?Por qu¨¦ lo llaman amor?
Hace quince a?os se estren¨® una pel¨ªcula, dirigida por Manuel G¨®mez Pereira, que llevaba como provocador t¨ªtulo: ?Por qu¨¦ lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Estaba protagonizada por Ver¨®nica Forqu¨¦ y Jorge Sanz y por, ya entonces, viejas glorias de nuestra escena cinematogr¨¢fica como Rosa Mar¨ªa Sard¨¤ o Fernando Guill¨¦n, entre otros. No quisiera ofender a nadie si digo que lo m¨¢s remarcable de la pel¨ªcula me parece el t¨ªtulo y convendr¨¢n conmigo que tiene su gracia, aunque todos sepamos que es muy posible el sexo sin amor -siempre se habl¨® del oficio m¨¢s antiguo del mundo, aunque ahora esto pueda ser pol¨ªtica y "a¨ªdamente" (perd¨®n por el "palabro", propio de una "miembra" del Gobierno) incorrecto-; y dif¨ªcilmente, en cambio, el amor sin sexo. Aunque como dec¨ªa el torero cl¨¢sico, al saber del oficio de fil¨®sofo de don Jos¨¦ Ortega y Gasset, "hay gente pa to".
"El ¨²nico optimista era el presidente, instalado, cual Alicia, en su virtual pa¨ªs de las maravillas"
Dejo ya la frivolidad, propia de comediantes, para ir a cosas m¨¢s serias.
Hemos asistido en los ¨²ltimos tiempos a un est¨¦ril debate en torno a si la econom¨ªa espa?ola est¨¢ o no en crisis. Gracias a una entrevista en una televisi¨®n privada, vimos, por primera vez, c¨®mo el presidente del Gobierno aceptaba, con impostada naturalidad, que estamos en crisis, despu¨¦s de haberlo negado una y mil veces. Y que algunos miembros de su Gobierno empiecen a hablar, muy ladinamente, de una hipot¨¦tica y eventual recesi¨®n que, como todos ustedes saben, t¨¦cnicamente se produce cuando asistimos a dos trimestres seguidos de crecimiento econ¨®mico negativo.
Bien. Los que, apesadumbrados por ser agoreros, nos situ¨¢bamos hace meses entre los muy pesimistas (cosa que contrastaba con los simplemente pesimistas. El ¨²nico optimista era el Gobierno o, mejor dicho, su presidente, instalado, cual Alicia, en su virtual pa¨ªs de las maravillas) ten¨ªamos raz¨®n. Lo siento en el alma. Adem¨¢s, se nos llamaba nada menos que "antipatriotas", adem¨¢s de catastrofistas, derrotistas o p¨¢jaros de mal ag¨¹ero.
Hoy la duda es si la recesi¨®n es, t¨¦cnicamente, una realidad en el tercer trimestre del presente a?o, o en el cuarto. Pero haberla, hayla.
Las causas son conocidas y reiteradas. La superposici¨®n de crisis distintas y que, ya por separado, ser¨ªan un problema.
Primero, la crisis inmobiliaria, y todo lo que arrastra desde el punto de vista de la actividad industrial. Ahora que est¨¢ de moda mofarse impunemente del "ladrillo", interpretando que detr¨¢s s¨®lo hay comportamientos especulativos, es bueno recordar que tambi¨¦n, y sobre todo, hay una important¨ªsima actividad industrial, desde instalaciones a mobiliario, pasando por electrodom¨¦sticos y tantas cosas m¨¢s.
Segundo, la crisis financiera que, en virtud de las nuevas tecnolog¨ªas y de la inconmensurable sofisticaci¨®n de los activos y mercados financieros, no sabemos a¨²n d¨®nde va a terminar y cu¨¢ndo aparecer¨¢n los ¨²ltimos cad¨¢veres del armario (lo que s¨ª sabemos es que cada d¨ªa aparece alguno).
Y tercero, la crisis desde el lado de la oferta. Con un crecimiento de las materias primas in¨¦dito hasta ahora. Obviamente hablo de la energ¨ªa y, en particular, de los hidrocarburos, pero no s¨®lo. Recursos minerales, alimentos, agua... Todos ellos fuente de conflictos reales o potenciales de una trascendencia indudable.
Y todo ello nos afecta de manera global, como nunca con anterioridad.
Antes, hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, que para algunos era el triunfo definitivo de Occidente y de sus valores e instituciones (libre mercado, en lo econ¨®mico, democracia representativa, en lo pol¨ªtico, y liberalismo, en lo social y cultural), Occidente era la pr¨¢ctica totalidad de la econom¨ªa mundial. S¨®lo el llamado G7, representaba dos tercios del PIB global. Hoy, veinte a?os despu¨¦s, representa s¨®lo algo m¨¢s de un tercio. Y Estados Unidos, que era el 40% de la econom¨ªa mundial durante la segunda mitad del siglo XX debe de ver hoy c¨®mo apenas llegan al 20% y c¨®mo China e India, juntas, ya son m¨¢s que ellos.
Y esto nos lleva a algunas preguntas elementales pero de dif¨ªcil respuesta ante un panorama tan incierto como el que nos estamos enfrentando.
Hay una pregunta recurrente: estamos en crisis y ante una m¨¢s que probable recesi¨®n, pero ?cu¨¢nto va a durar? Yo soy de los que creo que va a durar pero, probablemente y a estas alturas, la pregunta m¨¢s relevante sea distinta y va ¨ªntimamente ligada a la reflexi¨®n de c¨®mo est¨¢ cambiando el mundo desde la perspectiva de los centros de gravedad econ¨®micos y de la subsiguiente p¨¦rdida de peso relativo de Occidente.
Y la pregunta es: ?esta crisis va a ser, b¨¢sicamente, occidental, o, con m¨¢s o menos retraso, va a afectar al conjunto de la econom¨ªa mundial, incluidos, por lo tanto, los denominados pa¨ªses emergentes?
Antes esta pregunta no ten¨ªa ning¨²n sentido. Una crisis econ¨®mica en Occidente era, por definici¨®n, global, porque el resto del mundo era econ¨®micamente irrelevante. Hoy esto no es as¨ª. Y por ello, la b¨²squeda de oportunidades en pa¨ªses emergentes se convierte estrat¨¦gicamente en algo vital.
Y, mientras tanto, en Espa?a, asistimos a un incesante y demoledor goteo diario de malas noticias, desde el punto de vista del crecimiento, de la inflaci¨®n, de la producci¨®n industrial, del paro o de otros indicadores del nivel de actividad, como, por ejemplo, el de consumo de energ¨ªa el¨¦ctrica. Y vemos c¨®mo la inversi¨®n extranjera ya no conf¨ªa en nosotros, afectando incluso a las decisiones de emisi¨®n de deuda del Tesoro, posponi¨¦ndolas esperando tiempos mejores. Y el riesgo es que la percepci¨®n exterior sobre nosotros pase de la admiraci¨®n a considerarnos un bluff (un montaje enga?oso). Miremos en el espejo italiano.
Creo poco discutible que debemos evitar que Espa?a sea vista como un proyecto que promet¨ªa pero que, al final, ha pinchado.
Y para eso hace falta que llamemos a las cosas por su nombre. Que no hablemos de crisis cuando debemos decir recesi¨®n. Dicen los estoicos que la felicidad reside en aceptarnos tal como somos. Y que luego vuelven inevitablemente tiempos mejores. Pero a los estoicos les sobraba fatalismo y les faltaba ilusi¨®n de vivir. Reconozcamos la realidad -la vida es muy dura- y habremos dado el primer paso para superar las dificultades. Sin dobles lenguajes.
Josep Piqu¨¦ es economista y ex ministro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.