Esa vieja y sencilla historia
Narrativa. Aunque Haroldo Conti (1925- 1976) naci¨® en Chacabuco, en el interior de la provincia de Buenos Aires, algo poderoso lo llam¨® hacia el Tigre, en el gran delta que conforman el r¨ªo Paran¨¢ y el Uruguay antes de anudarse en el R¨ªo de la Plata. Este estuario de 40.000 kil¨®metros cuadrados, densa malla de arroyos, riachuelos, islas e islotes, cuya ingente toponimia Conti conoc¨ªa de memoria, es un panorama de una belleza majestuosa y desolada, sin m¨¢s riqueza que su interminable extensi¨®n de agua marr¨®n. Con contadas excepciones -notoriamente, la de Juan Jos¨¦ Saer, cuyo "tratado imaginario" El r¨ªo sin orillas es tan imponente como la geograf¨ªa que abarca-, la literatura ha ignorado o despreciado este paisaje, concentrada en su proyecto moderno, por el magnetismo cosmopolita de Buenos Aires. En los mejores cuentos de Conti asoman con frecuencia los fantasmas de Mark Twain, de Faulkner, incluso de Melville: los grandes maestros norteamericanos atra¨ªdos por los r¨ªos del Sur y el mar le dieron la tradici¨®n que Argentina apenas ten¨ªa. Hemingway tambi¨¦n debe haber figurado entre sus preferencias.
Cuentos completos
Haroldo Conti
Pr¨®logo de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez
Bartleby. Madrid, 2008
324 p¨¢ginas. 19 euros
La obra mayor de Haroldo Conti es la novela Sudeste (1962; edici¨®n cr¨ªtica coordinada por Eduardo Romano, Galaxia Gutenberg, Madrid, 1998), minucioso, intenso y sostenido registro del orbe miserable del delta, de unos personajes que malviven del secado de los juncos -que se vend¨ªa a centavos el kilo para hacer canastos o esteras- y de la pesca para la mera subsistencia. En estos Cuentos completos ese mundo est¨¢ presente en las piezas mejores, como 'Todos los veranos' y 'Ad Astra'. El primero de ellos ('A veces pienso en mi viejo...') es una obra maestra de veinticinco p¨¢ginas, una cartograf¨ªa conmovedora del delta desde la mirada fascinada y angustiosa de un chico sobre su padre, un pescador lleno de coraje y compulsi¨®n a la cat¨¢strofe. Am¨¦rica Latina hab¨ªa cultivado con ah¨ªnco el canto a las fuerzas indomables de la naturaleza como signo de los destinos individuales y nacionales: R¨®mulo Gallegos, Jos¨¦ Eustasio Rivera o Ciro Alegr¨ªa fueron algunos de sus cultores. Conti se aparta de esa l¨ªnea: su voz est¨¢ cerca de los grandes objetivistas rioplatenses, como Antonio Di Benedetto, casi coet¨¢neo, o Saer, doce a?os menor. Conti parece por momentos un Camus pasado por el desasosiego de la historia argentina -en marzo de 1962 un golpe derroca a Frondizi, recrudece la represi¨®n del peronismo, la situaci¨®n econ¨®mica es penosa...-. Su prosa no juzga, no moraliza: en sus mejores momentos, su mirada es fr¨ªa y rasante como el viento del sudeste sobre el agua; conf¨ªa en que la descripci¨®n consustanciada con su objeto tiene mayor alcance simb¨®lico que cualquier par¨¢bola. Y aunque en algunos de sus cuentos m¨¢s extensos, como 'La causa', se deje atraer por la alegor¨ªa -de la sangrienta y barroca (en su proliferaci¨®n de siglas de grupos y subgrupos de tendencias apenas distinguibles) deriva pol¨ªtica de las naciones americanas- lo perdurable de Conti est¨¢ en ese registro casi documental elaborado en un l¨ªrico de extraordinaria contenci¨®n. Lo vemos incluso, si bien con algo de efusi¨®n, en 'La balada del ¨¢lamo carolina', curiosa prosopopeya de la vida de un ¨¢rbol.
Hijo de un vendedor ambulante, Conti tuvo una trayectoria cl¨¢sica de escritor americano -es decir, fue autodidacta y nunca ejerci¨® de escritor profesional. Trabaj¨® de camionero, pescador, marino mercante -en una ocasi¨®n, cerca de la costa del Brasil, estuvo a punto de morir en un naufragio-, piloto de aviaci¨®n civil, profesor de lat¨ªn en la ense?anza media y autor de guiones para el cine, su otra gran pasi¨®n. La gente del cine le era pr¨®xima: una de sus novelas, Alrededor de la jaula (1966), fue adaptada por Sergio Ren¨¢n como Crecer de golpe; Conti declar¨®, adem¨¢s, que Sudeste fue, al principio, un borrador para un gui¨®n. En la primera mitad de la d¨¦cada de 1970 form¨® parte, en dos ocasiones, del jurado del premio Casa de las Am¨¦ricas, en Cuba, que ¨¦l mismo gan¨® con la novela Mascar¨®, el cazador americano. Eso y sus simpat¨ªas izquierdistas bastaron para que, la noche del 4 de mayo de 1976, s¨®lo un mes y medio despu¨¦s del golpe de Estado de Videla, seis hombres armados entraran en su casa y se lo llevaran junto a su segunda mujer, Martha. Nunca volvi¨® a saberse de ¨¦l, con excepci¨®n de los testigos que declararon haberlo visto en alguno de los centros de detenci¨®n, tortura y asesinato de la dictadura. Se supone que muri¨®, que lo mataron, ese mismo a?o. De hecho, lo que en estos Cuentos completos -que, sustancialmente, calcan la edici¨®n porte?a de Emec¨¦, 1995- aparece como 'Pr¨®logo de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez' no es sino la nota escrita por el colombiano en 1981 para denunciar que Conti segu¨ªa desaparecido. A pesar de la brutalidad incomprensible e imperdonable de esa muerte, es un error hacer de Conti un ep¨ªtome de escritor comprometido, un "militante de la vida", como lo denomin¨® cierto montevideano profesional de la cursiler¨ªa. No mucho antes de ser secuestrado, Conti public¨® en la revista Crisis: "No s¨¦ si tiene sentido pero me digo cada vez: cont¨¢ la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino (...) que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia". Estos Cuentos completos son una parte sustancial de esa vieja y sencilla historia.
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