Leopoldo Alas M¨ªnguez, poeta y periodista
Fue adalid de la lucha de gays, lesbianas y transexuales
Un mes antes de cumplir los 46 a?os, y despu¨¦s de pasar seis semanas hospitalizado en estado de inconsciencia por lo que empez¨® como una simple neumon¨ªa, muri¨® ayer en Madrid una de las personas m¨¢s vivaces, m¨¢s risue?as y m¨¢s pluralmente creadoras que he tratado en mi vida.
Nacido en Arnedo (Rioja) en una familia establecida en Madrid y descendiente de su ilustre hom¨®nimo, Leopoldo Alas empez¨® siendo, cuando nos conocimos en 1981, el muchacho que cada vez que era presentado a alguien con lecturas deb¨ªa responder con una sonrisa entre vergonzosa y burlona: "S¨ª, Leopoldo Alas, como el autor de La Regenta"
Sus padres, sin duda con la mejor voluntad, le hab¨ªan dado en el bautizo esa sonora identidad nominal, que Leopoldito o Polo (para los ¨ªntimos) llev¨® siempre con elegancia y humor y fue validada, sin ceremonia pero con toda su autoridad clariniana, por Juan Cueto Alas, otro pariente m¨¢s directo del novelista del XIX, en un hoy lejano encuentro en la UIMP de Santander que, casualmente, el amigo ahora muerto evoc¨® en su ¨²ltima comunicaci¨®n escrita, un email del 5 de mayo.
Me conmueve profundamente en estas horas releer la frase con la que Leopoldo terminaba aquella carta: "Los buenos momentos del pasado son un regalo confortante para el presente". Es abismal pensar que el presente de este estupendo escritor en pleno proceso de desarrollo ya no tiene m¨¢s futuro que la lectura de sus libros pasados y la memoria de quienes disfrutamos de su radiante personalidad.
Siento el peque?o orgullo de haber dado a conocer los primeros poemas de Leopoldo en una antolog¨ªa de cinco j¨®venes in¨¦ditos, nacidos todos en el a?o 1962, que seleccion¨¦ y publiqu¨¦ en 1982 en la revista Poes¨ªa, a instancias de su director, el no hace mucho desaparecido Gonzalo Armero.
Acompa?ado de dos de sus mejores amigos de entonces, los tambi¨¦n magn¨ªficos poetas Luis Cremades y Mario M¨ªguez, Leopoldo se revelaba en las seis piezas recogidas como lo contrario de lo que su car¨¢cter ind¨®mito, su risa explosiva, su aire adolescente (mantenido hasta el fin) y su pelo coquetamente peinado hac¨ªan sugerir: como un autor de versos graves, a menudo, amargos aunque mordaces, y escritos todos con el buen o¨ªdo po¨¦tico que nunca perdi¨®.
Los palcos, aparecido en 1988, fue su primer y ya cuajado libro, al que siguieron otros, siempre en creciente l¨ªnea de calidad, hasta desembocar en los muy logrados El triunfo del vac¨ªo (donde destaca poderosamente el poema de despedida al gran poeta cubano del exilio Gast¨®n Baquero) y Concierto del desorden.
Pero no s¨®lo poeta. Leopoldo deja una obra extensa en la que se suman los cuentos, las novelas (su pen¨²ltima, El extra?o caso de Gaspar Ganijosa, aparecida en la editorial Seix Barral, era de una deliciosa desfachatez), los ensayos de actualidad, el periodismo (ejercido sobre todo en el diario El Mundo), el teatro, los dos libretos de ¨®pera para el compositor Jorge Fern¨¢ndez Guerra, y la brillante labor editorial al frente de la revista Signos, despu¨¦s convertida en editorial de poes¨ªa de refinada y exigente trayectoria.
Muchos le conocer¨¢n tambi¨¦n por su papel de agitador y polemista en las revistas gay Zero y Shangay Express, habiendo llevado en los ¨²ltimos a?os -hasta el momento de su fatal hospitalizaci¨®n-, en una especie de brillante one man show radiof¨®nico, el programa de Radio 5 Entiendas o no entiendas.
Ning¨²n epitafio puede condensar ninguna vida truncada, aunque los ha habido muy elocuentes en la historia. En mi personal recuerdo f¨²nebre me gustar¨ªa no ponerme solemne pero tampoco hacerme el ingenioso, pese a lo mucho que Polo celebraba las ocurrencias y los retru¨¦canos. Me basta con reproducir un fragmento de uno de sus poemas mejores, Los andenes, el primero que yo le¨ª de ¨¦l: "Los trenes s¨®lo pasan/ cuando no se los espera, y nos sorprenden:/ hay que agarrarse a los trenes con las u?as/ cuando pasan por delante,/ aunque te den la espalda,/ hay que montarse en marcha/ porque los trenes no paran,/ eres t¨² el que est¨¢s parado/ con la maleta cerrada". M¨¢s que premonici¨®n veo en estas palabras la lucidez asombrosa del joven de 18 a?os que las escribi¨® y, sin perder nunca su aura gozosa, nos abandona ahora para siempre.
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