Perera estuvo en torero
La corrida, como tal, empez¨® con el sexto toro. Todo lo anterior encajaba en el gui¨®n de la tauromaquia moderna. Toros con poca fuerza, con los cuartos traseros como si les hubieran dado un tiro en ellos el d¨ªa del destete. Eso es lo que hay. As¨ª los venden, porque as¨ª lo quieren las figuras. El p¨²blico no cuenta. Le corresponde ponerse a las ¨®rdenes de la tr¨ªada de mandamases en el planeta de los toros: empresarios-ganaderos-toreros.
Hasta ese ¨²ltimo toro el tercio de varas fue un simulacro bastante deplorable. Frente a esos toros no se puede jalear la faena de El Cid a su primero, a pesar de instrumentar algunos muletazos con la mano derecha de buen trazo, temple y suavidad. Ese toro cabeceaba y mostraba un trote cochinero de fe¨ªsimo estilo. Encima le premiaron con una oreja.
Fuente Ymbro / Cid, Castella, Perera
Toros de Fuente Ymbro: bien presentados, blandos y manejables.
El Cid: oreja y silencio.
Sebasti¨¢n Castella: silencio en sus dos toros. Pas¨® a la enfermeria por su propio pie, con un puntazo en el escroto.
Miguel ?ngel Perera: ovaci¨®n y oreja.
Plaza de toros de Pamplona, 9 de julio. 5? de abono. Lleno.
Todas las lindezas que se puedan realizar a toros lisiados no son igual que si se las hacen a un toro como el sexto, tan enrazado y con m¨¢s poder que sus hermanos. Seguimos con El Cid. La faena a su segundo estuvo nimbada por el apresuramiento. Salvo algunos derechazos aceptables aqu¨ª, la mayor¨ªa de pases anduvieron embarullados por all¨¢.
A Sebasti¨¢n Castella le correspondi¨® el toro m¨¢s peligroso de la corrida (5? bis, que sali¨® como sustituto del toro devuelto). El torero debi¨® ver que el toro mov¨ªa las astas como un sonajero demente. Y no lo vio, de suerte -o de mala suerte, queremos decir- que el toro le seg¨® una cornada en el escroto. Mat¨® al toro y pas¨® a la enfermer¨ªa por su propio pie. En su primer toro, el segundo de la corrida, tore¨® seg¨²n su estilo: muy quieto, derecho como un candelabro renacentista. Se lo pas¨® cerca, mejor por el pit¨®n derecho, mas aquellos trazos no pasar¨¢n a los anales de la tauromaquia, porque el astado ten¨ªa menos fuerza que un elefante disecado.
Miguel ?ngel Perera en su primer toro dej¨® poco para la historia. Los pases no los remataba, exhibi¨® un gran n¨²mero de tropezones, su muleta era una alfombra voladora.
Merece un aparte la labor esgrimida en el ¨²ltimo toro. Ah¨ª estuvo en torero. Tore¨® con ambas manos, mucho mejor con la diestra. Elabor¨® tres tandas muy meritorias, porque dentro habitaba el temple y llevaba al toro embebido en los vuelos de la franela. Supo entender la embestida del toro. El animal iba pegado al roj¨ªsimo color de su muleta. Remat¨® la faena con unos circulares y las consabidas manoletinas ce?idas, aunque no podemos enga?arnos la manoletina es un pase que carece de fundamentos hondos cuando hablamos del toreo profundo. Es un pase tan prescindible como un tatuaje.
Como cronista s¨¦ que nadie posee la verdad entera. S¨®lo nos es dado poseer un c¨¦ntimo de verdad. El cartel de ayer era, a juicio de todos, el mejor y m¨¢s completo de los anunciados en la feria sanferminera. Sin embargo, la realidad ha demostrado que ante un excelente cartel previo, lo primero que hay que hacer es tentarse la ropa porque van a ir aparejados y de rond¨®n unos toros con poca fuerza y capaces de no molestar mucho a los toreros.
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