De Jan a Fidel
Indulgente con el equipo, Laporta se ha concedido tambi¨¦n una ¨²ltima oportunidad al frente del club. Aspira a ganar con un gol en el ¨²ltimo minuto de la misma manera que Ronaldinho sue?a con despertar en Pek¨ªn con un remate ol¨ªmpico. As¨ª funcionan las figuras del f¨²tbol y como tales se les trata y se les aguarda hasta que haga falta. La grandeza de la instituci¨®n azulgrana se explica a partir del mandato de Laporta y el esplendor del equipo s¨®lo se entiende desde la sonrisa del Gaucho. Ronnie dif¨ªcilmente volver¨¢ a ser Ronaldinho y Jan nunca se reencarnar¨¢ en Laporta.
Encomendarse a los compromisarios ser¨ªa la mejor soluci¨®n si el presidente hubiera practicado la cultura democr¨¢tica de la que presumi¨® como opositor. A la que alcanz¨® el palco, se olvid¨® de los socios y se entreg¨® a los patrocinadores para que colmaran de dinero a sus queridos jugadores. No solamente no repar¨® en los ¨®rganos de control del consejo sino que sus responsables jugaron a favor de los directivos, alejados de la neutralidad, de manera que recurrir ahora a la asamblea cuando han dejado de llover los goles es un recurso demasiado com¨²n para un mandatario tan singular.
La decisi¨®n de Laporta, por tanto, dif¨ªcilmente es justificable o incluso comprensible. Ocurre, sin embargo, que la respuesta de los ocho directivos que ayer dimitieron es igualmente cuestionable por oportunista. Ning¨²n miembro de la junta hab¨ªa condicionado su continuidad al resultado de la moci¨®n de censura, y la mayor¨ªa incluso defendi¨® la gesti¨®n del consejo antes de los comicios. La votaci¨®n, sin embargo, ha provocado una sorprendente reacci¨®n, como si nadie del club hubiera reparado en la posibilidad de la derrota.
La directiva nunca ha tenido la sensaci¨®n de que hac¨ªa las cosas mal, o al menos no lo denunci¨®, de manera que ahora sorprende tanta flagelaci¨®n. Al igual que ha ocurrido con el equipo, el problema de la junta ha sido de percepci¨®n. La ¨²nica diferencia es que mientras Ronaldinho dej¨® tirado a sus compa?eros, ahora son los directivos quienes se han desmarcado de Laporta. Lo reprobable no es la actitud ni un resultado, que tambi¨¦n, sino la acci¨®n de gobierno, y ah¨ª todos son complices. Aunque ahora le toman por Fidel Castro, Laporta se siente de nuevo un revolucionario.
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