La nueva semana laboral europea
Los ministros de Trabajo de la Uni¨®n Europea proponen una directiva comunitaria que permita al trabajador acordar una semana laboral de hasta 60 horas, y en profesiones en las que se hacen guardias, como los m¨¦dicos o los bomberos, hasta de 65. La conmoci¨®n que ha producido la noticia tiene la virtud de mostrar a las claras la situaci¨®n a la que hemos llegado. Los gobiernos mayoritariamente conservadores de la Europa de los 27, capitaneados por la Italia de Berlusconi y la Francia de Sarkozy, apelan a la libertad del trabajador para permitir que cada cual pacte lo que quiera. Lo verdaderamente grave es que con ello se quiebra uno de los logros hist¨®ricos del movimiento sindical: la negociaci¨®n colectiva. El af¨¢n de seguir flexibilizando el mercado de trabajo ni siquiera se detiene ante la jornada simb¨®lica de las 48 horas que, tras muchos a?os de lucha, en las condiciones excepcionales de la guerra, la clase obrera conquist¨® en 1917.
El marco europeo es hoy neoliberal y desmantelador del Estado de bienestar
El capitalismo tal vez no necesite obreros, pero morir¨ªa sin consumidores
En los a?os 60, conocidos como la edad de oro del Estado de bienestar, se estren¨® tambi¨¦n la Comunidad Econ¨®mica Europea. Y aunque el art¨ªculo 118 del Tratado de Roma reconociera a los entonces seis Estados miembros la competencia exclusiva en pol¨ªtica social y laboral, los dos procesos se reforzaron mutuamente, al basarse el Estado social en el crecimiento que potenci¨® la Comunidad.
A la larga, sin embargo, la integraci¨®n econ¨®mica europea ha ido creando un marco supraestatal de car¨¢cter neoliberal que pone l¨ªmites muy precisos al Estado social. La UE ha rehusado implantar una pol¨ªtica social comunitaria, pero obliga a los socios a que desarrollen la que consideren oportuna dentro de los estrechos m¨¢rgenes econ¨®micos establecidos.
La ampliaci¨®n al Este ha reforzado a¨²n m¨¢s la debilidad social de la Uni¨®n, al adherirse unos pa¨ªses que han desmontado pr¨¢cticamente por completo las instituciones sociales provinientes del Estado colectivista.
La pol¨ªtica social, incluyendo la lucha contra la pobreza en el sentido m¨¢s amplio, es responsabilidad de los Estados; la Uni¨®n ¨²nicamente se encarga de la coordinaci¨®n de estas pol¨ªticas, tal como se concret¨® en el Consejo Europeo de Niza, en diciembre de 2000. Y justamente, las pol¨ªticas comunitarias que han contribuido al desmontaje del Estado de bienestar explican el distanciamiento de una buena parte de la poblaci¨®n. Si hubieran celebrado consultas populares, muchos otros pa¨ªses habr¨ªan tenido el mismo resultado negativo que el del refer¨¦ndum irland¨¦s.
En los a?os 80 se abri¨® paso la idea de que la automatizaci¨®n y la inform¨¢tica llevar¨ªan en su seno el fin del trabajo asalariado, o al menos lo modificar¨ªan de manera sustancial. As¨ª como la mecanizaci¨®n del campo expuls¨® mucha mano de obra hacia la industria, la automatizaci¨®n la arroja a los servicios. Cada vez se necesitan menos personas empleadas en la producci¨®n, y las que quedan se dedican esencialmente a vigilar que un proceso totalmente automatizado transcurra sin incidentes. La industria del acero, y luego la del autom¨®vil, son ejemplos patentes de la eliminaci¨®n de cientos de miles de puestos de trabajo. Primero la m¨¢quina sustituy¨® al esfuerzo muscular, luego la automatizaci¨®n al trabajo y al final la inteligencia artificial acabar¨¢ por desalojar a buena parte de los empleados en los servicios.
En lo que ata?e a la demanda de mano de obra, lo probable es que las diferencias entre los servicios vayan en aumento, pero casi todos, por no decir todos, antes o despu¨¦s se ver¨¢n afectados por las nuevas tecnolog¨ªas. El progreso tecnol¨®gico aumenta exponencialmente la productividad, y con ella la riqueza, pero a costa de suprimir puestos de trabajo.
Los que consideran el trabajo como algo cada vez m¨¢s residual en un mundo totalmente automatizado, en el que los robots terminar¨¢n por llevar a cabo hasta las m¨¢s simples tareas dom¨¦sticas, se preguntan de qu¨¦ va a vivir la multitud creciente de desempleados.
?Acaso cabe un capitalismo sin la d¨ªada, antag¨®nica o no, de capital y trabajo? ?O es el mercado, y no el trabajo, como quiere el marginalismo de la segunda econom¨ªa cl¨¢sica, el agente creador de riqueza y, por tanto, cabr¨ªa un capitalismo en el que el capital no necesitase ya del trabajo ajeno?
Lo parad¨®jico, al menos a primera vista, es que se tolere ampliar la jornada laboral, cuando el pleno empleo ha desaparecido de un horizonte cre¨ªble y la preocupaci¨®n principal se centra en c¨®mo repartir el trabajo y luego la renta nacional para que lo producido por una minor¨ªa est¨¦ tambi¨¦n al alcance de los que se han quedado sin empleo. De lo contrario, el capitalismo se desmoronar¨ªa en una enorme crisis de superproducci¨®n. En el capitalismo tecnol¨®gicamente desarrollado la persona pierde relevancia como trabajador, pero la mantiene, e incluso la aumenta, como consumidor. El capitalismo podr¨ªa tal vez subsistir sin trabajo asalariado, pero en ning¨²n caso sin consumidores de lo que produce.
La tesis de que con el desarrollo tecnol¨®gico alcanzado desaparecer¨¢ el trabajo muestra una cierta verosimilitud desde la mera abstracci¨®n l¨®gica, pero emp¨ªricamente nada se descubre que lleve trazas de que esto vaya a ocurrir en un futuro previsible. A nivel mundial el trabajo asalariado ha aumentado, como corresponde a la expansi¨®n de la producci¨®n capitalista por todo el planeta. Tambi¨¦n en los pa¨ªses de la OCDE, pese a que el desempleo se mantenga cerca del 10%, ha crecido la poblaci¨®n activa. Entre 1981 y 1997, el empleo aument¨® casi un 20%, es decir, una tasa media del 1,06% anual.
El incremento de la poblaci¨®n activa se debe tanto a la incorporaci¨®n de la mujer al mercado laboral, la verdadera revoluci¨®n del siglo XX, como a la inmigraci¨®n, que ser¨¢ la del siglo XXI. Lo cierto es que no se han concretado los planes de reparto del trabajo, o se han suprimido all¨ª donde hab¨ªan comenzado a ponerlos en marcha. Tampoco ha aumentado el tiempo libre para los que a¨²n gozan de un empleo fijo; al contrario, cuanto mayores sean las competencias o las responsabilidades, la jornada laboral muestra tambi¨¦n una tendencia a alargarse. Para la mayor¨ªa de los asalariados de los pa¨ªses de la OCDE, la llamada flexibilizaci¨®n del mercado de trabajo lo ¨²nico que les ha tra¨ªdo es mayor precaridad.
Hay que tener muy en cuenta que, de aprobarse, la directiva comunitaria no significar¨¢ un aumento de la jornada laboral en el conjunto de los sectores productivos. De lo que se trata es de permitir una mayor diferenciaci¨®n de los horarios y de las jornadas laborales, acorde con las necesidades peculiares de cada rama. Que se atrevan a plantearlo ahora se debe a la escasez de puestos de trabajo, el factor que m¨¢s debilita a los asalariados y a sus organizaciones.
Tambi¨¦n conviene insistir en que no tendr¨¢ la misma repercusi¨®n en todos los socios de la Uni¨®n. Los pa¨ªses menos avanzados de la Europa del Este, o aquellos con organizaciones sindicales m¨¢s d¨¦biles, intentar¨¢n competir con salarios m¨¢s bajos -ya lo hacen- y con jornadas laborales m¨¢s largas, que es lo que ahora se quiere legalizar.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico excedente de Sociolog¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.