La nueva zona cero del capitalismo financiero
La crisis de Wall Street cambia el orden de las finanzas mundiales y provoca la mayor intervenci¨®n estatal desde la Gran Depresi¨®n
El lugar que ocupaban las Torres Gemelas sigue teniendo un extra?o aire fantasmag¨®rico, sobrecogedor. Pero la zona cero de Nueva York se ha desplazado ahora 50 calles m¨¢s arriba, a un par de manzanas de imponentes rascacielos que albergan las sedes de los grandes bancos de inversi¨®n, los reyezuelos de los ¨²ltimos tiempos de dinero f¨¢cil, sueldos millonarios y excesos de todo tipo, y los villanos -y chocantes v¨ªctimas- del ¨²ltimo cap¨ªtulo del interminable thriller financiero que ha azotado los mercados con la fuerza devastadora de un hurac¨¢n.
La crisis que empez¨® compar¨¢ndose con la de 2001 ha acabado trazando claros paralelismos con la Gran Depresi¨®n y sus uvas de la ira. El drama a¨²n no ha terminado, pero tras una ¨²ltima semana vertiginosa empieza a enfilar hacia un camino m¨¢s amable, menos doloroso, y el paisaje despu¨¦s de la batalla deja ese mismo aire fantasmag¨®rico al pie del edificio de los otrora arrogantes y despiadados banqueros de Lehman Brothers, al cabo el gran cad¨¢ver de esta crisis. Y un par de lecciones importantes.
El problema ha acabado siendo de solvencia de todo el sistema
La met¨¢stasis financiera se est¨¢ trasladando a la econom¨ªa real
Esta crisis tiene un toque darwinista. Los m¨¢s d¨¦biles ya han sido engullidos
Uno: el sistema financiero no volver¨¢ a ser el mismo. "Se ganar¨¢ menos dinero y se endurecer¨¢ la normativa bancaria... hasta que alguien invente la forma de salt¨¢rsela", asegura el responsable de un fondo de alto riesgo con sede en Washington. Y dos: tras a?os de ultraliberalismo fundamentalista, los mercados constatan que el Gobierno -y la regulaci¨®n- no es el problema, es la soluci¨®n. La Administraci¨®n de Bush ha salido al rescate con la mayor intervenci¨®n p¨²blica sobre los mercados que se recuerda. Puede que mayor incluso que la posterior a la crisis de 1929. No es una novedad. As¨ª ha sido siempre, en todas las crisis bancarias. Y esto no es el fin del mundo o el fin del capitalismo. Es una crisis bancaria de libro.
Los mercados no van dando pasos poco a poco hacia una crisis, sino que sencillamente se la encuentran, de sopet¨®n. De repente, en agosto de 2007, el mundo descubre que el sistema financiero estadounidense concede hipotecas a gente que probablemente no puede pagarlas. Y que a trav¨¦s de un sofisticado entramado de ingenier¨ªa financiera, esas hipotecas se han extendido por el sistema financiero internacional, ¨¢vido de dinero f¨¢cil tras unos a?os de extraordinaria bonanza y tipos de inter¨¦s por los suelos que han hinchado varias burbujas. Una vez que los precios de la vivienda empiezan a caer, las subprime -sin duda, la palabra financiera del a?o- empiezan a abrir un agujero en los balances de la banca internacional.
Al principio es s¨®lo un problema de liquidez: los bancos ya no se f¨ªan de s¨ª mismos y los bancos centrales tienen que inyectar fondos de forma masiva. Pero la confianza desaparece y van apareciendo los fantasmas: al final, la presi¨®n sobre las entidades financieras es tan insoportable que el problema acaba siendo de solvencia de todo el sistema. Adem¨¢s, la met¨¢stasis se ha extendido del sistema financiero a la econom¨ªa real. La recesi¨®n planea sobre Estados Unidos, Europa y Jap¨®n. La globalizaci¨®n es para lo bueno y para lo malo, y ha llegado la hora de lo malo.
Tras unos meses de sustos burs¨¢tiles, de subida de los tipos de inter¨¦s interbancarios, de un aumento de las primas de riesgo de las entidades financieras y de inusitados nervios para el cierre del ejercicio 2007, en marzo de este a?o llega el primer gran aviso: Estados Unidos tiene que salir al rescate de Bear Stearns, el quinto banco de inversi¨®n estadounidense, con un balance pre?ado de activos contaminados, que ya nadie compra. La Reserva Federal y el Tesoro orquestan un rescate que compromete fondos p¨²blicos y toman algunas medidas para intentar que no vuelva a ocurrir.
Pero no hay mercado interbancario, las Bolsas caen, las p¨¦rdidas se extienden, los bancos se ven obligados a captar capital y aun as¨ª no pueden contener la sangr¨ªa en sus balances.
La sucesi¨®n de problemas, como en un c¨ªrculo vicioso, va ampliando el agujero. Lejos de detenerse, los riesgos se multiplican a toda velocidad, hasta llegar a la semana de pasi¨®n.
A principios de septiembre, la Administraci¨®n de Bush lanza un salvavidas multimillonario para impedir que se hundan dos gigantescas hipotecarias -Freddie Mac y Fannie Mae-, ante el m¨¢s que probable riesgo de colapso inmobiliario. Despu¨¦s, deja caer a Lehman Brothers para demostrar que los mercados tienen que sanearse por s¨ª mismos, que el Gobierno intenta trazar una frontera entre lo que debe y no debe hacer, y que no va a gastarse miles de millones de d¨®lares en rescatar a todas las entidades que tengan problemas. Los acontecimientos se precipitan: llega la boda de penalti entre Merrill Lynch, otro de los grandes bancos de inversi¨®n, y Bank of America, tras captar el mensaje de que las autoridades no est¨¢n dispuestas a acudir en su ayuda.
Son remilgos: inmediatamente despu¨¦s, la Administraci¨®n de Bush se ve obligada a desandar ese camino para salvar AIG, la primera aseguradora del mundo, ante los riesgos de quiebra de todo el sistema.
La bola de nieve sigue creciendo, con ataques especulativos sobre los gigantes del sector financiero: Morgan Stanley, HBOS, Goldman Sachs, Washington Mutual, nombres que Wall Street reverencia y que de repente se han vuelto vulnerables. Llegan a sufrir en Bolsa ca¨ªdas superiores al 40% en un solo d¨ªa, ca¨ªdas que recuerdan las que hab¨ªa padecido Lehman s¨®lo una semana antes y que hacen temer un desenlace similar.
Los recortes de tipos de inter¨¦s, las inyecciones masivas de fondos de los bancos centrales y los rescates millonarios de los ¨²ltimos meses apenas han causado efecto. Son meros emplastos. Las Bolsas se hunden ante un panorama cada vez m¨¢s preocupante.
Pero finalmente no llega la sangre al r¨ªo. La tarde del jueves, la Administraci¨®n de Bush da un golpe de teatro que se antoja definitivo e interviene en los mercados con mano de hierro al anunciar varias medidas espectaculares: anuncia los planes para crear una superagencia que adquiera los activos da?ados por la banca, impide las compras especulativas -las apuestas a la baja- en Bolsa, toda una paradoja, y asegura fondos y dep¨®sitos ante el declive de la confianza de los consumidores, que temen seriamente por sus ahorros. Una intervenci¨®n en toda regla para extirpar el tumor (las subprime y sus derivados), cerrar las puertas de la especulaci¨®n contra los gigantes de Wall Street (los mismos que la alimentaron durante a?os) y, lo m¨¢s dif¨ªcil, resta?ar la confianza.
Faltan por definir los detalles del plan de rescate, pero hay algo que ya se sabe: el coste es incalculable. Cientos de miles de millones de d¨®lares, se atreve a decir con la boca peque?a el secretario del Tesoro, Hank Paulson. "Estoy convencido de que esta valiente acci¨®n costar¨¢ a las familias americanas mucho menos que la alternativa: una serie de continuas quiebras de instituciones financieras y unos mercados de cr¨¦dito congelados e incapaces de financiar la expansi¨®n econ¨®mica". Y todo eso a dos meses escasos de las elecciones presidenciales, con Barack Obama y John McCain opinando -no siempre con acierto- sobre el devenir de los acontecimientos.
Los mercados se recuperan con fuertes subidas a finales de semana. El ¨ªndice Dow Jones convierte una sesi¨®n de pesadilla, la del jueves, en el mayor ascenso de los ¨²ltimos seis a?os, despu¨¦s de que empiecen a difundirse las primeras noticias sobre el plan de rescate.
La euforia vuelve a un Wall Street m¨¢s ciclot¨ªmico que nunca y se transmite a todas las Bolsas al d¨ªa siguiente: de nuevo la globalizaci¨®n. Las aguas se tranquilizan. El show debe continuar, pero las consecuencias de este episodio de turbulencias se dejar¨¢n sentir durante mucho tiempo.
"Apasionante y terror¨ªfico", as¨ª resume el influyente economista Paul Krugman el relato de los hechos de la ¨²ltima semana. El final de las turbulencias s¨®lo se vislumbra cuando los pol¨ªticos se han atrevido a "pensar a lo grande", opina. Aunque hay que ir con cuidado: Krugman suele decir que lo que parece una luz al final del t¨²nel es sencillamente un tren de mercanc¨ªas que se acerca a toda velocidad. El Nobel Joseph Stiglitz acusa a las instituciones financieras de "fracasar y correr hacia el Gobierno en busca de ayuda" y asegura que el derrumbe de Wall Street es lo que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn fue al comunismo. "La peor crisis del siglo", apunta el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, la diana de las cr¨ªticas m¨¢s feroces -encabezadas por los citados Krugman y Stiglitz- por su pol¨ªtica monetaria tras el 11 de septiembre de 2001, que a la postre incentiv¨® lo que ¨¦l mismo trataba de combatir, la "exuberancia irracional" de los mercados.
Los expertos consultados aventuran cambios en la banca, en la regulaci¨®n e incluso en los hasta ahora intocables bancos centrales. Pero, sobre todo, a¨²n se palpan las vestiduras despu¨¦s del p¨¢nico de los ¨²ltimos d¨ªas: "Como tama?o del shock, ¨¦sta es la crisis financiera m¨¢s grande desde la Gran Depresi¨®n. Afortunadamente, lo que es muy distinto es el impacto sobre la econom¨ªa real, que ha sido relativamente menor. Esto se debe tanto a un sistema financiero mucho m¨¢s robusto que el de esa ¨¦poca, como a una respuesta de pol¨ªtica econ¨®mica mucho m¨¢s agresiva de parte de Estados Unidos", explica desde Boston Ricardo Caballero, del Massachussets Institute of Technology.
A la banca le espera una dura traves¨ªa del desierto. "Vamos hacia un mundo sin bancos de inversi¨®n independientes", asegura Keith Wade, economista jefe de Schroders. "M¨¢s transparencia, menos riesgo y menos, muchos menos beneficios para los bancos", seg¨²n los analistas de Goldman Sachs. Y, muy probablemente, menos instituciones: las crisis tienen un toque darwinista, y las entidades m¨¢s d¨¦biles ya est¨¢n siendo engullidas por las que han resistido mejor los embates de las turbulencias.
En definitiva, los expertos esperan una vuelta al sistema bancario de los a?os sesenta, en la que las instituciones m¨¢s tradicionales, m¨¢s alejadas de la ingenier¨ªa financiera, tienen las de ganar. Bank of America, Deutsche Bank o Banco Santander, bancos universales con m¨¢s capital y que recurren menos al endeudamiento que las estrellas del sector en los ¨²ltimos a?os, afilan los colmillos ante el previsible alud de fusiones en el sector.
"Nadie duda de que Wall Street tiene suficiente capacidad como para adaptarse al nuevo entorno y seguir ganando dinero a espuertas, pero los controles van a reforzarse para evitar que esto se repita. El p¨¦ndulo gira ahora hacia un menor riesgo, un menor endeudamiento, una mayor regulaci¨®n, y quienes sufren son los que m¨¢s se hab¨ªan arriesgado y estaban m¨¢s apalancados", se?ala desde Londres Antonio Villarroya, de Merrill Lynch. Veh¨ªculos como los hedge funds o los fondos de capital riesgo pueden vivir una nueva edad de oro una vez remita el hurac¨¢n financiero.
La ¨²ltima semana negra en los mercados est¨¢ llamada a facilitar cierta limpieza. Pero deja no pocos interrogantes sin respuesta. Los sueldos en Wall Street siguen ligados a los resultados a corto plazo: han rodado decenas de cabezas en las entidades financieras, pero los nuevos ejecutivos siguen ligando sus ingresos a los beneficios a corto plazo. En s¨®lo tres meses, el nuevo consejero delegado de AIG, Robert Willumstad, puede meterse en el bolsillo siete millones de euros. La aseguradora que dirige sigue funcionando, es cierto. Pero s¨®lo por el salvavidas del Gobierno estadounidense, que ha inyectado 85.000 millones de euros en su rescate.
Hay otras complicaciones dif¨ªciles de resolver. La combinaci¨®n de los enormes incrementos en el precio de la vivienda con el impacto de las innovaciones financieras a trav¨¦s de titulizaciones hipotecarias y los altos niveles de endeudamiento de los hogares han hecho a las econom¨ªas de EE UU, el Reino Unido o Espa?a extremadamente vulnerables a la correcci¨®n del mercado inmobiliario.
Este serio aprieto es el resultado de una serie de graves errores: los bajos tipos, la burbuja de precios y el excesivo apetito por el riesgo han convertido a muchos consumidores en especuladores con un alto grado de endeudamiento en un activo fijo que domina la mayor¨ªa de las carteras y reduce la movilidad personal; una buena parte del sistema financiero se ha hecho dependiente tambi¨¦n de esta actividad. El Gobierno de Bush ha dado el primer paso y ha salvado de la quema al sistema financiero. Pero no acaba de verse la salida del pinchazo inmobiliario. "La recuperaci¨®n va a ser lenta, dura, y esas econom¨ªas van a sufrir mucho mientras no se recupere la vivienda: son el equivalente a las entidades financieras que estaban m¨¢s endeudadas y que han pasado verdaderos apuros", aseguran fuentes financieras en Washington.
El mercado no perdona a nadie. Y la crisis tendr¨¢ marcadas consecuencias incluso en el plano ideol¨®gico. Los ¨²ltimos episodios de turbulencias se centraron en pa¨ªses emergentes, pero esta vez el origen y el desarrollo de la crisis se produce en el epicentro del sistema, el sector financiero estadounidense.
La paradoja es que despu¨¦s de los sermones sobre el libre mercado, ha sido el republicano George W. Bush el encargado de poner en pie los mercados con un intervencionismo casi sin precedentes. Pese a los excesos del fundamentalismo neoliberal de los ¨²ltimos a?os, Washington tiene una larga historia de ayudas financieras al sector privado cuando el riesgo econ¨®mico o pol¨ªtico de una quiebra empresarial parec¨ªa demasiado alto. Sin ir m¨¢s lejos, la salvaci¨®n del sistema de las savings and loans (cajas de ahorros) estadounidenses lleg¨® a finales de los ochenta, tras la revoluci¨®n neoliberal de Reagan. La historia se repite. Una y otra vez.
Dos continentes, dos pesadillas
Estados Unidos tiene pesadillas con la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta. Europa, con la hiperinflaci¨®n alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y el activismo pol¨ªtico de los Gobiernos y los bancos centrales en la gesti¨®n de la ¨²ltima crisis del capitalismo refleja ese tortuoso pasado.
El coste del ambicioso plan de rescate puesto en marcha por la Administraci¨®n de George W. Bush oscilar¨¢ entre el bill¨®n y los dos billones de d¨®lares -entre el 7% y el 14% del PIB estadounidense, nada menos-, seg¨²n el economista Kenneth Rogoff. Los rescates de bancos multimillonarios, las inyecciones de capital en el sistema financiero, el plan de est¨ªmulo fiscal y el ¨²ltimo arre¨®n intervencionista dan cuenta "de la mayor flexibilidad de Estados Unidos para lidiar con la crisis", argumenta Desmond Lachamn, del American Enterprise Institute, un think tank conservador con gran influencia en Washington.
En Europa, apenas nada: s¨®lo en Espa?a ha habido un plan de est¨ªmulo fiscal, y adem¨¢s muy discutido por los economistas. El siguiente paso ser¨¢ una vuelta de tuerca a la regulaci¨®n financiera para que los excesos del dinero f¨¢cil, el sobreendeudamiento y la formaci¨®n de burbujas sean m¨¢s dif¨ªciles en el futuro.
"Pero la guerra ya se perdi¨®", analiza Guillermo Calvo, de la Universidad de Columbia, relaci¨®n con el objetivo de la nueva normativa. "El sistema financiero sabr¨¢ darle la vuelta a cualquier regulaci¨®n, aunque a corto plazo pueda ser efectiva [en gran parte porque el sistema financiero se autoanula durante la crisis]", vaticina. "Pasada la crisis, veremos nuevos productos que sorprender¨¢n a los reguladores. Seguro".
Los analistas prev¨¦n tambi¨¦n algunos cambios en el estatus de los bancos centrales. "Han ido siempre a remolque", ataca un analista de Merrill Lynch. "El Banco Central Europeo ha tenido que actuar menos porque la fuente principal de problemas estaba en Estados Unidos, pero ha tomado varias medidas equivocadas, en sentido contrario al que necesitaban los mercados. Y la Reserva Federal ha dado mensajes contradictorios, no puede dar lecciones de riesgo moral con la sucesi¨®n de rescates financieros", a?ade.
No es probable que ni el BCE ni la Fed cambien sus mandatos -centrado en la inflaci¨®n en el caso europeo, y en inflaci¨®n y crecimiento en el estadounidense-, pero los economistas reclaman m¨¢s flexibilidad en su aplicaci¨®n. "Europa tiene la recesi¨®n encima y el BCE sigue siendo inflexible", concluye Lachman. -
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