El reino de Einstein y la patria de Venter
La ciencia parece ser el mejor refugio en estos tiempos de tensiones y problemas de todo tipo. Es la patria de la racionalidad, el territorio de lo objetivo que se impone a los juicios y pasiones personales
Vivimos rodeados de problemas, de tensiones que endurecen nuestros d¨ªas. Constantemente nos llegan noticias que muestran la dureza de la vida: injusticias, tragedias, crisis econ¨®micas, amenazas planetarias. Nos enfrentamos los unos a los otros, individual o colectivamente, no s¨®lo sobre los grandes temas de siempre -pol¨ªtica, religi¨®n-, sino tambi¨¦n acerca de otros menores (?qu¨¦ vestir?). Ni siquiera se libran los idiomas, que deb¨ªan unirnos (son, al fin y al cabo, instrumentos de comunicaci¨®n), pero que nos dividen. Enfrentados a todo esto, ?hacia d¨®nde podemos dirigir nuestros pensamientos, buscando el refugio que da la certidumbre que se impone juicios y pasiones personales?
Bi¨®logo, comenz¨® a ser conocido por su papel en el desarrollo del Proyecto Genoma Humano
Muestra un tipo de cient¨ªfico que sabe moverse en el complicado mundo de las empresas
Planteado en estos t¨¦rminos, no existe mejor reino que el de la ciencia, la patria de la racionalidad en la que el juez ¨²ltimo es la comparaci¨®n con lo que sucede realmente en la naturaleza. Si nos tienta la idea de alejarnos de un mundo que nos alarma y confunde, imponi¨¦ndonos adem¨¢s la penosa obligaci¨®n de elecciones morales y de asunci¨®n de responsabilidades, si queremos buscar, para refugiarnos en ¨¦l, un lugar donde reine lo objetivo, la ciencia es uno de los mejores lugares al que mirar. Lo expres¨® bien Albert Einstein en 1918: "En principio, creo, junto con Schopenhauer, que una de las m¨¢s fuertes motivaciones de los hombres para entregarse al arte y a la ciencia es el ansia de huir de la vida diaria, con su dolorosa crudeza y su horrible monoton¨ªa; el deseo de escapar de las cadenas con que nos atan nuestros, siempre cambiantes, deseos. Una naturaleza de temple fino anhela huir de la vida personal para refugiarse en el mundo de la percepci¨®n objetiva y el pensamiento".
Desgraciadamente, el reino del que hablaba Einstein exist¨ªa sobre todo en su imaginaci¨®n y deseos. Ha existido y puede existir, es cierto, pero ¨²nicamente en fortalezas bien pertrechadas para resistir las invasiones que tienen que ver con las pasiones e intereses humanos. Un ejemplo magn¨ªfico de lo raro que es hoy el reino einsteiniano es la autobiograf¨ªa que el bi¨®logo molecular estadounidense Craig Venter (1946) ha publicado hace unos pocos meses: A Life Decoded. My Genome: My Life (Una vida descodificada. Mi genoma: mi vida). Para aquellos que no forman parte de la comunidad biom¨¦dica, Venter comenz¨® a ser conocido debido a su papel en el desarrollo del Proyecto Genoma Humano (PGH), la gran empresa cient¨ªfica destinada a producir un mapa del conjunto de los genes (genoma) que forman nuestra especie. Establecido en 1988, este proyecto fue liderado por Estados Unidos, con James Watson, codescubridor con Francis Crick de la estructura del ADN, como director, aunque dimiti¨® dos a?os despu¨¦s.
Veterano de la guerra de Vietnam, donde sirvi¨® en el cuerpo m¨¦dico, Venter trabaj¨® en los Institutos Nacionales de Salud estadounidense, que controlaban una parte muy importante de las investigaciones del PGH, dirigido desde abril de 1993 por Francis Collins. All¨ª, Venter realiz¨® alguna contribuci¨®n importante, pero termin¨® encontrando demasiadas dificultades para su emprendedor car¨¢cter y lo abandon¨®, siendo a partir de entonces su h¨¢bitat el de las empresas privadas y las fundaciones que de una manera u otra surgen de ellas. All¨ª introdujo o desarroll¨® ideas y t¨¦cnicas que aceleraron y abarataron considerablemente el avance de la secuenciaci¨®n del genoma humano, despojando de esta manera al proyecto p¨²blico de una parte importante de su protagonismo. Muestra de ello es que fueron Venter, en nombre de la compa?¨ªa Celera Genomics que presid¨ªa, y Collins quienes anunciaron en febrero de 2001 que el mapa del genoma humano hab¨ªa sido completado.
Los trabajos que Venter y su equipo realizaron para disponer antes de lo previsto de un mapa del genoma humano, incluyendo otros relacionados y de gran importancia para el establecimiento de la gen¨®mica comparativa, y la competici¨®n generada con el proyecto p¨²blico, ocupan una parte importante de Una vida descodificada. Su lectura es esclarecedora -y tambi¨¦n un tanto estremecedora- porque, al menos en los campos de mayor relevancia socioecon¨®mica, la investigaci¨®n cient¨ªfica va acompa?ada de todo aquello que es m¨¢s fiera y tristemente humano: ambici¨®n, lucha por el poder y el dinero, envidia, t¨¢cticas ventajistas, mentira. "Si los cient¨ªficos tienden a la acritud y al resentimiento cuando uno de sus colegas atrae de manera significativa la atenci¨®n de la prensa", leemos en el libro de Venter, "el pecado que no perdonan es cuando un rival tambi¨¦n hace dinero. Como la mayor¨ªa de los asuntos humanos, la ciencia se rige en no peque?a parte por la envidia". No hay duda que la historia que Venter, un hombre tan ambicioso como emprendedor e imaginativo, adem¨¢s de amante de los riesgos, narra en su autobiograf¨ªa es parcial y complaciente para s¨ª mismo, pero es dif¨ªcil pensar que no contiene muchos elementos de verdad. Las p¨¢ginas que dedica a las artima?as que Collins o Watson emplearon para obstaculizar sus trabajos, favoreci¨¦ndose de sus posiciones en las instituciones p¨²blicas, no deber¨ªan ser olvidadas ni por quienes desde los gobiernos financian y controlan los grandes programas de investigaci¨®n, ni por todos aquellos que depositan en las ciencias biom¨¦dicas esperanzas para un futuro mejor.
Fue precisamente Watson quien mostr¨® al gran p¨²blico la no tan pura y trascendente trastienda que puede rodear a la ciencia. Lo hizo en un libro que public¨® en 1968, The Double Helix (La doble h¨¦lice), en el que narraba algunos de los procesos subterr¨¢neos que permitieron a ¨¦l y a Crick explicar la estructura del ADN. Pocos que hayan le¨ªdo esa obra olvidar¨¢n los deleznables comentarios que dedic¨® a Rosalind Franklin, de la que tomaron, sin que ella lo supiera, unas fotograf¨ªas clave. Aunque el paso del tiempo, ayudado por su extraordinaria capacidad como cient¨ªfico, ha ayudado a la actual imagen de respetabilidad de Watson, un personaje central en la biolog¨ªa del ¨²ltimo medio siglo, los testimonios de Venter nos recuerdan otros aspectos de su personalidad. De todas maneras, cuando se compara La doble h¨¦lice con Una vida descodificada, hay que concluir que los 40 a?os que han transcurrido entre la publicaci¨®n de ambos han tra¨ªdo consigo un dram¨¢tico aumento en el abandono de todo aquello que configuraba la imagen tradicional de la ciencia en la que cre¨ªa Einstein.
Precisamente por c¨®mo pone en evidencia este nuevo esp¨ªritu del tiempo, Una vida descodificada deber¨¢ ocupar el lugar de La doble h¨¦lice como texto que nos ense?a c¨®mo es realmente la ciencia, al menos la ciencia a la que se asocia la generaci¨®n r¨¢pida de riqueza. Y tambi¨¦n porque nos muestra un tipo de cient¨ªfico menos conocido, que sabe moverse en el complicado mundo de las empresas a las que vender futuro gracias a prometedores proyectos les resulta rentable. Cient¨ªficos capaces de liderar grandes grupos de investigaci¨®n.
Una medida del ¨¦xito profesional en este tipo de cient¨ªfico y de ciencia es el dinero que se gana. Tambi¨¦n aqu¨ª, Venter es un buen ejemplo. Y, aunque a muchos no nos haga felices la idea, hay que reconocer que si verdaderamente se ama averiguar c¨®mo es la naturaleza y lo que la ciencia permite hacer, esto no es malo. Tras abandonar Celera, Venter dispuso de suficiente dinero (m¨¢s de 150 millones de d¨®lares) para "hacer la ciencia que quisiese... Pod¨ªa hacer que el conocimiento del genoma humano fuese m¨¢s directamente relevante para los pacientes; investigar en lo que la gen¨®mica ser¨ªa capaz de hacer por el medio ambiente; utilizar la secuenciaci¨®n para explorar la incre¨ªble diversidad del mar y del aire de las ciudades. (...) Y podr¨ªa perseguir el ¨²ltimo reto: sintetizar la propia vida". En enero de 2008 supimos que ya ha dado un paso importante en esta direcci¨®n: crear vida artificial, produciendo a partir de elementos qu¨ªmicos el mayor genoma artificial de un ser vivo, el de una bacteria.
?Conseguir¨¢ alguna vez un cient¨ªfico como Venter el premio Nobel de Medicina? Al margen de su dimensi¨®n m¨¢s social, la pregunta tiene alg¨²n inter¨¦s. Se le ha criticado como poco escrupuloso, m¨¢s gestor de cient¨ªficos y m¨¦todos que investigador original que crea ideas nuevas. No est¨¢ claro que tales juicios sean completamente justos, pero lo que es indudable es que, con sus iniciativas y m¨¦todos, ha contribuido al progreso de la ciencia, sea cual sea la idea que tengamos de lo que es o debe ser la investigaci¨®n cient¨ªfica.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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