Mauricio Kagel, compositor argentino
Con su m¨²sica toc¨® todos los estilos e hizo un filme sobre Beethoven
Nunca sabremos qu¨¦ hubiera pasado si Mauricio Kagel, que mor¨ªa en Colonia (Alemania) ayer a los 76 a?os, hubiera aprobado el examen de ingreso en el Conservatorio de Buenos Aires, la ciudad que le vio nacer en 1931. Seguramente no habr¨ªa seguido los estudios musicales por su cuenta con Alberto Ginastera o aprendido literatura del mism¨ªsimo Borges -ya nos hubiera gustado saber c¨®mo-, quiz¨¢ hasta se hubiera adocenado un poco y, fruto de su talento, dado piezas m¨¢s que estimables pero probablemente no las que dio despu¨¦s, una vez que, consciente de que el suyo era un esp¨ªritu libre, se decidi¨® a volar por su cuenta.
Alto, tieso como un huso y con una cara de una expresividad casi actoral, el suyo ha sido el camino de la m¨²sica de su propio tiempo, la ha construido, la ha atacado mientras se dejaba atacar por ella, ha mantenido un di¨¢logo con todo lo que se le pon¨ªa por delante con una seriedad de planteamientos que desment¨ªa, al fin, esa etiqueta de provocador con la que se le juzgaba con demasiada ligereza.
A partir de 1949 trabaja en su tierra con el grupo Nueva M¨²sica. Luego ayuda a fundar la Filmoteca Argentina o dirige en el Teatro Col¨®n hasta que en 1957 viene a Europa, se instala en Colonia y, c¨®mo no, acude a los cursos de Darmstadt, en los que ser¨¢ tambi¨¦n profesor.
En 1960 estrena Sur Sc¨¨ne, una mezcla de ajuste de cuentas con la realidad, de decir aqu¨ª estoy yo y de comenzar a mostrar esa iron¨ªa tan suya. Hacedor de bromas como Solo for Conductor, fue capaz de mostrar lo mejor del teatro musical de nuestro tiempo en Oral Treason o de viajar por el mundo en La rosa de los vientos -escrita para "orquesta de sal¨®n"-, de mostrar una sabidur¨ªa abrumadora en M¨²sica para instrumentos del Renacimiento y hasta de meterse en la tradici¨®n a su manera en la Pasi¨®n seg¨²n San Bach. Se permiti¨® escribir un tr¨ªo con piano al que titul¨® -en 1986- Opus Posthumun, lo que no dejaba de ligarle, en esencia, con ese surrealismo que tanto am¨® y que le llev¨® a ponerle m¨²sica a Un perro andaluz de Dal¨ª y Bu?uel.
El cine le apasionaba e hizo una pel¨ªcula extraordinaria en 1972, con ocasi¨®n del segundo centenario de Beethoven, titulada Ludwig Van. Cage lo admiraba, casi todo el mundo lo admiraba y su obra es de las que parece que vencer¨¢n al tiempo. Fue reconocido en todas partes menos en Espa?a, donde jam¨¢s gan¨® el Premio Tom¨¢s Luis de Victoria, que concede la SGAE al mejor autor del ¨¢mbito hisp¨¢nico y que da un mont¨®n de dinero. Ya es tarde.
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