150 a?os liberados de un creador sobrenatural
Siglo y medio despu¨¦s de su publicaci¨®n, la teor¨ªa de la evoluci¨®n sigue enfrentando a creacionistas y darwinianos
Los argumentos actuales del creacionismo -o los de su disfraz cient¨ªfico, el dise?o inteligente- no se diferencian mucho de los expuestos por el reverendo brit¨¢nico William Paley en su influyente libro Teolog¨ªa Natural, de 1802, cuyo subt¨ªtulo habla por s¨ª mismo: Evidencias de la existencia y atributos de la Deidad recogidas de la apariencia de la Naturaleza.
Este a?o se cumple un siglo y medio de la refutaci¨®n de esa idea: la evoluci¨®n por selecci¨®n natural, presentada por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace en un art¨ªculo conjunto de 1858. Las celebraciones culminar¨¢n en 2009, cuando cumpla 150 a?os El origen de las especies, el libro de Darwin que fund¨® la biolog¨ªa moderna.
La idea elimin¨® la necesidad de Dios para explicar nuestra presencia
"?Qu¨¦ est¨²pido no haber pensado en ello!", dijo Thomas Huxley al escucharla
La predicci¨®n clave de la teor¨ªa se ha confirmado en tiempos recientes
La prueba m¨¢s contundente es la universalidad del c¨®digo gen¨¦tico
El reverendo Paley resumi¨® sus razonamientos en la c¨¦lebre alegor¨ªa del relojero: si encontramos un reloj en medio del campo, deduciremos la existencia de un relojero; si observamos una mariposa, el ojo de un ¨¢guila o el cerebro humano, deberemos deducir la existencia de Dios. El dise?o -y las cosas vivas apestan a dise?o por todos los poros- implica siempre la existencia de un dise?ador.
Cuando el joven Darwin, reci¨¦n licenciado en teolog¨ªa por la Universidad de Cambridge, se embarc¨® en 1831 como "naturalista sin sueldo" en el H. M. S. Beagle, contaba con la Teolog¨ªa Natural de Paley entre sus libros de cabecera. "Casi podr¨ªa haberlo recitado de memoria", escribi¨® mucho despu¨¦s en su autobiograf¨ªa.
Y El origen de las especies, que pronto cumplir¨¢ un siglo y medio, puede leerse como una refutaci¨®n obsesiva y minuciosa del libro de Paley "hasta en el estilo de los argumentos, la elecci¨®n de los ejemplos, los ritmos y las palabras", seg¨²n ha documentado el evolucionista Stephen Jay Gould. La selecci¨®n natural de Darwin es una teor¨ªa para fabricar dise?os sin necesidad de dise?ador: hecha a medida para pulverizar uno a uno los argumentos de la teolog¨ªa natural.
Como los argumentos del creacionismo actual siguen siendo en esencia los del reverendo Paley, la teor¨ªa de Darwin sigue siendo su refutaci¨®n m¨¢s elocuente. La idea de Darwin es tan simple, poderosa y autoevidente que justifica la reacci¨®n de su amigo y colega Thomas Huxley al escucharla por primera vez: "?Qu¨¦ incre¨ªblemente est¨²pido no haber pensado en ello!". Y tambi¨¦n el hecho de que Wallace llegara a la misma conclusi¨®n de forma independiente.
La idea es ¨¦sta: todo ser vivo tiene una gran capacidad de reproducci¨®n -produce copias de s¨ª mismo con leves variaciones-, pero en un mundo de recursos escasos s¨®lo algunas copias sobreviven lo bastante como para reproducirse a su vez: aqu¨¦llas con unas variantes m¨¢s ventajosas en ese entorno particular.
Si las condiciones del entorno se mantienen durante cientos de generaciones, las variantes ventajosas colonizar¨¢n toda la poblaci¨®n. Visto desde fuera, la especie habr¨¢ evolucionado hacia una forma mejor adaptada a ese entorno. La operaci¨®n continua de este proceso durante millones de a?os genera unos dispositivos biol¨®gicos exquisitamente adaptados a su entorno: como si un relojero los hubiera dise?ado para funcionar all¨ª. Esto es la selecci¨®n natural, el mecanismo evolutivo descubierto por Darwin.
La capacidad de la selecci¨®n natural para generar dise?os sin necesidad de un dise?ador elimin¨® la necesidad de Dios para explicar nuestra presencia aqu¨ª: tal y como argument¨® Darwin, el cerebro humano no es la cima de la creaci¨®n, sino una mera variaci¨®n cuantitativa del cerebro de un mono. ?En qu¨¦ momento de la evoluci¨®n de los hom¨ªnidos adquirimos nuestra alma inmortal?
Seg¨²n el fil¨®sofo evolucionista Michael Ruse, Darwin quer¨ªa proponer una teor¨ªa estrictamente cient¨ªfica, "pero su intenci¨®n se vio frustrada casi de inmediato por sus seguidores, en particular por su c¨¦lebre bulldog Thomas Huxley, que utiliz¨® la teor¨ªa de Darwin para minar los cimientos del cristianismo. Huxley ve¨ªa el cristianismo como un aliado del poder y de las fuerzas reaccionarias a las que quer¨ªa derribar".
La guerra prendi¨® con fuerza en Estados Unidos. El Estado de Tennessee ya intent¨® prohibir en 1925 la ense?anza de "cualquier teor¨ªa que niegue la historia de la creaci¨®n divina del hombre descrita en la Biblia y pretenda, en su lugar, ense?ar que el hombre ha descendido de los animales inferiores".
Desde entonces, la derecha religiosa norteamericana lleva m¨¢s de 80 a?os empe?ada en erradicar el darwinismo de las escuelas p¨²blicas, o al menos ponerlo en pie de igualdad con la teor¨ªa alternativa narrada en el G¨¦nesis. El Instituto Discovery, cuartel general del creacionismo -en su moderna versi¨®n del dise?o inteligente-, declara como su objetivo central "derribar no s¨®lo el darwinismo, sino tambi¨¦n su legado cultural".
Los cristianos conservadores que promueven el dise?o inteligente repiten sin cesar que la evoluci¨®n es una "mera teor¨ªa", y que, por tanto, los estudiantes deben ser expuestos a otras explicaciones alternativas de nuestros or¨ªgenes, y muy en particular a la teor¨ªa expuesta en el G¨¦nesis. La realidad es muy distinta. Las pruebas en favor de la evoluci¨®n son tan convincentes que ni el Vaticano se atreve a cuestionarlas a estas alturas del siglo XXI.
Las primeras pruebas de la evoluci¨®n, de hecho, precedieron a Darwin por 200 a?os, y las obtuvo un obispo: el dan¨¦s Niels Stensen, o Nicolaus Steno en la versi¨®n latina usual en la ¨¦poca. Steno demostr¨® que las lenguas de piedra, una especie de incrustaciones minerales comunes en muchas rocas, no eran sino dientes fosilizados de antiguos tiburones.
No es que el trabajo de Steno resultara muy convincente en la ¨¦poca -la teor¨ªa dominante sigui¨® siendo que las lenguas de piedra hab¨ªan ca¨ªdo del cielo en alg¨²n momento-, pero los descubrimientos de f¨®siles se fueron acumulando durante el siglo siguiente hasta hacer inevitables dos conclusiones: que la Tierra era muy antigua, y que sus habitantes pasados eran distintos de los actuales.
El propio Darwin descubri¨® unos ejemplos muy persuasivos durante la traves¨ªa del H. M. S. Beagle: unos sedimentos de Cabo Verde repletos de conchas marinas que estaban muy por encima del actual nivel del mar; unos f¨®siles de reptiles en Bah¨ªa Blanca, similares pero claramente distintos de los reptiles actuales; unos estratos de Los Andes con 3.500 metros de altitud y atestados de vida marina ancestral.
Tres a?os antes de la publicaci¨®n de El origen de las especies fueron descubiertos unos f¨®siles muy especiales. Johann Carl Fuhlrott, un maestro de la escuela de Elberfeld, cerca de D¨¹sseldorf, recibi¨® en 1856 la visita de unos obreros de una mina caliza, que le entregaron 16 huesos que hab¨ªan extra¨ªdo de una cueva, pensando que eran de un oso.
Fuhlrott no dud¨® en clasificarlos como restos humanos, y subray¨® que eran "muy antiguos" y claramente distintos de los huesos de la especie humana actual. Descubri¨® as¨ª al hombre de Neandertal, la primera evidencia de la evoluci¨®n de nuestros antepasados los hom¨ªnidos.
Otra gran l¨ªnea de evidencia se remonta como m¨ªnimo hasta Linneo. Cuando el gran naturalista sueco del siglo XVIII clasific¨® los seres vivos en una jerarqu¨ªa de especies, g¨¦neros, familias, ¨®rdenes, clases, filos y reinos, estaba revelando que la vida tiene la arquitectura de un ¨¢rbol. No es exactamente lo esperable para una lista de cosas creadas. Es exactamente lo esperable para una colecci¨®n de cosas que han evolucionado a partir de un origen com¨²n.
La predicci¨®n clave de la teor¨ªa de la evoluci¨®n -que las claves de los seres vivos deben ser universales, dado su origen com¨²n- se ha confirmado en tiempos recientes con una fuerza que ha sorprendido a los propios bi¨®logos. La asombrosa variedad de formas vivas que vemos por todas partes suele conducir a una percepci¨®n enga?osa. En realidad, los fundamentos de la vida en la Tierra son extraordinariamente constantes, aunque tambi¨¦n muy vers¨¢tiles, como es obvio.
Las tres propiedades esenciales de cualquier ser vivo son la habilidad selectiva para intercambiar materiales con el entorno, una red de reacciones qu¨ªmicas capaz de convertir esos materiales en sus propios componentes y la capacidad de sacar copias de s¨ª mismo.
La primera se debe a unas membranas compuestas de grasas complejas que comparten todos los seres vivos. La segunda se basa en el "metabolismo central", una red integrada de reacciones qu¨ªmicas que interconecta los tipos esenciales de mol¨¦culas org¨¢nicas, y que tambi¨¦n es universal. Y la tercera est¨¢ basada en la doble h¨¦lice del ADN, otro universal biol¨®gico que constituye el material gen¨¦tico, la base de datos autorreplicante de todo organismo.
La prueba m¨¢s contundente del origen com¨²n de todos los seres vivos es la universalidad del c¨®digo gen¨¦tico, el diccionario que traduce el lenguaje del ADN (una ristra de letras a, g, c y t) al lenguaje de las prote¨ªnas, que son ristras de otra clase de mol¨¦culas (los amino¨¢cidos).
Cada serie de tres letras en el ADN significa uno de los 20 amino¨¢cidos que forman las prote¨ªnas. Y el c¨®digo es esencialmente el mismo en todos los seres vivos, pese a que miles de millones de c¨®digos alternativos funcionar¨ªan igual de bien. Esto prueba m¨¢s all¨¢ de toda duda razonable que las bacterias, los aligustres y las personas hemos evolucionado a partir de un origen com¨²n.
La moderna gen¨®mica, capaz de comparar letra a letra el ADN completo de las distintas especies -y el nuestro tiene 3.000 millones de letras-, aporta cada d¨ªa evidencias muy s¨®lidas a la teor¨ªa de Darwin: no s¨®lo de la evoluci¨®n en general, sino tambi¨¦n del mecanismo de la selecci¨®n natural en particular.
Como ha se?alado Francis Collins, director del Proyecto Genoma y creyente cristiano: "Las similitudes de los genes humanos con los de otros mam¨ªferos, gusanos y hasta bacterias son impresionantes. Si Darwin hubiera tratado de imaginar una forma de probar su teor¨ªa, no podr¨ªa haber encontrado nada mejor, salvo una m¨¢quina del tiempo. Pedir a alguien que rechace todo eso para probar lo mucho que ama a Dios... ?Qu¨¦ horrible elecci¨®n!".
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