Miedo al cine
Las televisiones privadas espa?olas han recibido una colleja del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. O al menos eso es lo que les va a ocurrir a tenor de un informe de la Abogac¨ªa del Estado. Ya conocen la historia. La nueva ley del cine espa?ol quiso que las televisiones invirtieran un 6% de sus ingresos en la producci¨®n de pel¨ªculas espa?olas, y las televisiones protestaron.
Hasta ahora ese porcentaje era del 5% y la pretensi¨®n de la nueva ley de aumentarlo en un escaso 1%, destinado a promoci¨®n, levant¨® la caja de los truenos. Para aplacar los ¨¢nimos, el Gobierno baj¨® el porcentaje al 5% habido hasta ahora, pero a¨²n as¨ª la Uni¨®n de Televisiones Comerciales Asociadas (UTECA), llev¨® el tema al Tribunal Supremo, y ¨¦ste al de Luxemburgo.
El informe de la abogada del Estado dice que el Gobierno tiene raz¨®n, que su ley no contradice normativas comunitarias y que, en consecuencia, las televisiones deben intervenir econ¨®micamente en la producci¨®n de pel¨ªculas habladas en cualquiera de nuestras lenguas oficiales, algo que ocurre en los dem¨¢s pa¨ªses europeos, cada cual con su propio porcentaje. Aunque el fallo del Supremo espa?ol est¨¢ a¨²n por venir, se hace dif¨ªcil imaginar que contradiga este informe de la Abogac¨ªa del Estado. Batalla, pues, perdida.
No s¨¦ por qu¨¦ se preocupan tanto las televisiones. A fin de cuentas en cualquier ley se encuentra la trampa, y las cadenas de televisi¨®n privada suelen invertir ese dinerito del cine en sus propias miniseries -de no m¨¢s de tres horas, eso s¨ª, para que parezcan pel¨ªculas de verdad-, o en largometrajes cinematogr¨¢ficos producidos a trav¨¦s de sus propias empresas, o a trav¨¦s de otros vericuetos que escamotean al cine independiente la ayuda que legalmente les corresponde.
Es cierto que la mayor¨ªa de las pel¨ªculas que se hacen en el mundo son malas, y no s¨®lo en Espa?a. Pero entre tanto follaje surge de vez en cuando el aut¨¦ntico talento. ?No pasa tambi¨¦n en los programas de la tele? Unos destacan y otros aburren a las ovejas. Al final de tantos dimes y diretes, la tele y el cine est¨¢n condenados a entenderse. Y lo har¨¢n, qu¨¦ duda cabe. En ambos lados hay gente de val¨ªa, y bastantes pillos y trapisondistas. Y la ley no admite dudas. Todos al cine.
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