Siguiendo al Pijoaparte
Cuentan de Georges Orwell que -durante el cerco de Huesca, en la Guerra Civil- se hizo la promesa de tomarse un caf¨¦ en la ciudad que, finalmente, no pudo ser arrebatada al enemigo. A partir de esa an¨¦cdota, tengo un amigo en la capital aragonesa cuyo sue?o es abrir alg¨²n d¨ªa un establecimiento llamado El Caf¨¦ de Orwell, en memoria del genial escritor indo-brit¨¢nico. De igual manera, siempre he pensado que ser¨ªa una buena idea tener una casa de comidas llamada El Pijoaparte, por Juan Mars¨¦ y su emblem¨¢tico personaje. Aunque en mi caso ese lugar ya existe, y es un mes¨®n llamado Las Delicias del Carmelo -coloquialmente, el Delicias-, un bar de tapas de los de antes del daguerrotipo, situado en la carretera del Carmel, justo debajo de las defensas antia¨¦reas republicanas y frente a una parada de la l¨ªnea 24 del bus.
Seg¨²n cuenta su autor en la novela ?ltimas tardes con Teresa, al Delicias iba cada d¨ªa Manolo -el Pijoaparte- a jugar a las cartas, cuando el barrio era punto de llegada para miles de familias andaluzas que hu¨ªan del hambre y de la falta de horizontes. Este modesto local sirvi¨® de modelo y escenario para aquella trist¨ªsima historia de amor, en la que se radiografiaba la extra?a fascinaci¨®n de las hijas de la burgues¨ªa por esa nueva pobreza que ven¨ªa del sur.
El Carmelo de entonces era un lugar de casas peque?as y calles empinadas -muy lejos todav¨ªa de una ciudad de la que gozaba, sin embargo, de espl¨¦ndidas vistas-, al que la especulaci¨®n porciolista le dio su aire definitivo, con grandes edificios de pisos y sin servicios de ninguna clase. De aquel tiempo mezquino nos queda todav¨ªa una peque?a joya por su aparente simplicidad, un vestigio de otros a?os que se niega a sucumbir. As¨ª, mientras el actual Carmel sigue en la memoria por los recientes derrumbamientos de los t¨²neles del metro, el viejo Carmelo bien podr¨ªa tener su resumen aqu¨ª.
El bar-bodega Las Delicias del Carmelo fue fundado a mediados de los a?os veinte aprovechando una cueva natural que tambi¨¦n fue refugio y dormitorio durante la Guerra Civil, y que hoy en d¨ªa es el almac¨¦n del local. Su fama se extendi¨® pronto por todo el barrio, como un lugar econ¨®mico y de abundantes raciones, pensadas para el aperitivo de familias enteras de proletarios. Frente a la barra actual hay una a?eja fotograf¨ªa de aquellos a?os: un portal de bar de pueblo, con paisanos, junto a los que se ha parado un burro con su carga.
Aqu¨ª, en los a?os sesenta y setenta, se lleg¨® a traficar con infinidad de art¨ªculos y se puso de moda el pollo a l'ast. Despu¨¦s, con un camarero apodado el Patillas, conoci¨® tambi¨¦n su ¨¦poca quinqui, cuando la gente de Barcelona no se atrev¨ªa a pisar estas lomas. Hasta que, a mediados de los noventa, lo cogi¨® Jos¨¦ Navarro y le dio una nueva decoraci¨®n, m¨¢s r¨²stica, y lo rebautiz¨® con su nombre actual de mes¨®n Las Delicias del Carmelo. Ahora, har¨¢ cosa de un mes, ha cambiado de due?os y han desaparecido los quesos manchegos que, sobre la barra, llenaban el comedor con su olor. Las pantagru¨¦licas raciones se han adecuado un poco m¨¢s a la moderna sociedad de singles y solterones, aunque conservan esa gracia de las tapas nutricias, entre las que siguen destacando las patatas suizas, los mejillones en salsa, los chipirones, las bombas o los caracoles.
Despu¨¦s, para facilitar la digesti¨®n, un paseo suave por el parque G¨¹ell, cuya entrada m¨¢s septentrional queda justo enfrente de la terraza del Delicias. Sin duda, una de esas excursiones que a¨²n es posible hacer sin salirse de los confines de la ciudad. Si, adem¨¢s, se aprovecha para releer a Mars¨¦, pues bienvenida sea la comilona.
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