El mito del campesino canijo
?Quieren saber la verdad? Muy pocos equipos italianos han practicado el catenaccio: Milan e Inter, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. El car¨¢cter defensivo y oportunista que solemos atribuir al calcio es s¨®lo un mito. El problema de los mitos (nacionales, deportivos, o de cualquier fen¨®meno social que requiera un sentimiento de eternidad) es que cuesta mucho cambiarlos.
El catenaccio m¨ªtico fue inventado por una sola persona. Se llamaba Gianni Brera, vivi¨® entre 1919 y 1992 y fue el mejor periodista deportivo italiano del siglo XX. Era un tipo brillante, atrabiliario, amante de la pol¨¦mica y decidido a hacerse escuchar. Examinemos ahora las circunstancias en que Brera invent¨® (alguien ten¨ªa que hacerlo) las leyendas fundacionales del calcio.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Italia se hab¨ªa convertido en una potencia futbol¨ªstica, tras vencer en los a?os treinta (con alguna ayudita de Mussolini) dos Mundiales consecutivos. Poqu¨ªsimas personas vieron jugar a aquella selecci¨®n encabezada por Meazza, porque no exist¨ªa la televisi¨®n, as¨ª que cada uno se hizo su propia idea.
Terminada la contienda, Italia se hab¨ªa hundido en la miseria. El pa¨ªs, vencedor y vencido a la vez (comenz¨® en un bando y acab¨® en el otro), estaba f¨ªsicamente destruido. Pero quedaba el calcio, e Italia ten¨ªa todav¨ªa el mejor equipo de Europa, el Gran Torino. Entonces, en 1949, ocurri¨® la tragedia de Superga: el avi¨®n que transportaba al Torino se estrell¨® contra una monta?a cercana a Tur¨ªn. Nadie ni nada sobrevivi¨®. Tocaba comenzar desde cero.
?Qu¨¦ hizo Brera? Desarrollar en sus cr¨®nicas la teor¨ªa de que el calcio deb¨ªa adaptarse, como antes de la guerra, a las caracter¨ªsticas nacionales. Tales caracter¨ªsticas no exist¨ªan, pero Brera ech¨® mano de sus prejuicios de campesino lombardo: los italianos eran, proclam¨®, un pueblo de canijos mal alimentados, incapaces de competir de igual a igual con los chicarrones del norte. Era necesario, por tanto, aprovechar sus virtudes (astucia, realismo, capacidad de adaptaci¨®n) y crear un sistema de juego m¨¢s o menos parecido al yudo: que ataquen ellos, y nosotros encontraremos su punto d¨¦bil. La aparici¨®n del catenaccio, inventado en Suiza por un austr¨ªaco, coincidi¨® con la campa?a de Brera. La teor¨ªa racial del campesino canijo y astuto se ensambl¨® enseguida con el sistema del cerrojo.
Las tesis de Brera permitieron que Italia fuera tirando durante largos a?os de sequ¨ªa. El periodista se convirti¨® en la referencia imprescindible del p¨²blico, adquiri¨® un prestigio descomunal y se dedic¨® a sentar c¨¢tedra desde sus cr¨®nicas en La Gazzetta dello Sport. La inmensa mayor¨ªa de los italianos se convencieron de que, en efecto, hab¨ªa que apostar por el posibilismo y el oportunismo, y acabaron convenci¨¦ndose de que los ¨¦xitos internacionales de antes de la guerra hab¨ªan llegado por esas v¨ªas.
Los mitos, sin embargo, son voraces. Y el mismo Brera acab¨® reducido a la condici¨®n de reh¨¦n de su peculiar corpus te¨®rico. Cada semana ten¨ªa la obligaci¨®n de ensa?arse con los t¨¦cnicos audaces y con los jugadores creativos. Su v¨ªctima preferida era Gianni Rivera, el futbolista m¨¢s exquisito de los sesenta. Brera le llamaba de todo, porque no se ajustaba al arquetipo del campesino canijo, astuto y propenso a las mezquindades. Para redondear su propio personaje, Brera s¨®lo se trataba con defensas y con t¨¦cnicos cerrojistas.
Tras la muerte de Brera, ocurrida en un accidente automovil¨ªstico, algunos de sus amigos decidieron revelar ciertos hechos ocultos. Y se supo que Brera admiraba profundamente a Gianni Rivera, y que no se perd¨ªa ninguno de sus partidos con el Milan. No hab¨ªa podido admitirlo en vida sin abdicar de toda su obra.
Pep Guardiola naci¨® en 1971. Era un beb¨¦ cuando Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, en el vac¨ªo te¨®rico de la pretransici¨®n pol¨ªtica, utiliz¨® su inmenso talento para establecer los dos mitos fundacionales de la Catalu?a contempor¨¢nea: que la izquierda era compatible con el nacionalismo, y que el FC Barcelona representaba, por razones ¨¦ticas y est¨¦ticas, un atributo esencial para una naci¨®n sin Estado. Era la ¨¦poca de Cruyff, y V¨¢zquez Montalb¨¢n idealiz¨® las caracter¨ªsticas del holand¨¦s eximio para reciclarlas como "tradici¨®n est¨¦tica" barcelonista.
Los mitos se interiorizan y se deforman. Hoy, hasta Eto'o parece convencido de que el Bar?a encarna un tipo inigualable de elegancia, y que los goles en el Camp Nou valen doble si se marcan de tac¨®n y mirando al tendido. Guardiola, un hombre le¨ªdo, es sin duda consciente de lo mucho que pesan los mitos.
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