?Qui¨¦n es el culpable de la depresi¨®n de Bush?
La inmensa mayor¨ªa de los estadounidenses piensan que la econom¨ªa est¨¢ fatal, y culpan al presidente George W. Bush. Este hecho, m¨¢s que cualquier otro, hace dif¨ªcil pensar que los dem¨®cratas puedan perder estas elecciones a la presidencia de Estados Unidos.
?Pero tienen raz¨®n los ciudadanos al estar tan enfadados con el liderazgo econ¨®mico de Bush? No exactamente. Es verdad que la econom¨ªa est¨¢ fatal, un hecho del que el actual presidente parece no darse cuenta. Pero eso no es lo mismo que decir que la mala salud de la econom¨ªa es culpa de Bush.
Por otra parte, hay cierta justicia en la actitud de los ciudadanos. Otros pol¨ªticos adem¨¢s de Bush comparten la culpa del caos en el que estamos metidos, pero la mayor¨ªa de ellos son republicanos.
John McCain, partidario de la ortodoxia, no deber¨ªa quejarse si la econom¨ªa le cuesta las elecciones
Lo primero es lo primero: no presten atenci¨®n a los apologistas que intentan defender el historial econ¨®mico de George W. Bush. Desde 2001, la situaci¨®n econ¨®mica en Estados Unidos ha alternado entre "as¨ª, as¨ª" y descaradamente mala: una recesi¨®n, seguida de una de las expansiones m¨¢s d¨¦biles registradas desde la II Segunda Guerra Mundial, y despu¨¦s una renovada ca¨ªda del empleo que oficialmente no es todav¨ªa una recesi¨®n, pero que ciertamente se le parece mucho.
En total, George W. Bush tendr¨¢ suerte si deja el cargo con un aumento neto de 5 millones de puestos de trabajo, muy por debajo del n¨²mero necesario para absorber el incremento de poblaci¨®n. A modo de comparaci¨®n, su antecesor dem¨®crata Bill Clinton presidi¨® una econom¨ªa que cre¨® 22 millones de empleos.
?Y qu¨¦ tiene Bush que decir de este triste historial? "Creo que cuando la gente mire hacia atr¨¢s, a este momento de nuestra historia econ¨®mica, reconocer¨¢ que las bajadas de impuestos funcionan", afirma el presidente. Ignorante hasta decir basta.
Pero hasta a los economistas m¨¢s progresistas les resulta dif¨ªcil sostener que la ignorancia del actual presidente de Estados Unidos, George W. Bush, haya sido de hecho la causa de los malos resultados econ¨®micos durante su gesti¨®n presidencial.
Los recortes fiscales no funcionaron, pero no crearon la depresi¨®n de George W. Bush. ?A qu¨¦ se debe, entonces?
En el primer puesto de mi lista de causas de la mala situaci¨®n actual de la econom¨ªa se sit¨²an tres factores: la burbuja inmobiliaria y sus consecuencias, el aumento de los costes sanitarios y los precios por las nubes de las materias primas. He escrito largo y tendido sobre la vivienda, as¨ª que hoy voy a hablar de las otras.
La mayor parte del debate p¨²blico sobre la atenci¨®n sanitaria se centra actualmente en los problemas de los ciudadanos que carecen de seguro o tienen uno con pocas prestaciones. Pero las primas de seguro suponen tambi¨¦n un gran gasto para las empresas: como es sabido, los fabricantes de autom¨®viles gastan m¨¢s en atenci¨®n sanitaria que en acero.
Una de las claves de la expansi¨®n de Bill Clinton en las que menos hincapi¨¦ se ha hecho fue, pienso yo, la forma en que remiti¨® entre los ejercicios 1993 y 2000 la enfermedad del gasto en atenci¨®n sanitaria. Durante un tiempo, el control de los gastos sanitarios puso freno a las primas, lo cual anim¨® a las empresas a incrementar su n¨²mero de trabajadores.
Pero las primas volvieron a subir vertiginosamente despu¨¦s del ejercicio 2000, imponiendo cargas nuevas y enormes a las empresas. Podemos apostar sin temor a equivocarnos a que esto influy¨® bastante en la d¨¦bil creaci¨®n de puestos de trabajo.
?Y qu¨¦ hay de los precios de las materias primas? Durante los a?os del mandato presidencial de Bill Clinton, los productos b¨¢sicos se mantuvieron baratos si utilizamos un baremo hist¨®rico. Desde entonces, sin embargo, los precios de los alimentos y de la energ¨ªa se han puesto por las nubes, cercenando directamente un 5% de la renta real de la familia media estadounidense y aumentando los costes empresariales en toda la econom¨ªa.
Buena parte de este dolor podr¨ªa haberse evitado. Si el intento del presidente Clinton de reformar la sanidad hubiera prosperado, la econom¨ªa estadounidense estar¨ªa hoy en una situaci¨®n mucho mejor de la que est¨¢. Pero el intento fracas¨®, y recordemos por qu¨¦ fracas¨®. S¨ª, la pol¨ªtica de Clinton era una chapuza. Pero fueron los miembros republicanos del Congreso los que bloquearon la reforma propuesta, porque Newt Gingrich manten¨ªa entonces una estrategia de "coagulaci¨®n" pensada para "trabar cualquier acercamiento" al presidente Bill Clinton.
En cuanto al elevado precio de los alimentos y de los combustibles, se debe principalmente a la creciente demanda de estos productos por parte de China y de otras econom¨ªas nuevas. Pero los precios del petr¨®leo no estar¨ªan tan altos, y Estados Unidos habr¨ªa sido mucho menos vulnerable a la actual subida del crudo si en el pasado hubiera tomado medidas para limitar el consumo de petr¨®leo.
El presidente George W. Bush tiene sin duda parte de la culpa, y no s¨®lo por su destructiva adopci¨®n del etanol como respuesta a nuestros problemas con la energ¨ªa. Despu¨¦s del 11-S podr¨ªa haber pedido f¨¢cilmente que se subieran los impuestos sobre los carburantes y se adoptaran criterios de ahorro de combustible como medida de seguridad nacional, pero por lo visto esa idea no se le pas¨® por la mente.
Aun as¨ª, tanto en el campo de la energ¨ªa como en el de la sanidad, las mayores oportunidades perdidas se produjeron hace 15 a?os o m¨¢s, cuando Newt Gingrich y otros republicanos conservadores del Congreso, ayudados por algunos dem¨®cratas vinculados a sectores empresariales de gran consumo energ¨¦tico, bloquearon las medidas de ahorro.
En resumidas cuentas, George W. Bush tiene algo de culpa por los malos resultados de la econom¨ªa estadounidense durante sus mandatos presidenciales, pero buena parte de la responsabilidad corresponde a otros personajes pol¨ªticos anteriores, que desaprovecharon las oportunidades de reforma. Sin embargo, se da la casualidad de que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos responsables de nuestras actuales dificultades econ¨®micas, aunque no todos, pertenec¨ªan al Partido Republicano.
Y t¨¦ngase en cuenta que el candidato a la presidencia para las pr¨®ximas elecciones John McCain ha hecho todo lo posible por afirmar su apoyo a la ortodoxia econ¨®mica republicana. Por tanto no tendr¨¢ razones para quejarse si, como parece probable, la econom¨ªa le cuesta las elecciones.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Princeton. ? The New York Times News Service.
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