Vacuidad sobre ETA del 'artista' Rosales
Hab¨ªa muchas y l¨®gicas expectativas hacia Tiro en la cabeza. Por la autor¨ªa de Jaime Rosales, un director muy personal que hab¨ªa logrado con lenguaje arriesgado sembrar enigma y atm¨®sfera malsana en la desasosegante Las horas del d¨ªa y transmitir emoci¨®n y sentimientos en carne viva hablando de gente herida en La soledad. Que este experimentador con talento disfrutara del reconocimiento de la cr¨ªtica y del selectivo festival de Cannes era muy coherente debido al amor que profesan ambos gremios al cine vocacionalmente distinto (para entendernos: eso que denominan enf¨¢ticamente como propuestas radicales, miradas oblicuas y rigor creativo), pero que la gente del cine espa?ol, los que no se dedican a teorizar sino que conocen las m¨²ltiples dificultades para que una pel¨ªcula salga hermosa, reconocieran con sus m¨²ltiples premios el valor de la at¨ªpica La soledad le otorgaba legitimidad suplementaria al cine de un se?or que parece no albergar humanas dudas sobre su intocable condici¨®n de artista.
Todo lo que me cuenta Rosales me provoca un tedio excesivo
Si a?adimos que a pesar del prestigioso secretismo con el que se suelen envolver las pel¨ªculas que los espectadores aguardan con inter¨¦s, nos hab¨ªan llegado puntuales noticias de que el protagonista de Tiro en la cabeza estaba inspirado en la vida cotidiana de un etarra que al d¨ªa siguiente va a agujerear la cabeza de un desconocido en el parking de un restaurante, crec¨ªan los alicientes por ver c¨®mo hab¨ªa contado historia tan pavorosamente repetida en la realidad un director que hab¨ªa demostrado tener una visi¨®n penetrante y original de las personas y de las cosas.
Por mi parte, acabo de despejar misterio tan acuciante. Creo que es la primera vez que no me ha parecido intolerable en una sala de cine el odioso sonido de un m¨®vil o la incansable tabarra de las vecinas de butaca. Y no es que me haya vuelvo tolerante con la falta de respeto. Es que no existen di¨¢logos audibles en ella. ?Que si es cine mudo? Tampoco. De vez en cuando percibimos el sonido de ambiente, el tr¨¢fico de la calle, el chirrido de una puerta al abrirse, esas cositas que te transportan a la realidad y evitan que un p¨²blico vulgar y no iniciado en la factura del gran arte amenace con quemar la sala porque el proyeccionista le ha quitado el sonido a las conversaciones de los personajes. No es un fallo humano. Es que el transgresor director ha decidido que no tiene el menor inter¨¦s para los espectadores saber lo que piensa y lo que habla un tipo con una existencia aparentemente muy normal que va a quitarle la vida a una persona en nombre de su oprimida patria. Y por supuesto que la ausencia de di¨¢logos no impidi¨® en el nacimiento del cine comprender y admirar la trama que te estaban contando exclusivamente a trav¨¦s de las im¨¢genes creadores como Murnau, Stroheim, Keaton y Chaplin. Pero aqu¨ª, Rosales, adem¨¢s de ahorrarse eso tan laborioso de tener que currar con las palabras, ha conseguido que tampoco fascine ni un poquito imaginar de qu¨¦ co?o est¨¢ hablando el futuro verdugo.
?Y qu¨¦ hace este apasionante y trascendente personaje? Pues de todo, excepto las funciones fisiol¨®gicas relacionadas con la escatolog¨ªa. Si el director le retratara en el v¨¢ter, a lo mejor aumentaba su dimensi¨®n dram¨¢tica. Por lo dem¨¢s, come en soledad, toma vinos con los colegas, visita oficinas, oye m¨²sica en la Fnac, habla en un parque con una mujer y dos ni?os, creo que folla con una desconocida (o tal vez conocida, no se sabe), se cita con otro pavo, van a Francia, su mirada se mosquea (¨¦se es al parecer el aut¨¦ntico cl¨ªmax, el momento cumbre, la leche) al reconocer a dos tipos que est¨¢n en la mesa de al lado, les persiguen, les matan, secuestran un coche, atan a la due?a en un bosque. Y se acab¨®. Ahora, que el espectador encuentre el significado y el significante, el discurso moral y la met¨¢fora.
A m¨ª (?necesito aclararos que hablo en primera persona, juglar del membrillo, fot¨®grafo de Estrasburgo y dem¨¢s aguerridos mariachis de la nada?) todo lo que me cuenta Rosales me provoca un tedio excesivo, pero tambi¨¦n lo que pretende sugerirme, o lo que me oculta. La visualizaci¨®n de la gris¨¢cea cotidianeidad de este profesional del horror me parece tan est¨¦ril como pretenciosa. Creo haber escuchado al autor en la rueda de prensa, aparte de sus ampulosas y farragosas convicciones sobre la evoluci¨®n en el cine de formas y contenidos, la necesidad de la ¨¦tica, la altura moral que poseer¨¢n los espectadores del futuro, su compromiso como artista y como ciudadano, etc¨¦tera, que Tiro en la cabeza est¨¢ invitada a no s¨¦ cu¨¢ntos festivales del ancho mundo y que su estreno en Espa?a va a ser simult¨¢neo en las salas comerciales y en los museos. Lo ¨²ltimo lo entiendo. Est¨¢ realizada pensando en la fraternal acogida de los templos del arte. Seguro que es el sagrado lugar que le corresponde. Que se disfruten mutuamente.
Babelia
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