?Trabajad, trabajad, malditos!
La actual Uni¨®n Europea no naci¨®, como sostienen algunos, para beneficio exclusivo de los mercaderes. Pienso que es una innecesaria ofensa a sus padres fundadores. Es cierto que el Tratado Constitutivo de la Comunidad Econ¨®mica Europea (Roma, 25 de marzo de 1957) pone el acento en la libre circulaci¨®n de mercanc¨ªas y capitales rebajando el ¨¦nfasis en la libre circulaci¨®n de personas.
Antes de esa fecha, los pol¨ªticos vencedores, traumatizados por la tragedia de la II Guerra Mundial, hab¨ªan sentando el precedente de la Comunidad Europea del Carb¨®n y del Acero (CECA, Par¨ªs 1951).
Robert Schuman, en su famosa declaraci¨®n del 9 de mayo de 1950, consciente de la influencia del carb¨®n y del acero en las dos guerras mundiales, proclam¨® que "la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan".
Desregular lo conseguido es el fin real de la Uni¨®n Europea con la jornada de 60 horas
La directiva consolida el trabajo precario pero promete respetar los derechos fundamentales
?ste es el verdadero esp¨ªritu que anim¨® a los fundadores. Las condiciones del mercado y del trabajo vendr¨¢n m¨¢s adelante. Constituida la Uni¨®n Europea, las sucesivas directivas buscaron siempre una ordenaci¨®n racional del tiempo laboral. La de 1993 se marca un objetivo irrenunciable: crear un equilibrio entre la salud y seguridad de los trabajadores y las necesidades de una econom¨ªa moderna.
La Directiva 2003/88/CE, de 4 de noviembre, consagra unos objetivos que pens¨¢bamos eran el marco inmodificable del respeto a la dignidad de los trabajadores: un per¨ªodo m¨ªnimo de descanso y una duraci¨®n m¨¢xima semanal del trabajo de 48 horas, incluidas las horas extraordinarias.
Francia consigue la jornada laboral de 35 horas frente a las 48 que, seg¨²n la letra de ley, fijaban los baremos en la mayor parte de los pa¨ªses.
Cuando apenas se estaba iniciando este debate, algunos de los que dirigen la econom¨ªa y la pol¨ªtica en la Uni¨®n, han decidido cambiar el escenario y las reglas del juego. La econom¨ªa ya no responde a las tradicionales "reglas o leyes" del mercado. Las reglas laborales pasan a ser una declaraci¨®n simb¨®lica y, en cierto modo c¨ªnico, de una regulaci¨®n dirigida hacia un mundo que no existe.
El terreno est¨¢ abonado para que los llamados expertos busquen "soluciones", para venderlas como garantes de la seguridad perdida por el tir¨®n de los salarios. Ser experto no garantiza el acierto ni la oportunidad de sus propuestas, incluso puede embotar la sensibilidad. Los mecanismos de producci¨®n legislativa obligatoria de la Uni¨®n Europea han asumido gran parte de este debate y han puesto en marcha la "Propuesta modificada de Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo por la que se modifica la Directiva del 2003/88/CE, en determinados aspectos de la ordenaci¨®n del tiempo de trabajo". Todav¨ªa se encuentra en tr¨¢mite parlamentario pero, a la vista de lo sucedido con la directiva llamada de retorno de los emigrantes, nada ni nadie podr¨¢ detenerla.
Los expertos, en sus laboratorios, han llegado a la conclusi¨®n de la necesidad de modificar la Directiva de 2003/88/CE. Explican a los profanos que en los contratos a corto plazo la duraci¨®n es extraordinaria y demasiado larga.
La medida se envuelve bajo el atractivo ropaje de evitar trabas de car¨¢cter administrativo, financiero y jur¨ªdico que obstaculicen la creaci¨®n y el desarrollo de medianas y peque?as empresas.
Si a ello unimos el loable objetivo de conciliar mejor la vida profesional y familiar, as¨ª como mejorar la salud y seguridad de los trabajadores, la oferta es irresistible.
Pero a continuaci¨®n se desvelan sus verdaderos prop¨®sitos que no son otros que los de la flexibilidad, es decir, la desregulaci¨®n de lo conseguido. Se vende como excepci¨®n lo que es un flagrante retroceso. Se supedita su aceptaci¨®n al consentimiento expreso, libre e informado del trabajador interesado. ?Puede alguien sostener, sin rubor, que existen en el trabajador las posibilidades de otorgar consentimiento libre? Eso s¨ª, se promete una supervisi¨®n estrecha.
El trabajo eventual y precario ya era una indeseable realidad que nadie propugna, pero no me parece que la mejor v¨ªa sea consolidarlo y legitimarlo mediante una directiva que promete respetar la Carta de Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea. El aumento de la jornada laboral se supedita al acuerdo con los interlocutores sociales que s¨®lo podr¨¢n regular la relaci¨®n laboral formalizada, no la que deja abierta esta directiva.
Lanzados por la pendiente se proponen jornadas de 60 o 65 horas a la semana para trabajos temporales, a menos que se haya dispuesto otra cosa en un convenio colectivo. Seg¨²n la Propuesta de Directiva, el consentimiento libre e informado del trabajador que acepte estas condiciones de trabajo o esclavitud, puede revocarse durante los seis primeros meses posteriores a la firma de un acuerdo v¨¢lido o del per¨ªodo de prueba.
La mala conciencia de los redactores se pone de relieve al introducir un Registro que recoja esta clase de contratos. Las autoridades podr¨¢n prohibir o restringir por razones de seguridad o de salud, la posibilidad de sobrepasar la duraci¨®n m¨¢xima del tiempo de trabajo semanal.
El proyecto de directiva reconoce que los estados miembros deber¨¢n informar sobre las consecuencias de las decisiones adoptadas en desarrollo de esta inusitada iniciativa, entre ellas el impacto sobre la salud y la seguridad de los trabajadores, es decir, el n¨²mero de tarados y muertos que se puedan ocasionar con esta brillante idea. Los informes de los estados se acompa?ar¨¢n de propuestas para reducir las jornadas de trabajo excesivamente prolongadas. Es un detalle que debe agradecerse.
Se comenz¨® buscando un equilibrio entre el objetivo principal de seguridad y salud de los trabajadores y las necesidades de una econom¨ªa europea moderna y, a golpe de directivas, hemos llegado a la propuesta de modificaci¨®n de determinados aspectos de la ordenaci¨®n del tiempo de trabajo que sigue su imparable periplo parlamentario. Las directivas anteriores est¨¢n superadas y es el momento de "explorar", de manera constructiva, posibles alternativas para conseguir "un acuerdo transaccional global" con la presidencia, la Comisi¨®n o el Parlamento Europeo, en la fase final de adopci¨®n de este proyecto de Directiva. Es decir, tiran la piedra y esperan comprobar cual es el efecto sobre las agitadas aguas del empleo.
Los expertos, a fuerza de exprimir sus cerebros, han descubierto al papa Le¨®n XIII y su famosa enc¨ªclica Rerum Novarum. El pont¨ªfice, en un alarde de modernismo, se apunt¨® a la maldici¨®n b¨ªblica. El trabajo corporal es molesto pero sirve para la expiaci¨®n de los pecados. La maldici¨®n se renueva. "Maldita la tierra en tu trabajo, comer¨¢s de ella entre fatigas todos los d¨ªas de tu vida".
?Habr¨¢n le¨ªdo la Enc¨ªclica nuestros espl¨¦ndidamente remunerados expertos para transformarla en actualidad laica?
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo.
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