Bardem en la cruz
Ser espa?ol es dif¨ªcil. Una responsabilidad abrumadora. M¨¢s que ser padre o madre, mucho m¨¢s. M¨¢s dif¨ªcil que ser Solbes ante la crisis. M¨¢s que ser Jos¨¦ Tom¨¢s ante el toro. Ser espa?ol es una loter¨ªa, pero si te toca, maldita sea, si te toca, tienes que cargar con semejante premio gordo toda tu vida. Planea sobre nosotros, le escucho decir a un periodista ingl¨¦s con gran conocimiento de nuestro pa¨ªs, una mezcla imposible de complejo de inferioridad y de arrogancia. Echamos pestes de la patria, pero si alguien nos la toca es como si nos mentaran a la madre. Miento, se ve a menos gente sacando pecho por su madre que a individuos con el torso hinchado por defender a la (madre) patria. Es en esa inflamada vena patri¨®tica donde coincidimos todos, catalanes, vascos, gallegos o, por defecto, espa?oles. Yo, cuando veo a un vasco o a un catal¨¢n alterarse tanto por ser de su tierra, pienso: m¨ªralo, ah¨ª va un espa?ol de tomo y lomo. Probablemente cada nacionalidad tiene su pega. Hay americanos que sienten su condici¨®n como una culpabilidad sobre los hombros; ingleses que han huido de su tierra diciendo, como Graves, "Adi¨®s a todo eso"; yugoslavos que a?oran el pa¨ªs que el fanatismo les arrebat¨®; irlandeses que huyeron del yugo de su asfixiante patria; argentinos que quieren ser europeos. En fin, que escuchas aquellas palabras de Jes¨²s, "Mi reino no es de este mundo", y en vez de un sentido espiritual intuyes ahora otro significado m¨¢s terrenal: el pobre estaba hasta las narices de compatriotas. La semana pasada vi la c¨¦lebre entrevista a Javier Bardem en el suplemento de moda de The New York Times. Cuando le¨ª la rese?ad¨ªsima frase, pens¨¦: "Vaya l¨ªo en que te has metido, chaval". Me extra?¨® que la prensa espa?ola no la sacara a la luz hasta tres d¨ªas m¨¢s tarde (debi¨® de ser porque estaban tomando carrerilla), porque fue el s¨¢bado el d¨ªa en que crucificaron a Bardem aqu¨ª y all¨¢. "Mi reino no es de este mundo", debi¨® de pensar desde su cruz. No me parece en absoluto descabellado pensar que ¨¦l se estuviera refiriendo a aquellas personas que (tiene raz¨®n), diga lo que diga y haga lo que haga, le han puesto en la lista de los indeseables. Otra cosa es que las dificultades con el idioma (las comprendo) y la mala interpretaci¨®n de la periodista (tambi¨¦n lo comprendo) simplificaran el sentido. Pero de cualquier forma, ?no tiene la gente derecho a estar un poco harta de su propio pa¨ªs? ?No tiene derecho a decirlo? M¨¢s preguntas: ?c¨®mo es posible que gente que defiende el leg¨ªtimo derecho de Albert Boadella a estar hasta las narices de la identidad catalana se lo niegue a quien puede estar harto de la identidad espa?ola? Entiendo, desde luego, que Bardem haya rectificado; este pa¨ªs es tan brutal, que el ¨²nico remedio que te queda es rectificar, pedir disculpas si has ofendido y agachar un poco la cabeza. Pero es injusto, injusto, porque tras esa reacci¨®n de espa?olidad o de espa?olitis (se trata de una enfermedad, realmente) se esconde el rencor hacia el que se march¨® fuera y no le ha ido del todo mal, hacia el que expres¨® pol¨ªticamente unas posiciones distintas de las nuestras (?no ¨¦ramos un pa¨ªs democr¨¢tico?); detr¨¢s de esas empanadas ideol¨®gicas que todo lo juntan (Bardem, Zapatero, el aborto, la eutanasia, las fosas, la crisis, Palin y el medio ambiente) se agazapa el sentimiento m¨¢s antiguo del mundo, el que se resume en la vieja frase: "Pero t¨² ?qui¨¦n te has cre¨ªdo que eres?", o sea, la necesidad de que al que se march¨® un poquito de la tribu se le d¨¦ su merecido. El actor tiene raz¨®n cuando habla de que hay unos cuantos que le tienen gato, ojeriza, tirria, como se diga; no hay m¨¢s que pasearse por la prensa para comprobarlo. Se lo tienen. Viene, entre otras cosas, de sus simpat¨ªas izquierdosas, de sus declaraciones pol¨ªticas a veces un poco sectarias, pero ?por qu¨¦ en Espa?a no se puede mirar eso con un poco de iron¨ªa?, ?hay que tomar tan en serio lo que diga un actor?
Entiendo que rectifique, pero es injusto. Tras la reacci¨®n de 'espa?olitis' est¨¢ el rencor hacia el que se march¨®
?No tiene la gente derecho a estar un poco harta de su propio pa¨ªs? ?No tiene derecho a decirlo?
En Espa?a sufrimos una clase pol¨ªtica que a diario escupe declaraciones que, con m¨¢s raz¨®n, podr¨ªan ser tomadas por antipatri¨®ticas, pero si uno no est¨¢ respaldado por un partido pol¨ªtico o un grupo de presi¨®n es f¨¢cil entender la soledad que un individuo debe de sentir al ser atacado masivamente. Es entonces, precisamente, el momento en que otros, los del pelot¨®n de los torpes, los que entendemos que se puede meter la pata o ser un bocas, sentimos compasi¨®n, solidaridad, como co?o se llame eso. Lejos de m¨ª la intenci¨®n de dar consejos, porque adem¨¢s estoy segura de que Bardem ya habr¨¢ tomado nota de lo siguiente: cuando se habla desde fuera hay que recordar, sobre todo, lo edificante, esa medalla de oro de la Academia, las p¨¢ginas y p¨¢ginas que desplegaron los peri¨®dicos por el Oscar, la alegr¨ªa no interesada de tantos espectadores, las pel¨ªculas que se regalaron, las palabras que unos y otros le dedicamos. Todo eso aunque en el fondo se sepa que el esfuerzo que lleva al ¨¦xito es individual, individual y de su madre, de sus abuelos, de la gen¨¦tica, de la misma suerte que con otros es tan cruel.
Pero no hay ni que recordarlo, a estas alturas el actor ya ha probado el sabor agridulce que est¨¢ dentro de esa palabra, Espa?a. Ahora, Javier, ya lo sabes.
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