Noches blancas, d¨ªas negros
La Noche en Blanco de ayer fue un bello espejismo que ya se ha esfumado. Esta experiencia art¨ªstica y ciudadana se inici¨® en Par¨ªs en 2002. Posteriormente la red se extendi¨® a Roma, Bruselas, Riga, Madrid y Bucarest. Este a?o se ha incorporado la capital de Malta, La Valeta, con sus 7.500 habitantes. Ensue?os europeos de una noche de verano, o algo as¨ª. Porque, la verdad, ni Europa ni el mundo est¨¢n para tirar cohetes. Acechan misiles en Georgia y en Rusia; EE UU amaga con guerra; Asia est¨¢ que arde; ?frica se estremece; Suram¨¦rica est¨¢ con gripe... En fin, que los dioses nos pillen confesados.
Al menos una vez al a?o, la ciudad se transforma y nos fascina: la noche es sue?o, Calder¨®n, y la magia existe. La m¨²sica, el cine, el teatro, la danza, lo alternativo y los museos se al¨ªan para sacarnos fugazmente de la ruindad diurna y cotidiana. Aunque haya crisis econ¨®mica, hay que hacer de vez en cuando estos dispendios.
Por lo que respecta a Madrid, es seguro que muchas personas se pasaron la noche en blanco contando ovejas porque andaban sin blanca o porque no estaba el horno para bollos. Lo cierto es que hoy, tras el sue?o, empieza la prosa de la vida, una prosa brusca y montaraz dominada por esa crisis econ¨®mica que no ha hecho m¨¢s que empezar.
Malos augurios se ciernen cuando el metro, el medio m¨¢s apropiado y popular para acudir a estos eventos, se cerr¨® a las tres de la madrugada, justo cuando la magia y los colores estaban en todo su esplendor. Es absurdo que gasten tantos euros en un montaje que la gente ha de abandonar con la miel en los labios.
Dostoievski escribi¨® en Noches blancas, las de San Petersburgo: "?Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?". Pues no, mire usted. Que nos quiten lo bailao. A veces, los escritores est¨¢n o parecen alucinados. Por lo que a nosotros respecta, que se repita muchas veces.
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