2-8-1988: aquella noche eterna del 'Boss'
La noche en la que The Boss no se quer¨ªa marchar no es el t¨ªtulo de un sue?o imposible, sino el resumen urgente de un concierto eterno, all¨¢ en el estadio rojiblanco, ribera del Manzanares. Llegaban Springsteen, Patti Scialfa y la E-Street Band al Vicente Calder¨®n siete a?os despu¨¦s de otra noche sin fin, aquella que tuvo como escenario el Palacio de Deportes de Barcelona y como sonido los abrumadores surcos de The River, para muchos la cumbre de las cumbres springsteenianas, y para otros, no, claro, que para eso est¨¢n Born to Run o Darkness on the Edge of Town.
Dos d¨¦cadas ya, pero qu¨¦ f¨¢cil recordar The Promised Land, Badlands, Adam Raised a Cain o Sherry Darling, qu¨¦ actual se antoja hoy aquel lejano escalofr¨ªo en mitad de los 32 grados del ferragosto del Foro. Pero sobre todo, qu¨¦ f¨¢cil volver a sentir aquellas sensaciones incre¨ªbles compartidas con m¨¢s de 50.000 almas, ante la avalancha que al personal se le ven¨ªa encima en forma de acontecimiento sobrenatural: dos horas y media despu¨¦s de haber saltado al escenario, Springsteen y familia segu¨ªan all¨ª berreando rock. La cosa era m¨¢s o menos sencilla: aquella noche, la E-Street Band no se quer¨ªa ir. El porqu¨¦, ah, no se sabe.
Cuando, en teor¨ªa, Springsteen y los suyos ten¨ªan que estar ya en el aeropuerto, segu¨ªan tocando en el Calder¨®n
El Jefe del Cotarro, la musa Patti Scialfa, el gigante Clarence Clemons, el kamikaze Steve Van Zandt (qui¨¦n le iba a decir que acabar¨ªa reconvertido en carne de estrella televisiva v¨ªa Los Soprano), Roy Bittan, Max Weinberg, Gary Tallent, Nils Lofgren, Danny Federici (fallecido el pasado 17 de abril)... todos permanec¨ªan subidos all¨ª, en lo alto de la gigantesca tarima, y venga un bis, y venga otro bis, y venga otra propina, y aquello parec¨ªa m¨¢s un grupo de conejitos Duracell con bater¨ªa eterna que una banda de rock profesional.
Hubo aquella noche hasta un pobre cronista de pr¨¢cticas al que un compa?ero que viv¨ªa junto al Calder¨®n hab¨ªa prestado su propia casa para ganar tiempo. "Toma las llaves y vete a casa, escribes y mandas la cr¨®nica a toda hostia, pero para eso te tendr¨¢s que salir antes de que acabe el concierto, si no, no legamos al cierre", orden¨® alguien al becario. Bien. Pero ocurri¨® que, a eso de las 12 de la noche -cuando en teor¨ªa Bruce Springsteen y su tropa ten¨ªan que estar ya camino del aeropuerto de Barajas rumbo a nuevas etapas de su gira europea- el ignorante y despavorido tribulete rezaba para sus adentros: "Que acaben ya, que acaben ya, que acaben..". Pero aquella del 2 de agosto del 88 era la noche en la que la E-Street Band no se quer¨ªa ir. Curioso. Hay, hubo, en la historia del rock and roll, grandes bandas capaces de ofrecer maravillosas veladas en cosa de 50 minutos, Los Ramones, por ejemplo. Y hay bandas a las que las noches se les quedan peque?as, como la ESB de aquellos efervescentes 80. Unos m¨²sicos que, en la escena de entonces, no ten¨ªan rivales claros en lo que supon¨ªa la puesta en escena de la adrenalina rockera.
Ma?ana, veinte a?os menos dos semanas despu¨¦s de aquel sue?o que fue verdad, El Jefe regresa. Con m¨¢s a?os y con m¨¢s canciones a sus espaldas que aquella noche inolvidable, y seguro que m¨¢s inspirado que cierto show en La Peineta de cuyo resultado es mejor no acordarse... No lo hizo ayer en Anoeta, y tampoco ma?ana en el Bernab¨¦u bajar¨¢ Springsteen al r¨ªo con su chica para recordar c¨®mo conduc¨ªan juntos en el coche de su hermano.
Vuelve The Boss, ma?ana a Madrid y el s¨¢bado y el domingo al Nou Camp de Barcelona, despu¨¦s de reunir a 40.000 fieles en san Sebasti¨¢n. Qui¨¦n sabe, puede que la de ma?ana se convierta en la reedici¨®n de aquella noche eterna...
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