En el metro
El vag¨®n produce desasosiego. No atino el porqu¨¦, es la l¨ªnea que m¨¢s frecuento y tiene los coches enlazados y abiertos, una novedad agradable. Tomo asiento, es media ma?ana y no hay problema de espacio. Miro delante de m¨ª, hacia arriba del vag¨®n y comprendo: no estoy en Londres. No, aqu¨ª nadie dice nada, nadie informa de las estaciones a las que llegamos, con la voz democr¨¢ticamente formada para indicar no s¨®lo el lugar sino, en el caso de la forastera que soy, para que puedas apreciar la fon¨¦tica y la pronunciaci¨®n de cada nombre, algunos nada obvios.
No, aqu¨ª tampoco tienes, a cada momento, nada m¨¢s levantar la cabeza, el gr¨¢fico de la l¨ªnea: debes desplazarte para encontrarla y leerla con los ojos afinados, escrut¨¢ndola, incluso poni¨¦ndote gafas. Tampoco los asientos son confortables, son de duro pl¨¢stico. Ni las columnas agarraderos de otro color que el blanco, no est¨¢n pintadas del color de la l¨ªnea y as¨ª ser¨ªan otra forma de saber d¨®nde est¨¢s. Si el metro debe pararse, aqu¨ª nadie informa (no se r¨ªan) al cabo de un minuto y medio exacto. El metro de Londres pasa por un momento crucial en su historia y se para a menudo. Pero no lo duden: si en un minuto y medio, como mucho, nadie ha dicho nada por megafon¨ªa, es que pronto volveremos a estar en marcha; y si se tarda m¨¢s en saber cu¨¢ndo volveremos a andar, la voz democr¨¢tica dir¨¢ por megafon¨ªa interior que estamos parados por esto o por lo otro -de forma vaga, pero atenta- y que continuemos al caso de su voz.
Insisto en la cualidad de las voces por su relevancia. Puede ser que el ¨¦xito de la lengua inglesa deba algo a su utilizaci¨®n colectiva, noblemente teatral, a las f¨®rmulas de uso del idioma en situaciones p¨²blicas, que demuestran un arraigado sentido democr¨¢tico, de sociedad civil y desde luego civilizada. Incluso en los tiempos que corren. No son personales, pero en absoluto son impersonales ni mucho menos mestretites, como sucede entre nosotros cuando no son directamente prepotentes e incluso salvajes. Y eso que la ¨¦poca es dura para el metro de Londres.
La privatizaci¨®n de la red es un hecho y los nuevos propietarios han recurrido a un patrocinador, Ikea. S¨ª, ahora los planos informativos tienen la contra ocupada por los almacenes suecos y su caracter¨ªstico color lim¨®n. Y lo mismo sucede en las fundas en las que te entregan el abono. La red est¨¢ privatizada y adem¨¢s por tramos. Pero los trabajadores y cuadros de mando siguen siendo educados y desde luego no asemejan en nada a esclavos vendidos al capital. El taquillero, al que coment¨¦ mi asombro ante la apabullante presencia de Ikea y que qui¨¦n lo hubiera dicho del metro de Londres, me mir¨® con mala uva y, por su edad, comprend¨ª que no iba a decir nada pero que hubiera podido decir mucho... hasta el punto de que, compungida, a?ad¨ª: "Bueno, son ustedes los primeros, como tantas veces... despu¨¦s vamos a seguir todos los dem¨¢s".
Entras en el metro londinense y lo primero que encuentras es un cartel en el que, escritas a mano, con buena letra y distintos colores, tienes las informaciones pertinentes sobre el estado de cada l¨ªnea y cu¨¢l funciona mejor en aquel momento. Si tienes dudas, preguntas. Un caballero o una dama en uniforme de trabajo te dir¨¢n exactamente lo que tienes que hacer, en un tono de voz que te hace sentir no precisamente idiota, sino que est¨¢s haciendo lo debido. Incluso te dir¨¢n lo que no tienes que hacer: sin cachondeos ni malas artes te dir¨¢n que ella o ¨¦l no tomar¨ªan el metro aquel d¨ªa (mejor tal autob¨²s o el ferrocarril en tal parte) porque nada asegura llegar a destino a la hora prevista. Lo dicen como si fueran dos pasajeros m¨¢s, atentos, no los perros guardianes de los abusos institucionalizados que conocemos por aqu¨ª, ya sea en trenes de cercan¨ªas, tranv¨ªa o cualquier otro medio p¨²blico de transporte. Y eso no se logra con cualidades personales de los trabajadores y de los usuarios: esa forma de hablar y de comunicar es democracia en estado puro, que se transmite con la educaci¨®n y sobre todo por ¨®smosis. A ver cu¨¢ndo nos ponemos a ello...
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