La tumba de otras rosas
El pueblo de Grazalema guarda la historia de 15 mujeres asesinadas en la Guerra Civil
Siempre era de noche cuando las deten¨ªan. Una a una. "Isabel ha desaparecido"; "se han llevado a Teresa", se escuchaba en las calles del pueblo. Estuvieron encerradas tres d¨ªas en dependencias policiales, las mismas que ahora ocupa el Ayuntamiento de Grazalema, en la sierra de C¨¢diz. En una madrugada de finales de verano de 1936 metieron a las 15 en una furgoneta. El cami¨®n de la muerte recorri¨® unos diez kil¨®metros hasta alcanzar una curva en la carretera de Ronda. Las bajaron y las obligaron a recorrer a pie 500 metros m¨¢s. Muchas se tambaleaban y ten¨ªan que apoyarse las unas en las otras. Ya estaba listo un agujero para ellas. Un hueco en la tierra que sirvi¨® para enterrarlas y que hace tres semanas, 72 a?os despu¨¦s del horror, ha vuelto a abrirse.
Ten¨ªan entre 20 y 30 a?os. Al morir, cuatro de ellas se encontraban en avanzado estado de gestaci¨®n
Un adolescente, al que se le orden¨® excavar la fosa destinada a las mujeres, termin¨® muerto tambi¨¦n en ella
La historia de estas mujeres ha sobrevivido al miedo y al silencio que han imperado mucho tiempo en Grazalema. Una investigaci¨®n que comenz¨® en 2006 y ha durado dos a?os ha permitido localizar la fosa, abrirla y extraer los huesos que testimonian una macabra agon¨ªa. El siguiente paso ha sido publicar los nombres y apellidos: Salud Alberto Zarzuela, Catalina Alcaraz, Cristina Carillo Franco, Teresa Castro Ram¨ªrez, Ana Fern¨¢ndez Ram¨ªrez, Isabel G¨®mez, Josefa G¨®mez, Lolita G¨®mez, Teresa Menacho, Mar¨ªa Nogales Castro, Antonia P¨¦rez Vega, Maria Rinc¨®n Barea, Jer¨®nima Rinc¨®n Barea, Isabel Rom¨¢n Montes y Natividad Vilchez.
Las identidades han sido reveladas por las autoridades locales con la esperanza de que sus familiares se pongan en contacto con ellas para reclamar sus cuerpos y poder organizar as¨ª un homenaje. Tambi¨¦n para completar sus historias. La fosa de Grazalema se ha abierto sin que medie ninguna petici¨®n familiar, algo inusual. Han sido las administraciones, fundamentalmente el Ayuntamiento de Grazalema y la Diputaci¨®n de C¨¢diz, con los colectivos de la memoria hist¨®rica, los que han impulsado esta excavaci¨®n.
Las mujeres ten¨ªan entre 20 y 30 a?os cuando fueron asesinadas. Cuatro de ellas se encontraban en avanzado estado de gestaci¨®n. Isabel y Josefa eran hermanas. Lolita era sobrina de ambas. Mar¨ªa y Jer¨®nima, tambi¨¦n hermanas. Las dem¨¢s no ten¨ªan relaciones familiares directas, pero se conoc¨ªan. Eran campesinas, obreras de la tierra y del ganado. Ninguna estaba afiliada a ning¨²n partido pol¨ªtico, no ten¨ªan actividad p¨²blica. Entonces, ?por qu¨¦ las mataron?
Para responder a esa pregunta, el concejal socialista Joaqu¨ªn Ram¨®n G¨®mez, responsable de coordinar esta investigaci¨®n, recuerda la presencia en la zona de dirigentes como Fernando Zamacola o el cabo Juan Badillo Cano, que se distinguieron por su dureza y crueldad. "Badillo fue condenado en consejo de guerra por las atrocidades que lleg¨® a cometer", recuerda G¨®mez. Los historiadores Fernando Romero y Francisco Espinosa han relatado las vivencias de los dos militares en la sierra gaditana, donde dejaron un reguero de sangre.
Grazalema, con 4.000 habitantes al comienzo de la Guerra Civil, era uno de los pueblos m¨¢s importantes de la sierra de C¨¢diz. Sufri¨® una represi¨®n m¨¢s intensa que otras zonas cercanas. Una de las razones, seg¨²n Romero, fue la fuerte resistencia que encontr¨® el bando franquista. "Los republicanos ocasionaron 19 muertes y eso no se olvid¨®", detalla el investigador. Seg¨²n relata, Grazalema fue ocupada finalmente por los franquistas el 15 de septiembre de 1936. Una primera fiebre de fusilamientos y asesinatos dej¨® decenas de muertos: fue la etapa m¨¢s dura. Despu¨¦s, ya con resoluciones de consejos de guerra en la mano, cayeron 59 republicanos m¨¢s.
Muchos hombres, los m¨¢s activos pol¨ªticamente, escaparon hacia M¨¢laga. Cecilio Gordillo, de CGT, recuerda que en las grandes ciudades, las mujeres perseguidas s¨ª ten¨ªan un destacado papel pol¨ªtico. Les ocurri¨® a las j¨®venes asesinadas en el Madrid del 39, las conocidas como las 13 rosas. "En los pueblos se las mat¨® por ser novias, esposas, hijas o hermanas", explica. Ellos hu¨ªan, ellas pagaban. "Si no hemos podido cogerle a ¨¦l, sufrir¨¢s t¨²", sol¨ªan decirles.
Fernando Romero a?ade otro dato escalofriante. En realidad, las 15 mujeres de la fosa de Grazalema no han fallecido oficialmente. Nunca se inscribi¨® su defunci¨®n en un registro civil. En el pueblo de Grazalema hubo esos a?os 150 muertes, seg¨²n un informe del Ayuntamiento de 1940, pero s¨®lo 30 estaban inscritas en el registro civil. Las otras se a?adieron por intuici¨®n. Se agregaban los nombres de los hombres con hijos que hab¨ªan quedado hu¨¦rfanos, pero s¨®lo se hac¨ªa lo mismo con la madre si el padre tambi¨¦n hab¨ªa muerto. "Por eso, muchas mujeres quedaron olvidadas", explica el historiador.
A ellas se les rapaba el pelo, les daban purgantes para avergonzarlas, las paseaban sin ropa en carretas tiradas por burros. El informe forense adelanta que las 15 mujeres de Grazalema fueron torturadas con atrocidad, hasta que murieron junto a la fosa que les estaba destinada. No hubo tiro de gracia, seg¨²n la investigaci¨®n. Tambi¨¦n fue asesinado un adolescente de no m¨¢s de 14 a?os, el nieto de La Bizarra, una conocida mujer del pueblo, al que se le orden¨® excavar un agujero que, sin saberlo, se terminar¨ªa convirtiendo en su tumba.
Grazalema alberga otras siete fosas ya localizadas, con m¨¢s de 250 cuerpos. No hay papeles que hablen de ellas. No hay registros civiles ni archivos parroquiales. Las se?alan los relatos orales de los vecinos, y tambi¨¦n marcas que dejaron personas que no quer¨ªan que se olvidara a los muertos. Plantaron pinsapos, pintaron piedras, colocaron cruces con rocas, como en la fosa de las mujeres.
Muchos escenarios del horror se confunden ahora con los atractivos tur¨ªsticos de la serran¨ªa gaditana. El acantilado de Grazalema es ahora un mirador, pero durante los peores a?os sirvi¨® para arrojar a los muertos. Los refuerzos de cemento han tapado los agujeros de bala de la plaza de toros de la pedan¨ªa de Benamahoma, lugar de numerosos fusilamientos. Un muro blanco en el cementerio viejo impide ver los cinco estratos con huesos de los que fueron cubiertos con cal viva.
En la principal plaza de Benamahoma, un cartel proh¨ªbe ahora jugar a la pelota, pero por all¨ª cruzaron las balas durante la guerra. As¨ª lo recuerda Pedro Rom¨¢n. "El tiroteo lo tengo aqu¨ª metido como si fuera hoy", dice, mientras se se?ala a la cabeza. Entonces ten¨ªa 6 a?os. Su compa?ero de banco, Aldamacio Rodr¨ªguez, tampoco los ha podido olvidar, porque uno de esos disparos se llev¨® a su madre. "Ni era republicana ni nada. Cog¨ªan a los que ve¨ªan en la calle". Fue enterrada en el municipio vecino de El Bosque. La localizaron en una fosa abierta hace dos a?os y que permiti¨® organizar el primer entierro en esta comarca de v¨ªctimas de la Guerra Civil. Una placa en el cementerio de Benamahoma recuerda a los 17 fusilados cuyos restos se recuperaron.
Grazalema quiere rendir un homenaje similar a las 15 mujeres y al adolescente. Se har¨¢ con los familiares. Ellos concretar¨¢n c¨®mo quieren que sea la despedida. Un adi¨®s, tantos a?os despu¨¦s.
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