El termostato
No s¨¦ si me falla el termostato o si lo tengo tan bien ajustado que no me deja el m¨¢s m¨ªnimo margen de duda. Se activa y ah¨ª se termin¨® lo que se daba. Lo tengo a¨²n que meditar con m¨¢s calma, con el cuerpo m¨¢s fr¨ªo y la cabeza m¨¢s reposada. Quiz¨¢ pueda reajustarlo, qui¨¦n sabe. Pero es demasiado pronto para pensarlo, estoy todav¨ªa cocido.
Mi puls¨®metro, que se encarga de almacenar los datos, es fr¨ªo mostrando las cifras. El otro d¨ªa, por ejemplo, despu¨¦s de la ¨²ltima carrera antes de la Vuelta. Lo mir¨¦ y me mostr¨®, como quien no quiere la cosa, estos datos: 155 de pulso medio, cinco horas y 49 minutos de esfuerzo. Mucho, pens¨¦; much¨ªsimo. Ayer, con la misma frialdad, me mostraba un pulso medio de 128 en unas cuatro horas y media. Bastante menos. Pero para el aparatito las cifras parecen no significar nada en especial: le da igual 8 que 80. Adem¨¢s, si le das sin querer al bot¨®n de borrado, parece que ni siquiera has hecho el esfuerzo, que todo lo que has hecho ha sido en vano: no tienes pruebas de tu sufrimiento. Busqu¨¦ despu¨¦s las cifras almacenadas de las temperaturas de ayer: 31 grados de m¨ªnima, 42 de m¨¢xima y 36 de media. Uf, me vuelvo a cocer s¨®lo de recordarlo. Normal que se me disparase el termostato.
Me acuerdo de un d¨ªa en el que circulaba -teniendo en cuenta lo poco que nos mov¨ªamos, es un eufemismo- con un amigo en el caos del tr¨¢fico de Addis Abeba, capital de Etiop¨ªa. Delante traqueteaba un viejo Volkswagen escarabajo. "Mira", le dije, "yo tengo uno como ¨¦se". Me mir¨® sorprendido: "?C¨®mo es posible? Si es el peor de los coches que puedes ver por aqu¨ª", argument¨®; "si aqu¨ª no lo quiere nadie". "Pues me encanta", le dije. "No, no", me repiti¨®; "muchos problemas". "Ese coche no tiene agua, ?sabes?, y aqu¨ª todo es o subida o bajada. Y estamos a m¨¢s de 3.000 metros, as¨ª que piensa c¨®mo se calientan esos bichos en la estaci¨®n seca. Los d¨ªas de calor los ves parados con el cap¨® abierto. Parecen bocas sedientas pidiendo agua. ?Por qu¨¦ no tienes un coche mejor, uno de los que tienen agua?", me preguntaba desconcertado.
Pues ayer me acordaba de esto cuando revent¨¦ en la subida al alto de San Jer¨®nimo, en las afueras de C¨®rdoba. Mi motor llevaba termostato, funcionaba con agua como refrigerante. Agua, s¨ª; mucha agua. Refrigerar por aire a esa temperatura habr¨ªa sido imposible. As¨ª que no me qued¨¦ tirado en la cuneta como el escarabajo. Simplemente, sufr¨ª una peque?a p¨¦rdida de potencia; no mucha, pero la suficiente para no mantener el ritmo de los de cabeza. Les dej¨¦ marchar y me los encontr¨¦ ya parados despu¨¦s de la meta. Una pena, otro d¨ªa ser¨¢, pero no fue culpa m¨ªa, fue por el termostato.
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