad del Yuk¨®n son los r¨¢pidos de Five Fingers, en donde el r¨ªo enloquece al atravesar una estrechura de su cauce en la que hay tres grandes rocas bas¨¢lticas. Estos r¨¢pidos causaron numerosas muertos en los d¨ªas del Gold Rush, y en mi expedici¨®n volc¨® una de nuestras canoas, sin que se produjeran desgracias personales. Tras pasar junto a una isla en la desembocadura del r¨ªo Stewart, en la que invern¨® Jack London durante varios meses en el invierno de 1897-1898, el Yuk¨®n llega a Dawson City, una fant¨¢stica ciudad fronteriza que, al contrario que Skagway, conserva con orgullo su entidad y su naturaleza y no tiene nada de parque tem¨¢tico. Se alza junto a la confluencia de las aguas del Klondike con el Yuk¨®n y sus casas son de madera y sus calles de tierra. Dawson es una localidad en donde merece la pena quedarse durante varios d¨ªas. Se respira el perfume de la ¨¦poca Gold Rush y, aunque ya quede poco oro, su fisonom¨ªa conserva el perfil de un pueblo de conquista y de frontera entre lo salvaje y lo civilizado. Es una ciudad habitada por gentes duras y hospitalarias, clavada en un territorio de naturaleza de apariencia irreductible. Desde all¨ª, el Yuk¨®n discurre entre tundras desoladas y monta?as de aspecto infranqueable camino del mar de Bering. A¨²n debe recorrer 2.300 kil¨®metros hasta alcanzar el oc¨¦ano.
Cuando ha llegado a Dawson, al viajero le quedan dos sensaciones: el potente sentimiento de haber recuperado un esp¨ªritu de la aventura de anta?o y el orgullo de haber sido capaz de superar las dificultades con la sola ayuda de su propia voluntad, de su esfuerzo f¨ªsico y de sus compa?eros de viaje. Es un r¨ªo que confiere vitalidad y ¨¢nimo al esp¨ªritu.
Javier Reverte (Madrid, 1944) es autor de El coraz¨®n de Ulises y Vagabundo en ?frica.
Gu¨ªa
C¨®mo ir- Mundo Explora (963 92 40 97; www.mundoexplora.com) propone recorrer por libre Alaska y el Yuk¨®n, en viajes de 15 d¨ªas que cuestan unos 2.420 euros por persona. El precio incluye vuelos a Anchorage, alojamiento en hoteles de tres estrellas, coche de alquiler, autob¨²s al parque Denali, transbordador Skagway-Haines, gu¨ªa con mapas de carreteras y seguro. Salidas diarias hasta septiembre.- Banoa (www.banoa.com; 933 18 96 00) ofrece un viaje de 22 d¨ªas por Alaska con salidas el 3 y el 4 de agosto desde Madrid, Barcelona y Bilbao, desde 3.950 euros por persona.- Tierras Polares (913 64 16 89; www.tierraspolares.es) organiza en verano un viaje de 23 d¨ªas (este a?o, el viaje sal¨ªa hoy mismo, 28 de junio, hasta el 20 de julio) a la regiones del Klondike y el Yuk¨®n por 3.495 euros por persona (vuelos, traslados, alojamiento, comidas, equipo y gu¨ªa).Vuelos- Air Transat (900 97 76 09; www.airtransat.es) tiene vuelos directos a Toronto, en la costa este de Canad¨¢, desde Madrid, Barcelona y M¨¢laga. Ida y vuelta para viajar en julio cuesta 719, precio final.- Air Canad¨¢ (www.aircanada.com) y Continental Airlines (www.continental.com) vuelan entre Madrid y Vancuver, en la costa oeste canadiense. Comprando el billete en la agencia. TerminalA (www.terminala.com), ida y vuelta en julio sale por unos 1.100 euros.- KLM (902 22 27 47; www.klm.es) vuela a Anchorage, en Alaska, v¨ªa Amsterdam, por unos 1.020 euros en julio.Informaci¨®n- Parque nacional Klondike Gold Rush en Estados Unidos (www.nps.gov/klgo).- Parques nacionales de Canad¨¢ (www.pc.gc.ca).- www.travelcanada.ca.
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