"Yo tambi¨¦n me siento espa?ol"
Los inmigrantes de toda la comunidad se vuelcan con la selecci¨®n
Agita la bandera. Silba. Se la anuda al cuello. La muerde. Le tintinea la pierna antes de soltar un "?Ol¨¦¨¦¨¦!" porque Espa?a ha estado a punto de marcar el segundo gol. A Ferney Fajardo le va a dar algo. Colombiano, de 27 a?os. Despu¨¦s de una d¨¦cada en Espa?a, tiene doble nacionalidad. Cuenta que si se enfrentaran Espa?a y Colombia ¨¦l "ganar¨ªa seguro": "Tendr¨ªa el coraz¨®n dividido, pero cualquiera de las dos victorias ser¨ªa un triunfo para m¨ª". Cuenta que vive mucho el f¨²tbol, que lo sufre. No hace falta que lo jure, porque le falta subirse a la pantalla central del Palacio de Deportes, donde ayer se congregaron cerca de 10.000 personas, seg¨²n c¨¢lculos de este peri¨®dico, para ver jugar a Espa?a en una cita convocada por la Comunidad de Madrid. La mayor¨ªa son adolescentes. Desfile interminable de banderas, de bufandas y de camisetas rojas.
La plaza de Lavapi¨¦s celebr¨® por la noche una fiesta multi¨¦tnica
Especial: ?Campeones! |
Como la de Rodrigo Arias, estudiante de derecho. Pero la suya tiene un escudo diferente. El de la selecci¨®n de Costa Rica. Y en su bandera de Espa?a hay otro escudo m¨¢s: el del Real Madrid. Lleva dos a?os en Espa?a y siente la afici¨®n. Pero sobre todo es del equipo blanco. Lo repite dos veces. A su lado, a ritmo de la m¨²sica de un pinchadiscos que anima la noche salta en la pista Zuelmy, dominicana. Ha visto todos los partidos y lleva la bandera de Espa?a pintada en la cara. Y piensa celebrarlo en la calle, bailando, como ahora, que suena la canci¨®n de Benji y Oliver en el altavoz.
Su amiga Adriana es colombiana. Viste de blanco, pero una discreta bandera pintada en el moflete revela que ella tambi¨¦n va con la selecci¨®n, aunque confiesa que no le gusta mucho el f¨²tbol. "Quiero ver a los espa?oles emocionarse, no me lo puedo perder", a?ade.
En una grada lateral, un grupo de alemanes ha desplegado sus propios colores. Son una docena con bandera, guirnaldas, tirantes y gorros tiroleses. Su indumentaria no gusta mucho al grupo de adolescentes que ven el partido en primera l¨ªnea de pista. Les silban, les sacan el dedo y enfrentan bandera con bandera. El pinchadiscos pide respeto, "buen rollito". Pero nada podr¨¢ evitar que los germanos del pabell¨®n se repartan los insultos con el ¨¢rbitro en las jugadas dudosas.
"?Va a ganar Espa?a, va a ganar!", repite Jacqueline, ecuatoriana de 18 a?os. Su novio y ella no se sueltan. Cuenta que ha venido un gran grupo a seguir a la selecci¨®n y que los alemanes no le caen simp¨¢ticos. Cruza por detr¨¢s un chico que lleva el n¨²mero 9 y el nombre de Torres pintado en la espalda desnuda. Sujeta un litro de cerveza que acaba de comprar en la barra, donde ayer la borrachera sal¨ªa cara. Nueve euros por litro de birra, cubata otros nueve, 18 si es un litro de combinado.
Cuando termina el partido, empiezan los gritos. Y los abrazos. Y los saltos, las banderas ondeando y un Weee are the champions que va a romper los altavoces. Algunos petardos suenan ya en la calle. Y en medio del griter¨ªo, Ferney, el que mord¨ªa la bandera, el de los ascensores, chilla y salta como el que m¨¢s. Va a celebrarlo a los bares de Sol. Sin prisa, con tiempo para reposar una posible resaca. Todos los compa?eros de curro decidieron que si Espa?a ganaba, nadie tendr¨ªa que ir a trabajar hoy.
La fiesta se traslad¨® tras la victoria por todo Madrid. Lavapi¨¦s se convirti¨® por la noche en una fiesta multi¨¦tnica donde decenas de inmigrantes, en especial senegaleses, bailaban al ritmo de los sones de sus djemb¨¦s.
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