Los Pirineos no dicen nada
Contador y Valverde perdonan a Sastre mientras Moncouti¨¦ se adjudica una etapa sin historia
Pasaron los Pirineos, entre la lluvia y el sol, pero de la misma manera, con un ejercicio de tacticismo en el que no se sabe bien si los tres favoritos se temen mucho o se quieren tanto como para llegar siempre juntos, sin atacarse demasiado, d¨¢ndose apenas ara?azos en los ¨²ltimos kil¨®metros que buscan m¨¢s defender la jerarqu¨ªa que ratificarla. En Pla de Beret, con La Bonaigua (en obras) de por medio, la pel¨ªcula repiti¨® protagonistas. Uno que se escapa, intrascendente, y que acaba ganando; los euskaltel tirando como fieras para preparar el final de Igor Ant¨®n y los tres jefes marc¨¢ndose a la espera del ataque final, el ataquito de Alberto Contador, que apenas mete unos segunditos, ayer ni eso, y a otra cosa.
Gan¨® David Moncouti¨¦ porque fue valiente, porque fue fuerte, porque tuvo fe y porque por detr¨¢s el tacticismo le vino como el agua a Ballan el d¨ªa anterior. El franc¨¦s, un buen escalador que ha superado una rotura de f¨¦mur y que baja con much¨ªsimos problemas, dej¨® atr¨¢s a sus compa?eros de escapada (Joly, Eskov, Garate y Kern) y se fue hacia el alto de La Bonaigua. Poco le import¨® que, bajando, Jolly (super¨® un c¨¢ncer de test¨ªculos) le recortar¨¢ la diferencia. Cuando ambos giraron a la derecha y la carretera se volvi¨® a empinar con destino a la estaci¨®n de esqu¨ª, levant¨® la mano y se fue. Y gan¨® por 34 segundos, ajeno a las escaramuzas.
Era el envoltorio de una carrera que presuntamente iba a vivir una intrahistoria con vistas a la general. La hubo, pero peque?¨ªsima. Cuando el Euskaltel revent¨® a Astarloza, primero, y Txurruka, despu¨¦s, dejando a los gallos en su corral, a Contador no le qued¨® otro remedio que intentarlo. Lo m¨¢s duro de la subida a Pl¨¢ de Beret est¨¢ en las primeras rampas. Y ah¨ª no ocurri¨® nada. Contador esper¨® a los cuatro ¨²ltimos kil¨®metros, los m¨¢s suaves, para atacar, para probar las fuerzas propias y ajenas, despu¨¦s de que Leipheimer (al final, otra vez l¨ªder de la carrera) y Arroyo hubieran jugado al gato y el rat¨®n en los kil¨®metros anteriores.
Cada ataque tuvo la misma v¨ªctima: Carlos Sastre. El ganador del Tour apel¨® a la paciencia, a la goma el¨¢stica, para descolgarse y empalmar de nuevo. Ello hablaba claramente de la magnitud de los ataques, incapaces de superar el motor di¨¦sel del abulense, que, al final, s¨®lo cedi¨® cinco segundos respecto a sus m¨¢s inmediatos rivales. Contador lo intent¨®, pero en un terreno poco propicio para las diferencias y en el que Alejandro Valverde respondi¨® con comodidad.
La sensaci¨®n es que Contador ha dejado pasar en los Pirineos la oportunidad de romper a sus rivales. Los ha zarandeado un poco, los ha asustado a veces, pero la carrera ha quedado inc¨®lume. Tras el primer contacto con la monta?a, Contador s¨®lo aventaja en 28 segundos a Valverde y en 1m 6s a Sastre y 1m 51s a Ant¨®n, por ejemplo. Ayer incluso se enfad¨® con sus compa?eros de fuguita, Ant¨®n y Valverde, porque jam¨¢s entraron al relevo. Probablemente no pod¨ªan, pero, sin duda alguna, no quer¨ªan. No iban ellos a hacer la carrera al favorito. Y entre unos y otros, entre piernas y cerebro enredados, se enredaron Valverde y Contador en el libro de reclamaciones de la etapa. Mientras tanto, Sastre sonre¨ªa. Su paciencia y los enredos de los dem¨¢s evitaron que saliera de la carrera. Fue la noticia de la etapa o, mejor, la an¨¦cdota de una carrera que defraud¨® las m¨¢ximas expectativas y ratific¨® que los favoritos s¨®lo tienen anotada una etapa en su libro de ruta: el Angliru, con el que unos sue?an y otros tienen pesadillas. Ah¨ª se quieren jugar la Vuelta, en un d¨ªa pr¨¢cticamente. Y en Navacerrada, si llegara el caso, desempatar (poco probable). Lo dem¨¢s ha sido un tr¨¢mite necesario, un ejercicio t¨¢ctico, de pruebas y miradas que ha llenado de protagonismo a corredores abocados al anonimato
Ocho etapas que han dejado piernas cansadas, calor y fr¨ªo, pero una clasificaci¨®n general sin sobresaltos ni emociones, a l¨ªder por d¨ªa (menos Chavanel, que lo fue dos al disfrutar de una jornada de descanso), hasta convertir las dos etapas pirenaicas casi en una an¨¦cdota, ganadas por dos ciclistas imprevistos (Ballan y Moncouti¨¦). No es una situaci¨®n alentadora, aunque el pelot¨®n se agarre a que la carrera mantiene toda la emoci¨®n y la incertidumbre con la que parti¨®. Demasiado sufrimiento para llegar al mismo punto de partida.
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