La nueva lucha de clases
La buena globalizaci¨®n ha terminado. Quedan atr¨¢s los tiempos ben¨¦ficos de desaparici¨®n de fronteras para el comercio, producto de grandes acuerdos multilaterales. Los m¨¢s pesimistas trazan un cuadro tenebroso de regreso al proteccionismo y a los bloques comerciales. El fracaso de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el comercio mundial es una p¨¦sima se?al en un momento de incertidumbre econ¨®mica. Y cuando soplan malos vientos hasta los liberales m¨¢s doctrinarios se convierten en partidarios de salvar los muebles de cada uno mediante el intervencionismo gubernamental. S¨®lo una sorpresa presidencial en Washington para el pr¨®ximo a?o puede introducir un cambio de atm¨®sfera que desatasque la Ronda de Doha. Y la sorpresa no es que sea Obama el presidente, sino que no salga proteccionista seg¨²n una s¨®lida tradici¨®n dem¨®crata que ya desminti¨® Bill Clinton, acogido con prevenci¨®n por los partidarios del libre comercio y luego en cambio entronizado como el presidente que m¨¢s ha impulsado la globalizaci¨®n.
Las clases medias de los pa¨ªses emergentes reclaman su pedazo del pastel de la globalizaci¨®n
Cada vez se ve m¨¢s claro que los dos mandatos de Bush han sido los a?os perdidos del siglo XXI. Naciones Unidas no se ha reformado. Su Consejo de Seguridad qued¨® herido de muerte despu¨¦s del debate sobre la guerra de Irak. La Uni¨®n Europea se halla exactamente en el mismo Tratado de Niza en que se encontraba cuando Bush se instal¨® en la Casa Blanca. Es evidente el fracaso de los esfuerzos por reducir las emisiones contaminantes a la atm¨®sfera, tal como se propon¨ªa el protocolo de Kyoto, debido principalmente a su boicot por el pa¨ªs que m¨¢s ha contaminado en la historia. Y ahora fracasa la Ronda de Doha, tambi¨¦n iniciada en el a?o mismo inaugural de Bush. Si Clinton actu¨® de abono y ox¨ªgeno para el crecimiento mundial y la aparici¨®n de una amplia sociolog¨ªa de clases medias en Asia y Am¨¦rica Latina, Bush es el presidente que ha roto sus reglas en nombre del unilateralismo norteamericano y de sus derechos como superpotencia. Ahora, las potencias emergentes que le pisan los talones, China e India sobre todo, quieren tambi¨¦n seguir sus pasos en cuanto a unilateralismo, sobre todo en comercio y medio ambiente.
Era casi imposible que la ¨²ltima tanda de negociaciones emprendida en Ginebra la pasada semana consiguiera cambiar el sentido de la marcha del mundo. Todo el voluntarismo y optimismo a chorros de Pascal Lamy, el director general de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio, no ha podido con el esp¨ªritu del tiempo, que es proteccionista y hostil al multilateralismo, fiel al p¨¦simo ejemplo predicado y ejercitado desde la Casa Blanca. El escollo que ha hundido el barco han sido las cl¨¢usulas de salvaguarda para la agricultura de esos pa¨ªses emergentes, m¨¢s que escamados por anteriores oleadas liberalizadoras, en las que el abatimiento de barreras dej¨® sin defensa a los agricultores m¨¢s pobres frente a la invasi¨®n de productos agrarios de pa¨ªses ricos. Aunque China e India se han encastillado en la defensa de la agricultura, en realidad han querido desafiar a Estados Unidos, y en menor medida a la Uni¨®n Europea, en un gesto que corresponde a la nueva estructura geopol¨ªtica del mundo. La pugna que se ha manifestado en Doha indica el signo de los tiempos: es la misma que se expresar¨¢ en las negociaciones sobre cambio clim¨¢tico, entre los pa¨ªses ascendentes que aspiran a contaminar m¨¢s en los pr¨®ximos a?os, para contar con m¨¢rgenes de crecimiento y de ensanchamiento todav¨ªa mayor de sus nuevas clases medias, y los pa¨ªses ricos que ya se han comido su raci¨®n de atm¨®sfera y gracias a ello gozan de su situaci¨®n privilegiada.
Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los pa¨ªses en fuerte desarrollo y las clases medias de los pa¨ªses ya desarrollados por el reparto del pastel global. Y quienes tienen las de perder son las clases m¨¢s pobres, que no cuentan con Estados fuertes que les defiendan y se ven arrolladas por el ¨ªmpetu de los que suben (chinos e indios) y los miedos de los que bajan (europeos y norteamericanos). Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energ¨ªa. Y tambi¨¦n de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los pa¨ªses emergentes van a consumir m¨¢s y las clases medias europeas y norteamericanas deber¨¢n acomodar sus h¨¢bitos de consumo a la nueva situaci¨®n del mercado. Esta lucha de clases no lleva a ninguna revoluci¨®n, pero puede producir tensiones e incluso enervar indirectamente alguna situaci¨®n conflictiva. De ah¨ª la importancia de una distensi¨®n en Oriente Pr¨®ximo y sobre todo entre Ir¨¢n y Occidente. Pero donde estos arbitrajes deben producirse es en la OMC y en el panel de Naciones Unidas sobre cambio clim¨¢tico. Si su resoluci¨®n no es multilateral, no podemos albergar duda alguna de que estamos sembrando las semillas de grandes conflictos que crecer¨¢n ya bien entrado el siglo XXI.
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