Francia: ejemplo de educaci¨®n superior
El pasado 2 de junio tuvimos ocasi¨®n de participar en un acontecimiento singular, y de amplia repercusi¨®n [v¨¦ase, por ejemplo, The Economist del 5 de junio], en la educaci¨®n superior europea: la inauguraci¨®n de la Toulouse Sciences Economiques/Toulouse School of Economics (TSE).
La concentraci¨®n en Toulouse de un contingente muy notable de economistas [impulsada por el malogrado Jean Jacques Laffont] es sobradamente conocida y, por lo tanto, no es el mero reconocimiento de este hecho lo que constituye la singularidad de lo que vivimos. Fue otra cosa: en el breve espacio de una hora y media los m¨¢s altos ejecutivos de 10 grandes empresas francesas m¨¢s el Banco de Francia y una ciudadana particular expresaron su apoyo a la nueva escuela y lo materializaron en unas contribuciones patrimoniales l¨ªquidas que suman 33 millones de euros. Pero no fue esto todo. A continuaci¨®n la ministra de Educaci¨®n Superior e Investigaci¨®n, Valerie Pecresse, felicit¨® a las empresas y anunci¨® un programa merced al cual el Estado franc¨¦s doblaba las contribuciones privadas, es decir, pon¨ªa sobre la mesa 33 millones m¨¢s. A esto habr¨ªa que sumar los 14 millones de euros que el proyecto de la TSE recibi¨® ya del Estado un par de a?os atr¨¢s. En resumen, al final de la inauguraci¨®n la escuela de econom¨ªa de Toulouse dispon¨ªa de un fondo patrimonial [l¨ªquido] de 80 millones de euros.
"Francia est¨¢ moviliz¨¢ndose para incrementar su peso intelectual en el mundo"
"S¨®lo la innovaci¨®n garantizar¨¢ en Espa?a el crecimiento futuro, que pasa por investigar"
Adem¨¢s de felicitar a la nueva instituci¨®n, y de felicitarnos como europeos, quisi¨¦ramos resaltar algunos aspectos cruciales:
El primero es destacar que Francia est¨¢ sacando las consecuencias pertinentes de un reflejo no muy favorecido del estado de sus universidades en evaluaciones internacionales tales como el famoso ranking de Shanghai. Y eso que en ¨¦l aparecen siete universidades francesas, por s¨®lo una espa?ola, entre las doscientas primeras del mundo. A pesar de una situaci¨®n econ¨®mica y fiscal dif¨ªcil, y de la inercia de la tradici¨®n, Francia est¨¢ moviliz¨¢ndose para afirmar e incrementar su peso intelectual y su presencia en la formaci¨®n superior del mundo.
En segundo lugar es notable constatar el esfuerzo concertado del sector privado y p¨²blico.
En tercer lugar, n¨®tese el car¨¢cter focalizado. Es indudable que el Estado franc¨¦s ha comprendido que para competir internacionalmente, combatiendo el brain drain (fuga de cerebros) y a la vez atrayendo talento sin fronteras, son necesarios esfuerzos concentrados y dirigidos, sobre todo, a reforzar a los grupos e instituciones que ya han conseguido destacar en el marco internacional.
En cuarto lugar, conviene subrayar que las contribuciones, p¨²blicas y privadas, toman la forma de fondos patrimoniales (endowments). Es decir, son fondos perennes. S¨®lo sus rendimientos ser¨¢n utilizados para proyectos corrientes. ?sta es una indicaci¨®n de madurez de la pol¨ªtica cient¨ªfica porque supone una comprensi¨®n profunda de que la posibilidad de excelencia, en un mundo de investigadores m¨®viles, requiere instituciones s¨®lidas, bien gestionadas, estables e independientes. Y esto lo garantiza un patrimonio, como es el caso en las grandes universidades americanas.
Y la ¨²ltima observaci¨®n, es la evidente: desde Espa?a debemos tomar nota. Las iniciativas francesas [tambi¨¦n las hay alemanas] son muy buenas para Europa y, por lo tanto, para nosotros. Pero debemos ser conscientes de que ah¨ª se est¨¢ decidiendo tambi¨¦n qu¨¦ pa¨ªses van a estar presentes, y en qu¨¦ medida en una primera l¨ªnea europea que afortunadamente se mueve hacia delante. Es responsabilidad de nuestros sectores p¨²blicos y privados asegurar que Espa?a ocupe un buen lugar en esta primera l¨ªnea.
Que esto suceda no es s¨®lo una cuesti¨®n de orgullo y de rankings, que tambi¨¦n, sino un asunto cr¨ªtico para la pr¨®xima etapa de nuestro crecimiento econ¨®mico. Para un pa¨ªs que no est¨¢ en la frontera tecnol¨®gica, como la Espa?a de las ¨²ltimas d¨¦cadas -?y siglos!-, la econom¨ªa crece por la acci¨®n de empresas que adoptan las tecnolog¨ªas de frontera y por la movilizaci¨®n de m¨¢s capital y m¨¢s trabajo, pero sin necesidad de aumentar la productividad. ?ste ha sido el caso de Espa?a, que creci¨® entre 1995 y 2004 a un ritmo del 3,6% anual pero sin progreso en productividad. Sin embargo, una vez conseguida la convergencia tecnol¨®gica y econ¨®mica, esta fuente de crecimiento se agota. M¨¢s capital y m¨¢s trabajo no sirven de mucho sin nuevas ideas a las que puedan ser aplicados. S¨®lo la innovaci¨®n garantizar¨¢ nuestro crecimiento futuro. Y la promoci¨®n de universidades y centros de investigaci¨®n de excelencia debe tener un papel central en esa aparici¨®n de un nuevo ciclo de crecimiento econ¨®mico, esta vez necesariamente basado en la innovaci¨®n.
Salvador Barber¨¤ es catedr¨¢tico de la Universitat Aut¨°noma de Barcelona. Luis Garicano es profesor de la London School of Economics. Andreu Mas-Colell es catedr¨¢tico de la Universitat Pompeu Fabra.
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