Recordar es mentir
Siempre me ha fascinado el tema de la memoria, quiz¨¢ porque soy una desmemoriada catastr¨®fica. Estoy constantemente extraviando objetos o traspapelando documentos, y mis gafas son unas criaturas n¨®madas dotadas de una incre¨ªble capacidad de camuflaje. Me paso media vida buscando todo lo que pierdo durante la otra media; y basta que ponga un encendido inter¨¦s en guardar algo con extremo cuidado para que nunca pueda volver a encontrarlo.
Pero esta desmemoria, la que afecta a las cosas, es la m¨¢s banal. Mucho peor es no recordar los hechos de tu pasado, y tambi¨¦n me sucede. A fin de cuentas, nuestra identidad se basa en la memoria que tenemos de nosotros mismos; si t¨² quieres explicarle brevemente qui¨¦n eres a un desconocido, le haces un resumen de tu vida. O, mejor dicho, le haces el relato de lo que t¨² crees que ha sido tu vida. Porque yo ser¨¦ especialmente amn¨¦sica, desde luego, pero todos los humanos manipulamos nuestros recuerdos, todos nos reinventamos el pasado, todos reescribimos mentalmente nuestra biograf¨ªa como si se tratara de una novela.
Hace poco lo demostr¨® Hillary Clinton mientras estaba inmersa en su interminable batalla por la presidencia. En las campa?as pol¨ªticas, lo mismo que en los periodos de promoci¨®n de un libro, pongo por caso, uno se pasa el d¨ªa hablando tanto que termina largando infinidad de tonter¨ªas. Y una de las bobadas m¨¢s notorias que solt¨® Hillary ocurri¨® cuando cont¨® su viaje a Bosnia como primera dama, en 1996, y dijo que el avi¨®n aterriz¨® en medio de "fuego de francotiradores" y que al bajar del aparato ella y sus colaboradores tuvieron que correr "con las cabezas agachadas para entrar a los veh¨ªculos". Inmediatamente despu¨¦s de estas declaraciones empezaron a aparecer personas que la acompa?aron en ese viaje, diciendo que la cosa no hab¨ªa sido as¨ª en absoluto (ya se sabe que la pol¨ªtica es feroz y siempre hay alguien encantado de poder atizarte). Y por ¨²ltimo, en el colmo del bochorno y el rid¨ªculo, se publicaron las fotos oficiales de ese viaje, con Hillary recibiendo un ramo de flores de una ni?a peque?a al pie de la escalerilla del avi¨®n, una escena de lo m¨¢s convencional, primorosa y pac¨ªfica.
De modo que no hubo francotiradores, no hubo carreras hasta el coche ni un ¨¦pico aterrizaje en la ciudad herida por la guerra. "Comet¨ª un error, ten¨ªa un recuerdo diferente", se limit¨® a decir Hillary con fr¨ªa sobriedad. Y estoy segura de que ten¨ªa raz¨®n. Esto es, estoy segura de que no quer¨ªa enga?ar a nadie magnificando su pasada heroicidad, sino que su memoria le enga?¨® a ella. Y a juzgar por el colorido y la elocuencia con que cont¨® la patra?a, aquel primer viaje a Bosnia debi¨® de quedar transmutado en su cabeza en una especie de pel¨ªcula de James Bond. Seguro que Hillary cre¨ªa recordar todos los detalles, el estallido seco de los disparos, el suelo de hormig¨®n rajado de la pista pasando r¨¢pidamente bajo sus ojos mientras corr¨ªa medio agachada hacia el coche, los gritos de los escoltas, vamos, deprisa, vamos, el fr¨ªo del aire exterior en las mejillas tras el calor de la cabina del avi¨®n. Pues bien, nada de eso era verdad. Y esto, inventar por completo una memoria, es algo de lo m¨¢s habitual. Me pregunto cu¨¢ntos de nuestros m¨¢s v¨ªvidos recuerdos, cu¨¢ntas de esas im¨¢genes esenciales y fundacionales de nuestras peque?as vidas, de esas escenas que creemos grabadas a fuego en nuestro cerebro, no son m¨¢s que una pura invenci¨®n. Una tergiversaci¨®n total de lo ocurrido, como el aterrizaje de Hillary en Bosnia.
La memoria es un prestidigitador, un mago experto en escamoteos. Recientes estudios publicados en la revista Science han demostrado que hay una zona en el c¨®rtex prefrontal que se dedica a eliminar los malos recuerdos. Todos sab¨ªamos ya que, por fortuna, el dolor f¨ªsico se olvida. Ahora nos dicen que sucede lo mismo con el dolor emocional, y conocemos el lugar del cerebro que se encarga de eso: el cuerpo humano es una m¨¢quina asombrosa. Yo creo que no nos limitamos a borrar aquellas remembranzas que nos hacen da?o, sino que adem¨¢s las transmutamos en evocaciones felices, en cuentos adecuados para nuestra supervivencia y nuestro alivio. ?Has probado a intercambiar viejos recuerdos comunes con alg¨²n hermano? Seguro que las vivencias son totalmente distintas. Rehacemos constantemente nuestra memoria, que es lo mismo que decir que nos reinventamos cada d¨ªa; y sin ese derroche de imaginaci¨®n que convierte el caos y el dolor de nuestra existencia en algo con apariencia de sentido, la vida ser¨ªa invivible. Puro ruido y furia, como Shakespeare dec¨ªa.
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