La era de las mutaciones
La ciencia-ficci¨®n ha muerto, ?viva la ciencia-ficci¨®n! Con sus temas de actualidad y su modus operandi, en cambio, obligado por la crisis a mutar, el g¨¦nero menos enchufado de la narrativa espa?ola parece decidido a deso¨ªr las trompetas del apocalipsis. Para ello, sus autores exploran, clonan, redise?an... Los optimistas incluso dan p¨ªldoras de ¨¢nimo: la reciente nominaci¨®n de Zigzag (Plaza & Jan¨¦s), de Jos¨¦ Carlos Somoza, al prestigioso Premio John W. Campbell; la concesi¨®n del Ateneo de Sevilla a F¨¦lix J. Palma por El mapa del tiempo, cuyo regreso al futuro con H. G. Wells rezuma steampunk; la aparici¨®n de sellos (Omicr¨®n, Quantum) o revistas (Historias Asombrosas)... Seg¨²n el cr¨ªtico Juli¨¢n D¨ªez, coordinador en Minotauro de la excelente Antolog¨ªa de la ciencia ficci¨®n espa?ola (1982-2002), "el g¨¦nero a¨²n es una herramienta poderosa. Sus temas son m¨¢s pertinentes que nunca, aunque anden camuflados en obras como La carretera, de McCarthy, o Nunca me abandones, de Ishiguro. La ucron¨ªa y la distop¨ªa siguen vivas, lo que decae es su versi¨®n cientifista".
"La ucron¨ªa y la distop¨ªa siguen vivas, lo que decae es su versi¨®n cientifista", afirma el cr¨ªtico Juli¨¢n D¨ªez
Sin tradici¨®n ni lectores, es cierto, la ciencia-ficci¨®n purista suena hoy tan trasnochada como el Coronel Ignotus. Ning¨²n autor de la generaci¨®n de oro de los noventa -Rafa Mar¨ªn, Javier Negrete, Elia Barcel¨®, Le¨®n Arsenal, Juan Miguel Aguilera, Rodolfo Mart¨ªnez- la ha cultivado esta d¨¦cada (a excepci¨®n de Mart¨ªnez en El sue?o del Rey Rojo, en Gigamesh) y muchos, tras borrar del disco duro la space opera y el ciberpunk, han preferido saltar a la fantas¨ªa, la historia o el g¨¦nero juvenil, como el hiperdotado C¨¦sar Mallorqu¨ª. Gracias a ello, con todo, la ciencia-ficci¨®n se est¨¢ enriqueciendo con f¨®rmulas mestizas. Lo ilustra Mar¨ªn, que tras su irrupci¨®n con la m¨ªtica L¨¢grimas de luz, de 1982, ha mutado en varias l¨ªneas hasta urdir Juglar (Minotauro), una cuidada fusi¨®n de cantar de gesta y ucron¨ªa. De igual calidad, ¨¦xitos como La locura de Dios (Ediciones B), donde Aguilera sit¨²a a Ramon Llull ante una civilizaci¨®n de prodigiosa tecnolog¨ªa, o El secreto del orfebre (Lengua de Trapo), donde Barcel¨® convierte un amor de posguerra en un po¨¦tico viaje temporal, evidencian que la experimentaci¨®n podr¨ªa llevar a la ciencia-ficci¨®n mestiza a a?os luz de la actual.
Negrete, tambi¨¦n en plena mutaci¨®n con su ciclo sobre Tram¨®rea, lo deja claro: "En mi obra a¨²n hay ciencia-ficci¨®n, pero ahora hago fantas¨ªa razonada y ucron¨ªa... El g¨¦nero puro est¨¢ obsoleto, suena freak". Tras admitir que la etiqueta crea rechazo, el madrile?o declara: "Me da igual si Michael Chabon escribe o no ciencia-ficci¨®n; lo parece, pero no lo leo por eso, sino porque es bueno". M¨¢s dura, la respetada Elia Barcel¨® a?ade: "Aunque los nost¨¢lgicos protesten, hoy manda la fusi¨®n, la hibridaci¨®n, la b¨²squeda libro a libro. Y si para eso hay que ir a editoriales generalistas, se har¨¢, le guste o no al fandom [mundillo de los aficionados]". Igual lo ve D¨ªez, quien cree imparable el salto al mainstream: "Si un autor de g¨¦nero ve que un generalista gana un respeto que a ¨¦l, por publicar en sellos especializados, le est¨¢ vetado, es normal que desee cambiar de aires".
Cual cyborgs con pr¨®tesis de g¨¦nero, mientras, los colonos siguen llegando: del reincidente Somoza a Ray Loriga, Suso de Toro, Rosa Montero, Eduardo Mendoza o, esta temporada, Iban Zaldua (Porvenir), Palma o Jos¨¦ Mar¨ªa Merino (Las puertas de lo posible), los narradores m¨¢s desprejuiciados han aprendido a infiltrar la ciencia-ficci¨®n en editoriales antes reacias, aunque sea a costa de eufemismos como fantas¨ªa especulativa, narrativa futurista, utop¨ªa cient¨ªfica... De confirmarse la tendencia, con todo, ?se acentuar¨¢ la crisis en las colecciones de g¨¦nero? ?Se alargar¨¢ la sombra de la extinta Miraguano en sellos especializados como Parnaso, Equipo Sirius, Grupo AJEC o las asentadas Gigamesh, Nova o La Factor¨ªa? "Vivimos de la fantas¨ªa, nadie pasa su mejor momento", reconoce Luis G. Prado, editor de Alamut/Bibli¨®polis; "muchos s¨®lo traducen o publican a autores menores del fandom para contentar a los incondicionales". Sabedor de que best sellers como su buque insignia Andrzej Sapkowski o George R. R. Martin en Gigamesh se restringen a la fantas¨ªa extranjera, Prado pide resurgir con un cambio: "Los fans tipo Star Wars no lo son todo, los editores serios quiz¨¢ deber¨ªamos buscar otra denominaci¨®n para el resto de la fantas¨ªa cient¨ªfica, que s¨ª que interesa al gran p¨²blico".
Menos seguro, el editor de Minotauro, Jos¨¦ L¨®pez Jara, reorienta el an¨¢lisis: "Ante este cambio de ciclo, los autores han de entender que hay una ciencia-ficci¨®n que s¨ª gusta: la del thriller cient¨ªfico a lo Frank Sch?tzing, la de la ecolog¨ªa y los riesgos del avance tecnol¨®gico". Inquieto porque a la editorial llegan pocos originales as¨ª (el Premio Minotauro no ha laureado en seis a?os ni una obra de ciencia-ficci¨®n), L¨®pez Jara admite que es dif¨ªcil crear cantera, como intent¨® hacer su predecesor Francisco Garc¨ªa Lorenzana, pero anuncia que en 2009 lanzar¨¢ Aquamarin, una novela sobre chips de la espa?ola de origen bielorruso Vera Parkhutic. "Por ah¨ª", dice, "el g¨¦nero todav¨ªa tiene futuro".
Mientras, el n¨²cleo duro prefiere mimar al autor del fandom, surja de premios y eventos o de unas publicaciones cada d¨ªa m¨¢s online. "De ah¨ª sale poco talento, pero es casi el ¨²nico", cree el cr¨ªtico Juanma Santiago, seguro de que promesas como Eduardo Vaquerizo, Jos¨¦ Antonio Cotrina o David Mares se forjaron en tales foros. Aun as¨ª, advierte: "El fandom con cerebro desaparece, internet clona a los fans y ya hay m¨¢s escapismo que esp¨ªritu admonitorio, as¨ª que el caldo de cultivo corre peligro".
Habr¨¢ que vigilar: de ser as¨ª, las mutaciones, como en todo entorno hostil, seguir¨¢n multiplic¨¢ndose... -
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