El bi¨®grafo incomprendido
Un libro relata la vida de James Boswell y c¨®mo este autor brit¨¢nico escribi¨® la biograf¨ªa m¨¢s famosa de todos los tiempos: Vida de Samuel Johnson
James Boswell quiso ser demasiadas cosas y, aunque estuvo a punto de hurt¨¢rsele por la ceguera de generaciones enteras de estudiosos, s¨®lo consigui¨® la ¨²nica de la que su acerada vanidad no podr¨ªa disfrutar en vida: la posteridad literaria. Quiso enrolarse como oficial en la guardia real, pero carec¨ªa del dinero suficiente; quiso ser juez, pero su fama de indiscreto y disoluto le perjudicaron; quiso ser abogado de prestigio, pero su inconstancia se lo impidi¨®; quiso ser parlamentario, pero nunca tuvo apoyo pol¨ªtico suficiente; quiso ser buen marido, pero, pese al mucho amor que profesaba a su esposa, fue incapaz de velar por ella como deb¨ªa. Ni siquiera su biograf¨ªa sobre Samuel Johnson, que se vendi¨® y fue alabada, le granje¨® el respeto de sus contempor¨¢neos. Antes al contrario, lo meti¨® en innumerables litigios con quienes le hab¨ªan prestado su testimonio y, o bien se sintieron traicionados al verse no muy amablemente retratados, o bien se escandalizaron al comprobar la publicidad que daba a an¨¦cdotas y papeles que se le confiaron para uso privado. Tal fue la nube de oprobio que lo cubri¨® que sus descendientes echaron la cancela sobre las cajas que conten¨ªan el ingente diario in¨¦dito que escribi¨® durante toda su vida y durante m¨¢s de cien a?os no permitieron que nadie lo consultara. Una de ellos, su bisnieta, lleg¨® al extremo de tomar por costumbre animar a los invitados que recib¨ªa en la mansi¨®n familiar a que tiraran al blanco sobre su retrato, hasta que qued¨® hecho trizas.
Se le consider¨® un mero transcriptor, una especie de tonto ¨²til cuyo m¨¦rito resid¨ªa en haber estado donde deb¨ªa en el momento justo
Y, sin embargo, pocos encuentros tan determinantes ha habido en la historia de la literatura como el que se produjo el 16 de mayo de 1763 en la trastienda de una librer¨ªa londinense entre Samuel Johnson y James Boswell. Johnson ten¨ªa 53 a?os y Boswell 22; Johnson era el erudito m¨¢s famoso de su ¨¦poca, autor del primer diccionario sistem¨¢tico de la lengua inglesa, y Boswell apenas un aprendiz de escritor reci¨¦n licenciado en leyes; Johnson, ingl¨¦s y de origen humilde y, como muchos de sus compatriotas, con escaso aprecio por los escoceses, y Boswell, escoc¨¦s y de noble linaje; Johnson, enemigo de las m¨ªnimas normas de la etiqueta, desali?ado y desastrado en el vestir, y Boswell, elegante y cautivo de los imperativos de la moda; Johnson, con un fuerte car¨¢cter capaz de sobreponerse a las dificultades, y Boswell, melanc¨®lico y proclive a caer en periodos de abatimiento por tropiezos que otros considerar¨ªan triviales; Johnson, puritano poco ducho en lides amorosas, y Boswell, mujeriego irredento, aficionado a las "casas de recreo"; Johnson, aunque bebedor, prudente, y Boswell, tan aficionado a la farra que una de las necrol¨®gicas que le dedicaron dec¨ªa de ¨¦l que "estuvo ausente de su domicilio m¨¢s a menudo que ning¨²n otro autor de su tiempo".
Nadie habr¨ªa apostado, en fin, porque dos personalidades tan opuestas congeniaran, pero lo cierto es que la llama de la amistad prendi¨® r¨¢pidamente entre ambos y durante los siguientes 21 a?os, hasta la muerte de Johnson en 1784, pese a vivir uno en Edimburgo y el otro en Londres, se ha calculado que se vieron un total de 400 d¨ªas. Hicieron viajes juntos, como el que los llev¨® a las Highlands y que narraron en sendos libros (Viaje a las islas occidentales de Escocia, de Johnson, y Diario de un viaje a las H¨¦bridas, de Boswell), participaron en tertulias junto a Joshua Reynolds, Edmund Burke, Oliver Goldsmith y otros, se encontraron a solas (a menudo tres veces en un d¨ªa), patearon Londres, frecuentaron sus tabernas, se hicieron confidencias... La afici¨®n por el otro era mutua, aunque las razones que la sustentaban eran distintas: Boswell sent¨ªa una admiraci¨®n reverencial por el intelecto de Johnson, y Johnson, receptivo al ascendente sobre su amigo, apreciaba en ¨¦l su espontaneidad, su secreta candidez, as¨ª como las dotes histri¨®nicas que demostraba en sociedad para la imitaci¨®n y la chanza. En pocas ocasiones le impacientaron las constantes preguntas con que Boswell lo acogotaba y nunca mostr¨® inquietud por el uso que pudiera dar a las conversaciones que manten¨ªan a pesar de que sab¨ªa que Boswell guardaba cuidadoso registro de ellas en sus diarios.
Muerto Samuel Johnson, Boswell se vio abocado a comenzar el libro al que con tanto denuedo se hab¨ªa preparado y que, sabedor de la estrecha relaci¨®n que los hab¨ªa unido, ya le demandaba impaciente el p¨²blico lector. Tard¨® siete a?os, durante los cuales dej¨® que otros bi¨®grafos se le adelantaran, limit¨¢ndose, en un rasgo caracter¨ªstico de su car¨¢cter petulante, a publicar anuncios en la prensa donde daba cuenta de sus propios avances cuando lo cierto es que, durante mucho tiempo, fue incapaz de escribir una sola l¨ªnea. Por un lado, porque, no satisfecho con su prolijo material y v¨ªctima de un rigor ins¨®lito en aquel tiempo, despach¨® cartas a todos aquellos que hab¨ªan tenido trato con Johnson pidi¨¦ndoles el m¨ªnimo dato que acerca de ¨¦l conservaran en la memoria o sobre papel; por otro, porque sus nunca resueltas ambiciones mundanas lo mantuvieron entretenido en la persecuci¨®n de cargos que nuevamente no consigui¨®; y, por ¨²ltimo, qui¨¦n sabe si a consecuencia de ello o del peso de la responsabilidad, porque volvi¨® a sumirse en una vida disgregada que lo llev¨® a cometer innumerables insensateces et¨ªlicas y galantes (entre otras con una seductora profesional, de nombre Burd, acusada de falsificaci¨®n y estafa), de las que, por cierto, cuando le asaltaba el remordimiento, no dej¨® de informar por carta a su esposa, enferma por entonces en la casa familiar. Por el contrario, cuando finalmente acometi¨® el trabajo y su mujer agonizaba, fue reacio a interrumpirlo para ir a su lado. Lleg¨® tarde, cuando ella, que por exigencia suya siempre lo llam¨® se?or Boswell, en lugar de Jamie, que habr¨ªa sido m¨¢s apropiado, ya hab¨ªa muerto.
La publicaci¨®n del libro en 1791 le procur¨® ¨¦xito, pero lo convirti¨® en un apestado social. Mientras trataba de convencer a sus amigos de que le dedicaran elogios en los peri¨®dicos o se los dedicaba ¨¦l mismo, muchos evitaron su trato. Muri¨® cuatro a?os despu¨¦s, a la edad de 54, debilitado por los 19 episodios de gonorrea que hab¨ªa tenido a lo largo de su vida y con el convencimiento de que hab¨ªa fracasado en todas sus ambiciones. Ni siquiera su gran obra, Vida de Samuel Johnson, tuvo el aprecio que merec¨ªa. Era demasiado entretenida. Boswell incluy¨® cartas, transcribi¨® conversaciones de sus diarios y Johnson aparec¨ªa ante los ojos at¨®nitos del lector como hab¨ªa sido en vida, con sus virtudes y -cosa totalmente nueva- tambi¨¦n con sus defectos, pero el m¨¦rito se lo llev¨® Johnson. Durante mucho tiempo se consider¨® a Boswell un mero transcriptor, una especie de tonto ¨²til cuyo ¨²nico m¨¦rito resid¨ªa en haber estado donde deb¨ªa en el momento justo. Hasta que sus diarios, arrumbados en buhardillas polvorientas por la verg¨¹enza de sus descendientes, comenzaron a salir a la luz bien entrado el siglo XX, nadie apreci¨® el esfuerzo de condensaci¨®n, el enfoque novedoso, el talento literario, en fin, que hab¨ªa sido necesario. Hubo celos entre los johnsonianos, que se vieron superados por una nueva legi¨®n de boswellianos, y mucho dinero en juego (s¨®lo por la mitad de los papeles la Universidad de Yale pag¨® el equivalente a 1.250.000 euros). Demasiado tarde para el pobre Boswell. De todas formas, lo que m¨¢s at¨®nito le habr¨ªa dejado es que su fama creciera hasta oscurecer la de quien cre¨ªa el mejor de todos los hombres, Samuel Johnson.
Presuntuoso af¨¢n. Adam Sisman (Belacqva, 2008). 432 p¨¢ginas. 36 euros. Vida de Samuel Johnson. James Boswell (Acantilado y Espasa Calpe, 2007). La historia de Rasselas, Pr¨ªncipe de Abisinia. Samuel Johnson (Berenice, 2007). Viaje a las islas occidentales de Escocia. Samuel Johnson (Krk, 2006).
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