La hora de la justicia
Radovan Karadzic se sentar¨¢ en el banquillo por el genocidio en Bosnia. Es un primer paso para empezar a superar el pasado, pero muchos criminales todav¨ªa andan sueltos
La detenci¨®n llega muy tarde, pero por fin Radovan Karadzic est¨¢ entre rejas. Nunca recuperaremos a nuestros seres queridos. Mientras los dem¨¢s viven, aqu¨ª seguimos buscando huesos para enterrar a los muertos. Y s¨ª, est¨¢ muy bien que arresten al que fue el jefe de la banda, pero ?qu¨¦ pasa con tantos otros Karadzic que tenemos por aqu¨ª?". Hatidia Mehmedovic, que ronda los 60 a?os, llevaba mucho tiempo esperando ver la detenci¨®n del psiquiatra ultranacionalista que rob¨® sus sue?os y los de decenas de miles de personas en la guerra de Bosnia-Herzegovina (1992-1995). El Tribunal Internacional de La Haya para la antigua Yugoslavia (TPI-Y) tiene el encargo de sentarle en el banquillo, juzgarle y, con toda probabilidad, condenarle, algo de lo que la muerte libr¨® a su mentor Slobodan Milosevic. Ella, que perdi¨® al marido y dos hijos en aquella enso?aci¨®n criminal, pone hoy toda su rebosante vitalidad al servicio de su causa: que haya justicia. Y que al menos los muertos descansen por fin en paz. Pese a tantos sinsabores, sus nuevos sue?os empiezan a tener ahora visos de hacerse realidad.
Hatidia, que perdi¨® a dos hijos y al marido, pregunta: "?Qu¨¦ pasa con tantos otros Karadzic que tenemos por aqu¨ª?"
Tambi¨¦n los serbios est¨¢n agotados de llevar a cuestas la pesada mochila hist¨®rica que les leg¨® la guerra
Los expertos creen que no hay duda de que los que velaban por Karadzic son los que protegen a Mladic
El jueves llov¨ªa en Srebrenica, la ciudad que sufri¨® la peor masacre de la guerra de los Balcanes -8.000 hombres, seleccionados por el hecho de ser musulmanes, y asesinados en s¨®lo tres d¨ªas en las mism¨ªsimas narices de los cascos azules holandeses que deb¨ªan protegerles-; pero como casi cada d¨ªa, Hatidia se acerc¨® al cementerio-memorial en el que est¨¢n enterrados los 3.215 cad¨¢veres recuperados. Ese d¨ªa acompa?aba a una amiga que lograba finalmente dar sepultura a dos hijos, con 13 a?os de retraso."La detenci¨®n de Karadzic es un paso importante, pero no podemos cerrar la historia hasta que no enterremos al ¨²ltimo cuerpo perdido", recalc¨®.
El arresto, el pasado lunes, del mesi¨¢nico pol¨ªtico serbobosnio, reaparecido tras 12 a?os de pr¨®fugo como un viejito bonach¨®n, sabio y bohemio que disfrutaba de una intensa vida social en Belgrado bajo el nombre de Dragan Dabic, supone m¨¢s que un paso adelante. Es un punto de inflexi¨®n en el largo y tortuoso proceso que debe permitir cerrar alg¨²n d¨ªa las heridas abiertas por las mayores atrocidades cometidas en Europa desde la II Guerra Mundial y hacer justicia. Y lo es tambi¨¦n para Serbia, que primero neg¨® y luego mir¨® durante a?os hacia otro lado. Ahora parece que est¨¢ dispuesta a enfrentarse a sus demonios y acelerar su aproximaci¨®n a la Uni¨®n Europea. "Ha habido otros momentos decisivos en la historia del pa¨ªs, pero ¨¦ste es important¨ªsimo. Es la hora de la verdad", admite el prestigioso periodista serbio Dejan Anastasijevic, del semanario Vreme.
Srebrenica, ciudad bosnia a medio camino entre Belgrado y Sarajevo, fue el s¨ªmbolo de la locura y hoy es el mejor ejemplo de que la guerra se cerr¨® en falso. Nadie dir¨ªa aqu¨ª que los combates acabaron hace 13 a?os. En el centro hay muchos edificios a¨²n destruidos, y las marcas de las balas est¨¢n como petrificadas en much¨ªsimas de las fachadas, como si se quisiera tener siempre presente que el cap¨ªtulo sigue abierto.
Y lo que es peor: el acuerdo de paz de Dayton (1995) consagr¨® la pol¨ªtica de limpieza ¨¦tnica y dej¨® el enclave dentro de la Rep¨²blica Srpska autoproclamada por Radovan Karadzic. A menudo, las v¨ªctimas de ayer son los apestados que todos miran mal. Y muchos de los verdugos siguen al mando de todo. Como si nada hubiera ocurrido.
"Yo me fui a vivir a Alemania tras la guerra, pero regreso una vez al a?o para visitar las tumbas de toda la gente que perd¨ª", cuenta Behka, de 40 a?os, con el pelo tapado por un pa?uelo. Se la ve nerviosa, pero sobre todo indignada: "Ayer mismo me top¨¦ con uno de los peores bichos de aquella ¨¦poca. Me mir¨® y me hizo con la mano el mismo signo ultra de entonces, sonriendo c¨ªnicamente. Karadzic es importante, pero m¨¢s importante a¨²n es que pillen de una vez a los de aqu¨ª", clama. Por su parte, Huso, que perdi¨® en las masacres a 39 parientes, sostiene a la salida del cementerio: "Lo de Karadzic ya no sirve para nada. La comunidad internacional sab¨ªa lo que pasaba y no hizo nada en su momento. Si le hubieran detenido antes habr¨ªan evitado muchas muertes".
En Bratunac, apenas a cinco minutos de Srebrenica y del memorial, hab¨ªa una mayor¨ªa aplastante serbia, y sigue habi¨¦ndola. Al frente del Ayuntamiento est¨¢ el mismo partido que fund¨® Karadzic para garantizar el supuesto derecho de los serbios de Bosnia a seguir viviendo en una entidad serbia, pese a la independencia de la rep¨²blica. Pero algo est¨¢ cambiando incluso aqu¨ª. Nadie ha salido estos d¨ªas a la calle a defender al h¨¦roe ca¨ªdo. Todos miran para otro lado: el funcionario municipal al cual se pide una entrevista sonr¨ªe nervioso y se va, los hombres y mujeres que caminan tranquilamente -"tengo mucha prisa", repiten tras saber de qu¨¦ se trata- o la cuadrilla que da voces en el bar y que de pronto calla en seco al escuchar el nombre maldito. "Nosotros somos obreros, no entendemos de pol¨ªtica", acierta a decir uno mientras sorbe su cerveza.
Es imposible saber si toda esta gente ha cambiado de opini¨®n o sigue aferrada a sus viejas ideas, pero el arresto de Karadzic ha puesto de manifiesto algo ins¨®lito: tambi¨¦n ellos est¨¢n agotados de llevar a cuestas una mochila hist¨®rica tan pesada. En Serbia, s¨®lo algunos grup¨²sculos han salido a la calle gritando las viejas consignas. Y en la Rep¨²blica Srpska de Bosnia-Herzegovina, casi todos -v¨ªctimas y verdugos- han preferido quedarse en casa. "Incluso los que le defienden se han echado una copa de vino y han dicho: '?Brindamos por ti, Radovan!'. Y ahora, d¨¦janos vivir en paz de una vez", explica gr¨¢ficamente un periodista que conoce muy bien los ambientes radicales en Serbia.
Karadzic se ha afeitado ya la frondosa barba blanca que se dej¨® crecer para ocultarse en la figura entra?able de Dabic y se prepara para defender al Radovan de siempre, ahora con 63 a?os y m¨¢s aislado que nunca. Su mentor, el ex presidente de Yugoslavia y de Serbia, falleci¨® en La Haya defendi¨¦ndose a s¨ª mismo y antes de que se dictara sentencia en su juicio por cr¨ªmenes de guerra y genocidio. Las v¨ªctimas s¨®lo piden que el nuevo reo no tenga tanta suerte.
Al lado de Karadzic, Milosevic pareci¨® en ocasiones un moderado capaz de pactar con la comunidad internacional el fin de la guerra de Bosnia en contra del criterio de su d¨ªscolo y fan¨¢tico disc¨ªpulo. Y es que, antes de defender -a trav¨¦s de ese personaje merecedor de un Oscar a la interpretaci¨®n llamado Dabic- la vida sana, la armon¨ªa y la bondad, Karadzic fue uno de los alumnos m¨¢s aventajados de Milosevic y deber¨¢ enfrentarse ante el juez a sus mismos delitos: genocidio, cr¨ªmenes contra la humanidad, deportaciones masivas, limpieza ¨¦tnica... Karadzic es un personaje que siempre se entrega al m¨¢ximo en el papel que interpreta, como acaba de demostrar con Dabic. Y en la d¨¦cada de 1990, este psiquiatra nacido en el Montenegro rural y que nunca hab¨ªa escapado de la mediocridad en la gris sociedad titista, encontr¨® el papel de su vida como salvador de los serbios. Y lo interpret¨® hasta las ¨²ltimas consecuencias, a sangre y fuego.
La voladura de Yugoslavia en esa d¨¦cada tuvo muchos responsables, pero sin duda ocupan un lugar de honor Milosevic y Karadzic. Los esclerotizados miembros del aparato encontraron nueva energ¨ªa en el breviario ultranacionalista, y el choque fue devastador. El nacionalismo expansivo serbio fue el que m¨¢s atrocidades cometi¨® -por controlar los resortes del Estado yugoslavo y del Ej¨¦rcito-, pero tambi¨¦n el que m¨¢s perdi¨® a largo plazo: en 1990 dirig¨ªa un pa¨ªs de seis rep¨²blicas federadas y dos regiones aut¨®nomas serbias. En 2008 est¨¢ solo, acaba de perder Kosovo -lugar que considera la cuna de la patria-, ni siquiera ha conseguido que Montenegro siga unido a Serbia y es el ¨²nico de todos los cuerpos surgidos de la explosi¨®n de Yugoslavia que sigue aislado de Occidente y lejos de la Uni¨®n Europea.
Aquella guerra en la civilizada Europa tuvo un coste humano brutal: 100.000 muertos documentados -algunas estimaciones elevan la cifra a 250.000-, 1,8 millones de desplazados, entre 20.000 y 40.000 violaciones... Y los serbios sufrieron casi como los que m¨¢s el delirio de sus jefes: suman una cuarta parte del total de muertos -s¨®lo superados por los bosniomusul-manes-, y al final, el mayor n¨²mero de refugiados procedentes de toda la ex Yugoslavia son serbios.
El principio que aplicaron Milosevic y Karadzic en todo este proceso fue claro y p¨²blico -"es Serbia all¨ª donde hay serbios"-, y a ello se entregaron con todas sus consecuencias: no les bastaba con ganar una batalla, sino que necesitaban limpiar la zona de no serbios para consolidar esta ganancia. No se conformaron, pues, con tomar Srebrenica. Reunieron a todos los hombres musulmanes que estaban refugiados, supuestamente protegidos por Naciones Unidas; les separaron de sus familias, y les asesinaron a todos en s¨®lo tres noches.
El jefe pol¨ªtico de este plan aplicado con precisi¨®n milim¨¦trica fue Radovan Karadzic. Y el jefe militar que lo llev¨® a la pr¨¢ctica fue Ratko Mladic, la otra gran cara del terror, que sigue huido desde hace 12 a?os. Tambi¨¦n su cerco se va estrechando.
Ahora, Karadzic ha resurgido convertido casi en la encarnaci¨®n de la bondad. Y su compinche Mladic tambi¨¦n quiso darse el gusto de aparecer ante el mundo como un hombre bueno y de coraz¨®n: en Srebrenica se hizo filmar repartiendo pan y chocolate a las mujeres y los ni?os refugiados. Acababan de separarles de todos los hombres musulmanes, a los que nunca m¨¢s volver¨ªan a ver porque iban a ser fusilados. Pero su ejecutor quer¨ªa pasar a la posteridad alimentando a las futuras viudas y a los inminentes hu¨¦rfanos.
Amira era una de esas ni?as que iban a perder al padre y que com¨ªan asustadas chocolate y pan entregados por el verdugo de su familia. Entonces ten¨ªa ocho a?os, y en 2005, ya con 18, regres¨® para quedarse en Srebrenica. Ha arreglado la casa familiar -parece a¨²n en construcci¨®n: le queda mucho trabajo por hacer- y tiene una hija de 10 meses, Zejnelo, que porta en brazos. "A veces se me borra la cara de mi padre, pero siempre, siempre, siempre tengo presente la de Mladic d¨¢ndome dos barritas de pan", explica. "Celebr¨¦ en casa la detenci¨®n de Karadzic. Pero falta por caer Mladic, y muchos otros. He visto v¨ªdeos de aquella ¨¦poca y reconozco muchas caras que me encuentro por la calle", a?ade.
Todo el mundo en Serbia se hace ahora la misma pregunta: detenido Karadzic, ?caer¨¢ pronto tambi¨¦n Mladic? "Sin ninguna duda, antes de que acabe el a?o", augura Dejan Anastasijevic, el periodista que mejor conoce las cloacas del Estado que m¨¢s de una vez han querido eliminarle.
Los expertos coinciden en se?alar la importancia de las dos elecciones de este a?o en Serbia -presidenciales y parla-mentarias-, resueltas con una victoria de los europe¨ªstas, que han desencadenado un peque?o terremoto. El presidente es el mismo que antes -Bor¨ªs Tadic-, y los cambios en el Parlamento no han sido sustanciales. Pero han cambiado las alianzas: Tadic rompi¨® con el partido nacionalista de Vojislav Kostunica, atrapado en su propio laberinto melanc¨®lico y victimista, y busc¨® aire, parad¨®jicamente, en el Partido Socialista que en su d¨ªa fund¨® Milosevic, y que hoy dirigen tecn¨®cratas ¨¢vidos de pasar p¨¢gina y ganar legitimidad en Europa.
Al soltar lastre, Tadic tuvo manos libres para cambiar al jefe de los servicios secretos, Rade Bulatovic, que hasta ahora despachaba con Kostunica, y colocar en el puesto a uno de sus fieles, Sasha Vukadinovic. En 15 d¨ªas cayeron dos de los cuatro criminales de guerra serbios m¨¢s buscados por La Haya: primero, Sajan Zupljanin, ex jefe de la polic¨ªa de Banja Luka durante la guerra de Bosnia. Y luego, el pez gordo, Radovan Karadzic, transmutado con gran maestr¨ªa en Dragan Dabic.
"Los cambios en el Gobierno han sido la clave de la detenci¨®n de Karadzic, que deja por fin clar¨ªsimo que Tadic y Serbia quieren cumplir con la ley internacional y con la Uni¨®n Europea", explican fuentes cercanas al presidente serbio. "Por primera vez desde que cay¨® Milosevic, el presidente tiene el control ¨²nico de los servicios secretos y ya no hay organismos que respondan ante instancias distintas", a?ade un buen conocedor del espionaje de Serbia.
Milosevic cay¨® en 2000, pero muchos de sus colaboradores m¨¢s siniestros siguieron adosados a las tripas del poder desde la sombra, controlando e incluso dirigiendo la inextricable red de espionaje y contrainformaci¨®n. Zoran Djindjic, el pol¨ªtico que m¨¢s se atrevi¨® a desafiar este poder, constituido en un aut¨¦ntico Estado dentro del Estado, lo pag¨® con su vida: fue acribillado en pleno centro de Belgrado.
No hay acuerdo, en cambio, sobre si los pol¨ªticos que integran el Gobierno recib¨ªan de estos c¨ªrculos informaci¨®n sobre las aventuras en Serbia de los pr¨®fugos m¨¢s buscados por la justicia internacional, cuya entrega es uno de los requisitos impuestos por la UE antes de dar luz verde a cualquier acuerdo de asociaci¨®n. Sin embargo, nadie duda lo m¨¢s m¨ªnimo de que, sin estos c¨ªrculos que anidan en el coraz¨®n del poder serbio, Karadzic habr¨ªa sido detenido mucho antes.
Ni siquiera el ingenioso y venerable personaje que cre¨® habr¨ªa podido vivir durante 18 meses en el centro de Belgrado comprando, vendiendo y pontificando en incontables actos p¨²blicos. Tampoco habr¨ªa sido capaz de mantenerse oculto durante los 10 a?os anteriores.
El carn¨¦ de identidad falso a nombre de Dragan Dabic lo emiti¨® la polic¨ªa de Ruma, localidad situada a 70 kil¨®metros al noroeste de Belgrado, en octubre de 2006, y el nombre fue tomado de un militar serbobosnio fallecido en la guerra. El humilde piso ubicado en un bloque de estilo sovi¨¦tico que ocup¨® en Nuevo Belgrado, el barrio obrero donde vivi¨® junto a su novia, se parece como una gota de agua a otra que por un momento ocup¨® -se supo luego, cuando ¨¦l ya hab¨ªa huido- Ratko Mladic en la misma zona. El due?o de la vivienda vive en el extranjero y nadie se acerc¨® nunca a cobrar el alquiler de Dabic. "Con los anteriores inquilinos siempre llegaba una mujer a principios de mes para cobrar, pero cuando se instal¨® Dabic nunca m¨¢s volvi¨®", explica la vecina que vive dos puertas a la izquierda del apartamento que ocup¨® el criminal de guerra reconvertido en alma caritativa.
Los expertos creen que no hay duda de que los que velaban por Karadzic son los mismos que siguen protegiendo a Mladic, que a diferencia del primero no procede de la pol¨ªtica, sino que es directamente uno de los suyos. "En tiempos de cambios que se consideran inexorables, el primer traidor es el que puede aspirar a sobrevivir. Y ahora es uno de estos momentos", apunta Anastasijevic. Incluso Karadzic, nacido montenegrino y fan¨¢tico de la Gran Serbia, ya debe de saber de primera mano que su Serbia est¨¢ cambiando para siempre.
?Conoce ya Tadic la guarida de Mladic? "?No!", clama, ofendido, el oficialismo. "Vamos a hacer todo lo posible para descubrir d¨®nde se oculta y entregarlo a la justicia", proclama a los cuatro vientos el ministro de Exteriores, Vuk Jeremic. "Es probable que s¨ª lo sepa", sostienen fuentes diplom¨¢ticas occidentales, que a?aden: "Su entrega depender¨¢ del c¨¢lculo pol¨ªtico de las autoridades serbias. Si les sale positivo para sus intereses, s¨ª; en caso contrario, seguir¨¢n guard¨¢ndose esta carta para negociar mejor".
Las cuestiones a negociar son legi¨®n: cr¨¦ditos que ayuden a levantar una econom¨ªa paralizada y con una inflaci¨®n desatada, un calendario para entrar en la Uni¨®n Europea, la posibilidad de dirimir el litigio de Kosovo tambi¨¦n en los tribunales internacionales... "Con la entrega de Karadzic ha quedado claro que Serbia acepta la justicia internacional, pero entonces debe aceptarse que se acuda a ella en el asunto de Kosovo", subraya un asesor de Tadic.
La catarsis tanta veces aplazada ya se est¨¢ desencadenando en Serbia y no tiene marcha atr¨¢s. La entrega de Karadzic obliga a enfrentarse al pasado m¨¢s negro. Era la pulsi¨®n que faltaba para deshacer el nudo que mantiene tantas heridas abiertas en un conflicto desgarrador que puso patas arriba Yugoslavia e incluso Europa. Sin la entrega de los principales responsables de la barbarie no hay justicia, ni perd¨®n, ni reconciliaci¨®n, ni revisi¨®n de la propia historia en los otros pa¨ªses que un d¨ªa formaron Yugoslavia, ni ox¨ªgeno para la econom¨ªa, ni aproximaci¨®n a Europa. La bola de nieve se ha puesto en marcha con la detenci¨®n de un simp¨¢tico y entra?able viejito pacifista que result¨® ser un genocida. Y el silencio en las calles de Serbia -despu¨¦s de tanto tiempo pensando que un gesto as¨ª abrir¨ªa la caja de los truenos- prueba que la bola ya est¨¢ rodando.
El jueves, en el cementerio de Srebrenica, Hatidia, la mujer que mantiene intacta la vitalidad, pese a que hace 13 a?os Karadzic y Mladic le arrebataron al marido y dos hijos, certific¨® que el nudo empieza a deshacerse: "Hay muchos serbios buenos. Sin ellos, no hubi¨¦ramos podido encontrar gran parte de los restos de la masacre. Y sin ellos, nunca se habr¨ªa detenido a Radovan Karadzic".
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