Di¨¢logo
Ya se sabe, hay palabras rebosantes de buenas intenciones que entran en crisis de verosimilitud cuando ingresan en el discurso pol¨ªtico, porque ah¨ª, por fuerza, tienen que estar refrendadas por los hechos. Paz, esperanza, entendimiento, armon¨ªa, di¨¢logo. Palabras de belleza tramposa que los escribidores de discursos debieran desterrar salvo cuando su uso est¨¦ justificado. "Paz" fue la palabra fetiche de Zapatero, pero la crueldad de los interlocutores dej¨® aquel monos¨ªlabo temblando en sus labios. "Esperanza" es la palabra de Obama y su uso excesivo, tan apropiado para un videoclip de YouTube, impacienta a una parte de sus posibles electores: ?de qu¨¦ habla cuando habla de esperanza? "Di¨¢logo" es la palabra que el rey Abdal¨¢ trae estos d¨ªas a Madrid para dar sentido al encuentro de religiones que apadrina Arabia Saud¨ª. Sin un di¨¢logo fluido entre religiones, afirma el monarca, no ser¨¢ posible la paz en el mundo. Nada que objetar. O todo. ?C¨®mo asumir una afirmaci¨®n semejante de quien representa a un pa¨ªs donde no existe la libertad de culto, las mujeres han de observar su fe tap¨¢ndose hasta los ojos y los partidos pol¨ªticos est¨¢n prohibidos? Es curioso que esa voluntad de "di¨¢logo" haya elegido Espa?a como lugar de encuentro, pa¨ªs en el que, aun admitiendo que la Iglesia cat¨®lica ejerce un papel infinitamente menos opresivo, hay una parte de la ciudadan¨ªa que entender¨ªa como se?al de madurez democr¨¢tica que el Estado acabara de una vez por todas con esos privilegios que nos se?alan como pa¨ªs confesional encubierto. Cabe preguntarse si entre doscientos expertos en religiones no hemos podido contribuir con uno que defendiera una sociedad en que la religi¨®n sea un acto privado y no obligatorio. El primer "di¨¢logo" del creyente es el que ha de mantener con quien no cree ni en Dios ni en las palabras, que las carga el diablo.
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