Loco de soledad

La lluvia amarilla, novela que inspira este espect¨¢culo, se nutre del humus de los relatos populares contados al amor de la lumbre: es igual de sencilla y de tel¨²rica. Julio Llamazares, su autor, hace la cr¨®nica del abandono de un pueblo del Pirineo aragon¨¦s y del enloquecimiento progresivo del pastor Andr¨¦s de Casa Sosas, su ¨²ltimo habitante.

En la adaptaci¨®n esc¨¦nica de Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez, condensada y fiel, el peso del relato en primera persona cae sobre Chema de Miguel, su int¨¦rprete ¨²nico, que hace una composici¨®n f¨ªsica excelente del protagonista solitario. Emilio del Valle, el director, le ha marcado que permanezca durante todo el espect¨¢culo sin pesta?ear, con los ojos desorbitados, cosa que el actor hace muy bien, pero sin modular su actitud permanentemente enfebrecida: es id¨¦ntica de principio a fin, lo mismo cuando relata las cosas m¨¢s prosaicas que cuando ve aparecer un fantasma.

Igual que Llamazares pone un vocabulario culto en boca de un pastor, Del Valle hubiera podido dise?ar una puesta en escena menos naturalista, para que el drama pase mejor. Lo intenta con unos intermedios musicales en vivo de Francisco Lumbreras, que suavizan la interpretaci¨®n proteica pero angulosa de De Miguel, una octava m¨¢s baja de lo que en ¨¦l ser¨ªa natural. Aunque Casa Sosas nos hable desde su ¨²ltimo d¨ªa de vida y cuanto diga est¨¦ coloreado por su locura, en ciertos momentos se le podr¨ªa haber marcado un registro llano o puramente narrativo, para crear contrastes. La escenograf¨ªa de Francisco Ram¨ªrez es sencilla, po¨¦tica y evocadora.