Los ciegos no pagan
Ascend¨ªamos los ¨²ltimos kil¨®metros de la Bonaigua por un tramo en obras en el que se echaba en falta el asfalto. A ver si empezamos a pagar impuestos, le dijo J. V. a J. A. F., catal¨¢n de adopci¨®n. Era un buen momento para la charla, la calma despu¨¦s de la tormenta, la que se desat¨® en la subida al Cant¨®.
J. A. F. le record¨® a J. V. una expresi¨®n de su cosecha; una que le sali¨® del alma en una de esas cruentas batallas de un Tour de hace ya unos a?os: Pasen y vean..., los ciegos no pagan. Que nadie se ofenda. La expresi¨®n era muy apropiada para lo que hab¨ªamos vivido al principio de la etapa.
Fuimos hasta el pie del Cant¨® en "calma tensa". All¨ª no atacaba nadie, pero, como sol¨ªa decir R. D. (ya retirado), "se mascaba la tragedia". Comenzamos la subida de la misma manera, pero, como se preve¨ªa, la situaci¨®n estall¨®. Atac¨® uno, luego otro, m¨¢s tarde otro y el pelot¨®n parec¨ªa no reaccionar. Fue un espejismo. La reacci¨®n lleg¨® en la parte m¨¢s dura de la subida, en el peor sitio donde pod¨ªa llegar bajo mi ego¨ªsta opini¨®n. Y se lio, vaya si se lio. Los ciegos, los que no ten¨ªan ni idea de qu¨¦ es lo que pasaba por la cola del pelot¨®n, atacaban y atacaban sin parar. Ellos ni ven el destrozo que provocan sus acciones ni pagan la factura de ese tipo de esfuerzos; parece que la naturaleza ha sido m¨¢s generosa con ellos en cuanto a las aptitudes para la escalada. Qu¨¦ le vamos a hacer.
Me afeitar¨¦ el d¨ªa que pretenda que la c¨¢mara me enfoque por delante, no descolgado por detr¨¢s
En el grupetto segu¨ªamos a lo nuestro con la tranquilidad del deber cumplido. J. J. H. (pron¨²nciese yei yei entre amigos) nos cont¨® un chiste que arranc¨® unas cuantas carcajadas. Muy divertido, pero, por mi propio bien, irreproducible en estas l¨ªneas.
Estuvimos bromeando tambi¨¦n con los carnets de socios. En el grupetto se admite a cualquiera que tenga necesidad, pero lo suyo es hacerse de antemano con un carnet de socio. Unos dec¨ªan que lo compraron en febrero, a principios de la temporada, cuando se enteraron de que la Vuelta estaba en su programa. Entonces, la cuota de socio era m¨¢s asequible y, adem¨¢s, dijo J. V. que hac¨ªan descuento a los "culogordos".
Hablamos tambi¨¦n de O. F., un ausente al que P. H. (yo mismo) calific¨® de traidor. Todas las tardes anunciando lo mismo en la intimidad de la habitaci¨®n: ma?ana seguro, ma?ana os har¨¦ compa?¨ªa. Todav¨ªa no le hemos visto a la hora de la verdad. Claro que mejor para ¨¦l, pues lo nuestro es pura cuesti¨®n de necesidad.
Y as¨ª, entre un chascarrillo y otro, llegamos a la meta de Pla de Beret con s¨®lo una preocupaci¨®n en la mente: los 12 kil¨®metros de ascensi¨®n que tendremos de salida en la etapa del d¨ªa siguiente. Mejor no pensar demasiado en ello.
Luego, un amigo, I. A., me mand¨® un sms: af¨¦itate para salir en la tele. Lo har¨¦, lo prometo, pero ser¨¢ el d¨ªa que pretenda que la c¨¢mara me enfoque atacando por delante y no como ayer, descolgado por detr¨¢s.
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