Una galaxia que se apaga
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana
... snif.
La ciencia-ficci¨®n est¨¢ de capa ca¨ªda, un manto m¨¢s oscuro que el de Darth Vader parece haber ca¨ªdo sobre nuestro querido g¨¦nero, en el terreno literario. La muerte y el crep¨²sculo se han adue?ado de los viejos grandes maestros: el risue?o Arthur C. Clarke ha fallecido (adieu Rama), JG Ballard se enfrenta a su personal apocalipsis en forma de c¨¢ncer y Ray Bradbury, a punto de cumplir 88 a?os, estruja su melancol¨ªa so?ando con que esparcir¨¢n sus cenizas en los desiertos de Marte. Ya no est¨¢n con nosotros Stanislaw Lem, Zelazny, Heinlein, Asimov... Son unos ancianos Aldiss, Pohl, Harry Harrison. No se ve surgir nombres a la altura de aquellos grandes que desaparecen. Muchos buenos autores se pasan a la fantas¨ªa. Ursula K. Le Guin acaba de publicar en Estados Unidos Lavinia, ?una relectura de la Eneida contada por una mujer! Pero es que adem¨¢s, y esto es lo peor, nadie parece leer ya ciencia-ficci¨®n. Las colecciones languidecen. Editoriales que se lanzaron a publicar sellos nuevos, confiadas en un boom como el de la historia militar, se replantean la decisi¨®n. Los aficionados de siempre aparecen como aquellos vagabundos solitarios de Fahrenheit 451 que deambulaban como fantasmas con los viejos libros memorizados buscando infructuosamente a alguien a quien traspasar el legado. ?Alguien ha o¨ªdo hablar de La Fundaci¨®n? ?Qu¨¦ ha sido de los Heechees? ?Queda vida en el superjoviano planeta Mesklin, aunque sea vida muy aplastada por la gravedad?
Clarke ha muerto, Ballard padece c¨¢ncer y Bradbury, con 88 a?os, pide que sus cenizas se esparzan en Marte
"Las crisis en la ciencia-ficci¨®n son c¨ªclicas, pero ahora es m¨¢s serio, me temo", afirma Miquel Barcel¨®
Como la narrativa er¨®tica, la ciencia-ficci¨®n ha desbordado el g¨¦nero propiamente dicho y ti?e otras literaturas
La crisis no afecta a la fantas¨ªa, que funciona de lo lindo como prueban las novelas de Sapkowski y Georges R. R. Martin
El futuro ya no es lo que era. Clarke, al que le gustaba hacer profec¨ªas cient¨ªficas, hab¨ªa vaticinado alegremente para este julio de 2008 (v¨¦ase Greetings, carbon-based bipeds, Harper Collins, 2000) que en su ochenta cumplea?os Kubrick recibir¨ªa un Oscar especial de Hollywood. Claro que tambi¨¦n ve¨ªa al pr¨ªncipe Harry en 2013 en el espacio (de momento ha estado en Afganist¨¢n) y a ¨¦l mismo en su centenario (16 de diciembre de 2017) alojado en el hotel espacial Hilton Orbiter... Pobrecillo, que los Superse?ores de El fin de la infancia le tengan en su seno.
En fin, no sigamos poni¨¦ndonos nost¨¢lgicos. ?Qu¨¦ le pasa a la ciencia-ficci¨®n? ?Est¨¢ realmente mal la cosa?
Miquel Barcel¨®, editor de la legendaria colecci¨®n Nova, veterano fan del g¨¦nero, autor de una obra de referencia sobre ¨¦ste (Ciencia-ficci¨®n, gu¨ªa de lectura, Nova, 1990, de la que todos esperamos ansiosamente su anunciada puesta al d¨ªa: ?vamos Miquel!) y profesor en la Facultad de Inform¨¢tica de la Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a (UPC), responde con un gesto elocuente: en la cafeter¨ªa de la UPC, tan vac¨ªa en estos d¨ªas veraniegos como un club de admiradores de Hal Clements -el m¨¢s duro de la SF dura, muerto, por cierto, h¨¦las, en 2003-, inclina el pulgar hacia abajo. "En la historia de la ciencia-ficci¨®n hay ¨¦pocas de vacas gordas y de vacas flacas. ?sta es de flacas. Es algo c¨ªclico. Pero ahora es m¨¢s serio, mucho m¨¢s serio, me temo".
Barcel¨®, fact¨®tum del veterano premio UPC del g¨¦nero, hace una pausa dram¨¢tica. La cafetera del bar aprovecha para emitir un ruido ominoso que recuerda los servomecanismos de los marcianos en La guerra de los mundos mientras se enciende una lucecita que sugiere el inquietante ojo escrutador de Hal (por cierto, ?recuerdan la frase del supercomputador en 2001, una odisea del espacio?: "Tenemos un problema", ?Clarke se adelant¨® dos a?os al leitmotiv del Apolo XIII!; parafrase¨¦moslo: Ciencia-ficci¨®n, tenemos un problema). "La ciencia-ficci¨®n est¨¢ yendo a menos. Es un hecho. En Estados Unidos hay un cambio de nombres y los nuevos no son conocidos, no logran un reconocimiento como antes. Aqu¨ª nadie se atreve a publicarlos. Las cifras de venta caen. En Espa?a, a la mitad. Ha habido un exceso de oferta en los ¨²ltimos a?os que ha saturado el mercado, y a eso hay que a?adir ahora una falta de demanda".
El especialista tiene una teor¨ªa sobre lo que est¨¢ pasando -y que a ¨¦l como editor le ha llevado a recortar su n¨²mero de t¨ªtulos-. Son varias las razones que llevan al declive del g¨¦nero en su faceta literaria. "El lector de ciencia-ficci¨®n t¨ªpico es una persona interesada, en mayor o menor grado, en temas tecnol¨®gicos. Es una persona que pasa mucho tiempo en internet y ese tiempo ya no lo dedica a leer. Y est¨¢ el audiovisual. El aficionado a la ciencia-ficci¨®n, al que siempre le han encantado las pel¨ªculas, encuentra un acceso ilimitado a ellas y a las series de televisi¨®n del g¨¦nero en la red, puede bajarse lo que quiera y verlo tranquilamente en casa. En referencia a la televisi¨®n, estamos hablando de muchas horas: las diez temporadas de Stargate SG 1, las cuatro de Stargate Atlantis, todos los cap¨ªtulos de Battlestar Galactica, Star Trek
... ?Cu¨¢nto tiempo significa eso de recorte de lectura?".
Lo parad¨®jico es que bastante gente sigue interesada gen¨¦ricamente en la ciencia-ficci¨®n, pero no en los libros, sino en otros soportes. Como en el cine. Aunque es dif¨ªcil encontrar en los ¨²ltimos tiempos alguna pel¨ªcula que compita por el t¨ªtulo de la mejor del g¨¦nero o que haya influido tanto como lo hizo en su d¨ªa, por ejemplo, la Matrix de los Wachowski (1999: ?hace ya nueve a?os!).
Otro fen¨®meno que perjudica a la ciencia-ficci¨®n, apunta Barcel¨®, es que muchos de los temas cl¨¢sicos del g¨¦nero forman parte hoy de nuestra vida cotidiana y ya no los percibimos como tales. La bioingenier¨ªa, por ejemplo, la inteligencia artificial o la continua revoluci¨®n en las comunicaciones. Eso ya no nos parece ficci¨®n, sino pura ciencia. En general, la especulaci¨®n parece haber perdido el sentido que ten¨ªa antes. El ma?ana se est¨¢ comiendo el futuro. "La realidad deja obsoleta pronto cualquier predicci¨®n o hace rid¨ªculos los escenarios imaginados. Por eso una buena parte del g¨¦nero se dedica desde hace tiempo al futuro cercano, inmediato, m¨¢s controlable, como hizo Gibson con Neuromante (Minotauro) y como ha hecho el ciberpunk. El futuro lejano interesa menos". Gibson predijo en 1984 el ciberespacio como una realidad virtual consensuada por los usuarios que acced¨ªan a ¨¦l mentalmente a trav¨¦s de la interfaz cerebral con el ordenador. Es verdad que algunos lugares m¨¢s all¨¢ de la pantalla en los que se meten hoy en d¨ªa nuestros adolescentes no resultan menos complejos y siniestros que los escenarios de Neuromante, Conde Zero o Mona Lisa acelerada...
"Si nos fijamos en los autores cl¨¢sicos que mejor contin¨²an funcionando, dentro de la crisis", apunta el estudioso, "son los de la ciencia-ficci¨®n m¨¢s cercana, los de los mundos interiores, personales, obsesivos, muchas veces mundos enajenados, insanos, autores de los que atrae, m¨¢s que la ciencia, la complejidad psicol¨®gica, muy interesante para la gente de hoy. Escritores como Philip K. Dick o Ballard. Significativamente, son autores que, como en el caso de Ballard, han ido sali¨¦ndose del g¨¦nero o cre¨¢ndose un lector propio".
Ballard, no lo olvidemos, capaz de revelar lo abismal que puede ser una piscina, vac¨ªa, es el hombre que ha dicho que el ¨²nico planeta realmente extra?o es la Tierra -no en balde pas¨® la II Guerra Mundial en el campo de prisioneros japon¨¦s de Lunghua con compatriotas que se negaban a desprenderse de sus palos de cricket-, y que es el espacio interior, no el exterior, el que ha de explorarse (Gu¨ªa del usuario para el nuevo milenio, ensayos y rese?as, Minotauro, 2002).
"Hay un cambio cultural: creo que podr¨ªamos vaticinar la muerte de la ciencia-ficci¨®n por disoluci¨®n en el contexto", contin¨²a Barcel¨®. Como dec¨ªamos, el ma?ana est¨¢ tan cerca que se come la ciencia-ficci¨®n. Qui¨¦n hubiera dicho que el cambio clim¨¢tico, por ejemplo, que ha inspirado sensacionales novelas como El mundo sumergido (1962) o La sequ¨ªa (1964) -ambas en Minotauro-, por no salir de Ballard, se convertir¨ªa en un tema esencial de la actualidad inmediata.
Un s¨ªntoma de esa disoluci¨®n de la ciencia-ficci¨®n es c¨®mo la literatura generalista est¨¢ apropi¨¢ndose de obras que hace unos a?os se hubieran publicado en colecciones del g¨¦nero y con esa etiqueta. "La literatura digamos convencional se ha permeabilizado a los contenidos de ciencia-ficci¨®n de una manera que parec¨ªa impensable. Se han roto muchas barreras. Pas¨® con Criptonomic¨®n (Ediciones B, tres vol¨²menes), de Neal Stephenson, publicitado como libro para hackers y muy vendido. Se intenta con Spin (Omicron, 2008), de Robert Charles Wilson (sobre un escudo misterioso instalado por unos alien¨ªgenas en torno a la Tierra), presentado como matrimonio entre la ciencia-ficci¨®n hard y la novela literaria y que gan¨® el Premio Hugo en 2006". Otro caso es el de Greg Bear (1951), uno de los grandes nombres actuales, un tipo tan del g¨¦nero que hasta se cas¨® con la hija de Poul Anderson. Bear, autor, de Eon (Ultramar, 1988) -alucinante revisi¨®n del tema cl¨¢sico del asteroide o mundo hueco- y uno de los continuadores de la saga de La Fundaci¨®n asimoviana (Fundaci¨®n y caos, Nova, 1999), se pas¨® en su ¨²ltimo libro, Quantico (Harper Collins, 2005, en Espa?a lo publicar¨¢ Ediciones B, fuera de la colecci¨®n especializada Nova), al technothriller, con mezcla de biotecnolog¨ªa y pol¨ªtica. Del antes citado Stephenson se ha publicado Interfaz (Nova, 2007), una novela del mismo estilo escrita a medias por el autor con su t¨ªo, un profesor de Ciencias Pol¨ªticas, y que trata sobre un presidente de Estados Unidos al que le implantan un chip en el cerebro. Richard Morgan (autor de Carbono alterado, Minotauro), ha ganado el Arthur C. Clarke a la mejor novela de ciencia-ficci¨®n publicada en el Reino Unido en 2007 por Black Man, un thriller, de nuevo, sobre gen¨¦tica. "El technothriller est¨¢ por todas partes", se?ala Barcel¨® mirando alrededor con aire alerta como si estuvi¨¦ramos en El d¨ªa de los tr¨ªfidos.
Una clara evidencia de la mencionada permeabilidad de fronteras es que le hayan dado el Nebula, otro de los grandes galardones del g¨¦nero, a El sindicato de polic¨ªa yiddish, nada menos, de alguien a quien la gente relaciona tan poco con la ciencia-ficci¨®n como Michel Chabon. Es cierto que la novela es una distop¨ªa -una utop¨ªa negativa- en la que Israel ha quedado colapsado en 1948 y los jud¨ªos europeos han debido establecerse en Alaska, que ya es tema. En Espa?a la ha publicado Mondadori. En buena manera, como ha se?alado muy ingeniosamente un colega, la ciencia-ficci¨®n est¨¢ siguiendo los pasos de la narrativa er¨®tica, que ha desbordado el g¨¦nero estricto salpic¨¢ndolo todo, y perd¨®n por la imagen. La ciencia-ficci¨®n, podr¨ªa decirse, est¨¢ perdiendo su identidad gen¨¦rica.
Encontramos, pues, ciencia-ficci¨®n por todas partes: en los numerosos thrillers biotecnol¨®gicos que han proliferado en las colecciones de best sellers, por ejemplo. "Pero la buena ciencia-ficci¨®n", considera Barcel¨®, "en ¨²ltima instancia pierde en esos formatos. Domingo Santos, el gran padre te¨®rico del g¨¦nero entre nosotros, dec¨ªa que la ciencia-ficci¨®n no puede ser editada en Espa?a por editoriales grandes porque tiene un clar¨ªsimo tope de mercado y eso hace impacientarse, frustrarse y desanimarse a las empresas que buscan muchos beneficios. En este pa¨ªs han funcionado tradicionalmente las peque?as editoriales, de las que ahora son ejemplo Bibli¨®polis, La Factor¨ªa de Ideas, Gigamesh..., que publican quiz¨¢ dos mil ejemplares por norma de cada t¨ªtulo y cuidan m¨¢s sus programaciones". Un problema grave para la salud de la literatura de ciencia-ficci¨®n es que el lector t¨ªpico del g¨¦nero, que era muy coleccionista, muy seguidor de las colecciones y sol¨ªa comprarse todos los t¨ªtulos de sus favoritas, ha dejado de serlo. "Antes viv¨ªamos mucho de ese lector que compraba todo lo que publicabas, que quer¨ªa estar al d¨ªa, seguir contigo las vicisitudes del g¨¦nero. Ese lector casi ha desaparecido".
Para m¨¢s inri, dir¨ªase que la ciencia-ficci¨®n ha perdido punch social, parte de lo que era su funci¨®n en nuestra sociedad. "La ciencia-ficci¨®n cl¨¢sica hablaba de un futuro lejano. Hoy parece no tener sentido la gran especulaci¨®n. Las cosas cambian demasiado deprisa. Los sue?os de un futuro lejano pierden r¨¢pidamente verosimilitud. La realidad lo deja casi todo obsoleto en veinte a?os".
La ciencia-ficci¨®n escrita, por otro lado, parece haberse alejado, a diferencia de la fantas¨ªa, del lector que busca m¨¢s la evasi¨®n, un lector al que quiz¨¢ no le apetece tanto meterse en novelas que requieren una honda formaci¨®n cient¨ªfica. "Es cierto que Asimov y Clarke, de los que ahora muchos fans de la ciencia-ficci¨®n echan pestes, escrib¨ªan tan sencillito que llegaban a todo el mundo. Recuerdo haber le¨ªdo algo sobre un estudio literario acerca de los tropos y met¨¢foras en la obra de Asimov y que conclu¨ªa que no los hay".
Otro elemento distorsionador es que en la actualidad la narrativa para j¨®venes se ha convertido en un g¨¦nero con carta de naturaleza propia, mientras que antes, a falta de esos productos espec¨ªficos (el paradigma ser¨ªa Harry Potter), si exceptuamos la inefable Enid Blyton y sus epifen¨®menos, la ciencia-ficci¨®n (como la gran narrativa de aventuras) era una iniciaci¨®n a la lectura para muchos j¨®venes, que luego permanec¨ªan en ¨¦l. O sea, que no se crea p¨²blico de futuro. Curiosamente, algunos cl¨¢sicos de la ciencia-ficci¨®n de los setenta que se prestan a ello est¨¢n siendo reeditados para el p¨²blico joven, presentados como g¨¦nero fant¨¢stico en un sentido amplio. Es el caso de la hermosa saga de los dragoneros de Pern, de Anne MacCaffrey -historia ambientada en una lejana colonia de la Tierra en la que los humanos han aprendido a operar simbi¨®ticamente con criaturas telep¨¢ticas semejantes a dragones en lucha contra una amenaza alien¨ªgena-, cuya trilog¨ªa original edit¨® Acervo en 1977 y acaba de reeditar ahora Roca editorial, ?en la estela del fen¨®meno Eragorn!
Hoy en d¨ªa la iniciaci¨®n en la ciencia-ficci¨®n es mucho m¨¢s dif¨ªcil. Parad¨®jicamente, los j¨®venes tecnol¨®gicamente m¨¢s punteros de la historia se est¨¢n perdiendo un g¨¦nero literario que parece hecho para ellos.
Llegados a este punto, ?podemos dar algunas notas de optimismo? Bueno, la ciencia-ficci¨®n interesa en cine, en parte gracias a que a Willie Smith le gusta el g¨¦nero. En ensayo encontramos que el Premio Anagrama de la categor¨ªa lo ha ganado este a?o Descenso literario a los infiernos demogr¨¢ficos, de Andreu Domingo, un libro sobre las distop¨ªas, con much¨ªsimas referencias a la ciencia-ficci¨®n. Las convenciones, foros y encuentros del g¨¦nero siguen reuniendo a mucha gente -en Valencia uno sobre la La guerra de las galaxias logr¨® un ¨¦xito al traer al actor Garrick Hagon, int¨¦rprete de uno de los pilotos colegas de Luke Skywalker, Biggs Darklighter (Rojo Tres), ca¨ªdo en el ataque a la Estrella de la Muerte-. Una de las grandes exposiciones de la temporada y que se inaugura el pr¨®ximo d¨ªa 22 en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) est¨¢ dedicada a Ballard. Y, sin duda, se est¨¢n publicando, pese a todo, buenos t¨ªtulos del g¨¦nero. Quien firma estas l¨ªneas, sin ir m¨¢s lejos, ha le¨ªdo recientemente un par de novelas muy sugerentes, La vieja guardia, de John Scalzi (Minotauro), con unas entra?ables tropas del espacio de la tercera edad, y Camuflaje, del viejo amigo Joe Haldeman (Omicr¨®n), que sin ser nada del otro mundo (!) te devuelve el entretenimiento de aquellos viejos cl¨¢sicos con los que aprendimos a amar el g¨¦nero (trata sobre dos extraterrestres capaces de modificar su aspecto enfrentados en la Tierra).
Y la crisis, y esto es un consuelo, no afecta a la fantas¨ªa, un g¨¦nero hermano que funciona de lo lindo. Que se lo digan a Bibli¨®polis, que triunfa con el polaco Sapkowski y su brujo cazador de monstruos, Geralt de Rivia. O a Alejo Cuervo, editor de Gigamesh, que pasea estos d¨ªas bajo palio por Espa?a al gran Georges R. R. Martin (autor, por cierto, de una de las novelas m¨¢s conmovedoras jam¨¢s escritas de la ciencia-ficci¨®n, Muerte de la luz, historia de un amor imposible en un planeta condenado, reeditada por Gigamesh, que reedita tambi¨¦n la bell¨ªsima novela de vampiros y amistad Sue?o del Fevre). Martin ha conseguido unas ventas y una popularidad extraordinarias en Espa?a con su larga serie de Fantas¨ªa Canci¨®n de hielo y fuego.
La ciencia-ficci¨®n, para acabar, sigue siendo, pese a todo, como recalca Barcel¨®, el g¨¦nero mejor para explicar el presente con especulaciones sobre nuestro futuro. S¨®lo la ciencia-ficci¨®n nos permite imaginar las consecuencias indeseables del presente. Es nuestra mejor herramienta y no deber¨ªamos perderla. -
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